~The Dude Abides~
Llevo ya más de dos semanas sin escribir y esto no puede ser. No voy a poner por excusa el trabajo, aunque, para no variar en esta ciudad, es a lo que más se dedica uno. Han sido un par de semanas intensas, con muchas emociones. El viernes 3 de marzo fuimos a casa de nuestro amigo Yashua a ver una performance muy interesante de una de las chicas de The Brooklyn Biracial and Multiracial Meetup. Escribí un borrador sobre su obra, pero no estaba muy convencida de cómo estaba quedando, así que decidí dejarla de lado y volver a ella un poco más tarde... y allí sigue mi borrador, que tengo que repasar para poder compartirlo con vosotr@s.
El lunes 9 por la noche, nos invitaron a celebrar Purim, una fiesta judía en la que se conmemora la salvación de los judíos de una matanza a manos de Haman y los persas, y que se relata en el Libro de Esther. El rabino de Chabad of Dumbo nos invitó a que asistiéramos a la lectura de la Megillah, que es la lectura, en hebreo, del Libro de Esther. En esta fiesta, la gente suele acudir a la sinagoga disfrazada y se les da matracas para que se haga ruido cada vez que se pronuncia el nombre de Haman, el malo de la historia. Así que para allá que fuimos a escuchar la lectura de la Megillah y tras la lectura se ofrecía comida y una cata de vinos kosher. Es típico comer hamantaschen, unos triangulitos rellenos de dulce y que están de muerte , y que dicen algunos que representan el sombrero que llevaba Haman o las orejas de Haman (Alicia, el enlace tiene receta, aunque está en inglés. Estoy segura de que los preparas y nos dices lo buenos que te han salido).
Terminamos la fiesta bastante tarde y llegamos a casa a eso de las 11 de la noche. Al llegar a casa, nos dimos cuenta de que uno de nuestros gatos, The Dude, de quien escribí hace ya unos meses, no había venido a la puerta a saludarnos. Nos pareció bastante raro, ya que Dude es como un perrillo. En cuanto oye la puerta, ya está esperándonos para decirnos hola y no nos deja ni quitarnos el abrigo sin antes enseñarnos la barriga para que le hagamos monerías.
Total, que me puse a buscarle y me lo encontré escondido debajo de la cama, con muy mala cara. El pobrecito estaba fatal y decidimos llevarlo al servicio de urgencias que hay en nuestro barrio. El pobre, con la que lía siempre que hay que llevarlo al veterinario, no decía ni pío y se metió en su bolsita sin rechistar.
Es increíble el apego y el cariño que se le tiene a estos animales que comparten vida con uno. Son parte de la familia (aunque sin llegar a los extremos de comprarles un carrito...) y cada uno de ellos tiene su personalidad bien definida y su función dentro de nuestra casa. Con el corazón en un puño llegamos a urgencias y en seguida se lo llevaron. Estuvimos una hora allí y el veterinario que estaba de guardia nos lo puso muy negro. No sabía exactamente qué es lo que le pasaba a Dude, lo único que veía es que tal vez no sobreviviese esa noche, ya que estaba intentando estabilizarlo y no lo estaba consiguiendo. El veterinario sospechaba que Dude tenía una spesis abdominal y que le había perforado el intestino, aunque no sabemos si fue por algo que se comió o por enfermedad. Tras un par de horas allí y viendo que el pobre lo estaba pasando fatal y que no parecía que iba a salir bien, decidimos, como dicen aquí put him to sleep. Fue una decisión muy dura y no paras de preguntarte si tal vez el veterinario se equivocó y no era la cosa tan grave, si se podía haber hecho algo más, si hubiesemos llegado a casa antes, si... tantas condicionales. Es tan raro ver a un ser querido por la mañana, tan normal, como todos los días, y que por la noche ya no vuelva a estar contigo. Te hace plantearte muchas cosas y dónde debería de tener uno sus prioridades.
