~Me estoy quitando... (otra vez)~
Y es lo que tienen las vacaciones, que te dedicas a paseartelo bien y fíjate, aquí estoy, piti en mano mientras escribo este post antes de acostarme, y eso que me había (medio)quitao hace un mes... Sí. Conozco de sobra los efectos nocivos del tabaco (mi madre me estaría majando a collejas ahora mismo. Ella es no fumadora), pero... ¿cómo evitar el placer de fumarte un piti mientras te tomas un Santa Cristina o una San Miguel, entre otros placeres mundanos?
Pues si no tenía ya bastante con los efectos sobre los pulmones, la circulación (arterial), la piel y la contaminación, entre otros... y ahora, si hasta hace 2 segundos era un quiero y no puedo, tengo una razón más poderosa aún... la economía. Si a mí no me convencía lo de defense de fumer (siempre queda más de guay en francés) en los baretos de Nueva York (en Brooklyn, algunos tugurios que frecuento se saltan la norma, o más bien en imperfecto, se la saltaban, porque de un tiempo a esta parte, con las multas que les cascan, ya no se atreven a echar la cortina al local y sacar tazas viejas de café con aguachirri a modo de ceniceros), lo que me ha acabado de convencer es la subida de precio del paquete de tabaco. La otra noche bajé a la bodega (aquí es como le llaman a la típica tienda de ultramarinos de barrio) de la esquina de mi casa para comprar un paquete de tabaco y cuando voy a pagar me clavan $9.50. Hagan los cálculos: casi 50 centavos (o medio dólar) por cigarrillo.
Lo digo porque estoy saboreando el último pitillo de ese paquete junto con una copita de un blanco bien frío antes de acostarme. Y probablemente mañana me despierte pensando... Hoy me estoy quitando... otra vez.
Y es lo que tienen las vacaciones, que te dedicas a paseartelo bien y fíjate, aquí estoy, piti en mano mientras escribo este post antes de acostarme, y eso que me había (medio)quitao hace un mes... Sí. Conozco de sobra los efectos nocivos del tabaco (mi madre me estaría majando a collejas ahora mismo. Ella es no fumadora), pero... ¿cómo evitar el placer de fumarte un piti mientras te tomas un Santa Cristina o una San Miguel, entre otros placeres mundanos?
Pues si no tenía ya bastante con los efectos sobre los pulmones, la circulación (arterial), la piel y la contaminación, entre otros... y ahora, si hasta hace 2 segundos era un quiero y no puedo, tengo una razón más poderosa aún... la economía. Si a mí no me convencía lo de defense de fumer (siempre queda más de guay en francés) en los baretos de Nueva York (en Brooklyn, algunos tugurios que frecuento se saltan la norma, o más bien en imperfecto, se la saltaban, porque de un tiempo a esta parte, con las multas que les cascan, ya no se atreven a echar la cortina al local y sacar tazas viejas de café con aguachirri a modo de ceniceros), lo que me ha acabado de convencer es la subida de precio del paquete de tabaco. La otra noche bajé a la bodega (aquí es como le llaman a la típica tienda de ultramarinos de barrio) de la esquina de mi casa para comprar un paquete de tabaco y cuando voy a pagar me clavan $9.50. Hagan los cálculos: casi 50 centavos (o medio dólar) por cigarrillo.
Lo digo porque estoy saboreando el último pitillo de ese paquete junto con una copita de un blanco bien frío antes de acostarme. Y probablemente mañana me despierte pensando... Hoy me estoy quitando... otra vez.
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