La casa está vacía. Los otros dos gatos que tenemos, Sam y Dylan, andan como desorientados. Tiene gracia, nosotros pensábamos que el jefe de la cuadrilla era Sam, que es el mayor de los tres, y ahora nos hemos dado cuenta de lo poquito que conocíamos la dinámica felina de nuestra casa, en la que, como toda casa con gatos que se precie, a los humanos se nos permite estar, mientras los que llevan los pantalones son estas criaturas peludas con bigotes y cuatro patas. Por la manera de actuar de Sam y de Dylan, nos hemos dado cuenta que el que llevaba la voz cantante aquí, en este one-bedroom en Brooklyn, era Dude, aunque es cierto que no era el gato alfa habitual.
Dude era, como el personaje de The Big Lebowski, un gato con pachorra al que, invariablemente, le "pasaban" cosas. Recuerdo una vez que teníamos una escalera de mano en casa para coger algo del altillo y la teníamos cerrada y apoyada contra la pared. Dude ve la escalera y con lo gordo que estaba decide subirse en lo alto. La escalera, estando en precario equilibrio, se tambalea. Cualquier otro gato hubiese saltado ágilmente y hubiese puesto pies en polvorosa... Dude se abrazó a la escalera y no se bajó de ella y se hubiese estrellado con escalera y todo si no llega a ser por David, que lo pilló justo antes de que tocase el suelo. O lo bien que se lo pasaba viendo la lavadora y pegándole a la puerta en el centrifugado. O como estornudaba y como no le gustaba nada, cada vez que David estornudaba se iba corriendo a su lado a ver si David estaba bien. O como estaba siempre en medio de todo, en el lugar más inapropiado: si estabas guardando ropa para ponerla en el altillo y te dabas la vuelta, Dude estaba en la caja que tenías preparada. O como amanecía en el lavabo en verano, que me imagino que para él era el sitio más fresquito de la casa. O como le encantaban los niños (no he visto un gato o un perro como él, y es que todas las mascotas que he tenido, eran ver un niño entrar en casa y salir corriendo).
Podría tirarme horas contando anécdotas de Dude. Todo un personaje al que echamos mucho de menos y que todavía nos cuesta creer que no esté aquí con nosotros. The Dude abides!
Llevo ya más de dos semanas sin escribir y esto no puede ser. No voy a poner por excusa el trabajo, aunque, para no variar en esta ciudad, es a lo que más se dedica uno. Han sido un par de semanas intensas, con muchas emociones. El viernes 3 de marzo fuimos a casa de nuestro amigo Yashua a ver una performance muy interesante de una de las chicas de The Brooklyn Biracial and Multiracial Meetup. Escribí un borrador sobre su obra, pero no estaba muy convencida de cómo estaba quedando, así que decidí dejarla de lado y volver a ella un poco más tarde... y allí sigue mi borrador, que tengo que repasar para poder compartirlo con vosotr@s.
El lunes 9 por la noche, nos invitaron a celebrar Purim, una fiesta judía en la que se conmemora la salvación de los judíos de una matanza a manos de Haman y los persas, y que se relata en el Libro de Esther. El rabino de Chabad of Dumbo nos invitó a que asistiéramos a la lectura de la Megillah, que es la lectura, en hebreo, del Libro de Esther. En esta fiesta, la gente suele acudir a la sinagoga disfrazada y se les da matracas para que se haga ruido cada vez que se pronuncia el nombre de Haman, el malo de la historia. Así que para allá que fuimos a escuchar la lectura de la Megillah y tras la lectura se ofrecía comida y una cata de vinos kosher. Es típico comer hamantaschen, unos triangulitos rellenos de dulce y que están de muerte , y que dicen algunos que representan el sombrero que llevaba Haman o las orejas de Haman (Alicia, el enlace tiene receta, aunque está en inglés. Estoy segura de que los preparas y nos dices lo buenos que te han salido).
Terminamos la fiesta bastante tarde y llegamos a casa a eso de las 11 de la noche. Al llegar a casa, nos dimos cuenta de que uno de nuestros gatos, The Dude, de quien escribí hace ya unos meses, no había venido a la puerta a saludarnos. Nos pareció bastante raro, ya que Dude es como un perrillo. En cuanto oye la puerta, ya está esperándonos para decirnos hola y no nos deja ni quitarnos el abrigo sin antes enseñarnos la barriga para que le hagamos monerías.
Total, que me puse a buscarle y me lo encontré escondido debajo de la cama, con muy mala cara. El pobrecito estaba fatal y decidimos llevarlo al servicio de urgencias que hay en nuestro barrio. El pobre, con la que lía siempre que hay que llevarlo al veterinario, no decía ni pío y se metió en su bolsita sin rechistar.
Es increíble el apego y el cariño que se le tiene a estos animales que comparten vida con uno. Son parte de la familia (aunque sin llegar a los extremos de comprarles un carrito...) y cada uno de ellos tiene su personalidad bien definida y su función dentro de nuestra casa. Con el corazón en un puño llegamos a urgencias y en seguida se lo llevaron. Estuvimos una hora allí y el veterinario que estaba de guardia nos lo puso muy negro. No sabía exactamente qué es lo que le pasaba a Dude, lo único que veía es que tal vez no sobreviviese esa noche, ya que estaba intentando estabilizarlo y no lo estaba consiguiendo. El veterinario sospechaba que Dude tenía una spesis abdominal y que le había perforado el intestino, aunque no sabemos si fue por algo que se comió o por enfermedad. Tras un par de horas allí y viendo que el pobre lo estaba pasando fatal y que no parecía que iba a salir bien, decidimos, como dicen aquí put him to sleep. Fue una decisión muy dura y no paras de preguntarte si tal vez el veterinario se equivocó y no era la cosa tan grave, si se podía haber hecho algo más, si hubiesemos llegado a casa antes, si... tantas condicionales. Es tan raro ver a un ser querido por la mañana, tan normal, como todos los días, y que por la noche ya no vuelva a estar contigo. Te hace plantearte muchas cosas y dónde debería de tener uno sus prioridades.
La casa está vacía. Los otros dos gatos que tenemos, Sam y Dylan, andan como desorientados. Tiene gracia, nosotros pensábamos que el jefe de la cuadrilla era Sam, que es el mayor de los tres, y ahora nos hemos dado cuenta de lo poquito que conocíamos la dinámica felina de nuestra casa, en la que, como toda casa con gatos que se precie, a los humanos se nos permite estar, mientras los que llevan los pantalones son estas criaturas peludas con bigotes y cuatro patas. Por la manera de actuar de Sam y de Dylan, nos hemos dado cuenta que el que llevaba la voz cantante aquí, en este one-bedroom en Brooklyn, era Dude, aunque es cierto que no era el gato alfa habitual.
Dude era, como el personaje de The Big Lebowski, un gato con pachorra al que, invariablemente, le "pasaban" cosas. Recuerdo una vez que teníamos una escalera de mano en casa para coger algo del altillo y la teníamos cerrada y apoyada contra la pared. Dude ve la escalera y con lo gordo que estaba decide subirse en lo alto. La escalera, estando en precario equilibrio, se tambalea. Cualquier otro gato hubiese saltado ágilmente y hubiese puesto pies en polvorosa... Dude se abrazó a la escalera y no se bajó de ella y se hubiese estrellado con escalera y todo si no llega a ser por David, que lo pilló justo antes de que tocase el suelo. O lo bien que se lo pasaba viendo la lavadora y pegándole a la puerta en el centrifugado. O como estornudaba y como no le gustaba nada, cada vez que David estornudaba se iba corriendo a su lado a ver si David estaba bien. O como estaba siempre en medio de todo, en el lugar más inapropiado: si estabas guardando ropa para ponerla en el altillo y te dabas la vuelta, Dude estaba en la caja que tenías preparada. O como amanecía en el lavabo en verano, que me imagino que para él era el sitio más fresquito de la casa. O como le encantaban los niños (no he visto un gato o un perro como él, y es que todas las mascotas que he tenido, eran ver un niño entrar en casa y salir corriendo).
Podría tirarme horas contando anécdotas de Dude. Todo un personaje al que echamos mucho de menos y que todavía nos cuesta creer que no esté aquí con nosotros. The Dude abides!
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