~Mark it zero!!~
El viernes pasado, aún de vacaciones y con las carreteras llenas de nieve, decidimos bajar a la ciudad más grande de la zona, Great Barrington, a ver que es lo que se cocía. Por lo visto es un centro para esquiar que está bien y se llena bastante los fines de semana. No es tan grande como los que hay en Vermont, pero al estar a 3 horas en coche de Manhattan, es mucho más fácil venir aquí que irte para allá. Una, como no esquía (sólo tuve un intento hace siglos en Sierra Nevada, y fue de lo más accidentado, con parada en Maracena, provincia de Granada), pues tampoco sabe si la nieve es buena o no, pero nuestros amigos estaban emocionados. Yo lo único que veía es que había mucha, mucha nieve.
Total que fuimos a Great Barrington y acabamos en un restaurante japonés muy coqueto y, pensamos, muy caro, con precios casi iguales que los de Manhattan, y eso que estamos donde Cristo perdió las llaves, uno pensaría que las cosas son más baratas. Al terminar de comer, salimos a la calle y un poco más y nos da el yuyu del frío que hacía. Siguiente parada, 4 tiendas más abajo, una cafetería-pastelería-heladería, SoCo Creamery, en la que paramos a tomaros un café que nos calentase el alma y ver si tenían WiFi y conectarnos un poco al mundo exterior, sin éxito.
Luego nos dimos un paseo por la ciudad, pero con el frío aguantamos bien poco y decidimos ir a Cove Lanes, la bolera de Great Barrington. Era como la del Gran Lebowski, pero en New England en vez de California, y como era un viernes por la tarde, a eso de las 4, estaba lleno de críos, que estaban celebrando un cumpleaños.
La entrada a la bolera (auténtica).
No he jugando nunca a los bolos, y me hacía gracia observar todo lo que sucedía a mi alrededor. El decorado del lugar es digno de mención: una moqueta con motivos planetarios en la que los planetas eran las bolas y con bolos por satélites. Al fondo, una pared llena de fotos de gente que había logrado 300 puntos en una partida, la puntuación más alta. Las fotos era dignas de verse, con looks muy interesantes de los años 80. David me dijo: "Caro, this is pure Americana", traducción a lo bestia, que aquí tienes un claro ejemplo de cultura americana.
Nos alquilamos los zapatos para poder jugar (me dice David que tienen que usar zapatos especiales para no rallar las pistas), y nos alquilamos una pista. David y Terry estaban emocionados porque jugar a los bolos en Nueva York es bastante caro (hay un par de boleras famosas, Bowlmor Lanes en University Place y las de Chelsea Piers). Las partidas aquí costaban $2.50 por persona, por partida por lo que jugar 10 rondas, los 4 nos salía por $10.00. El alquiler de los zapatos nos salía por $2.00.
Los zapatos de alquiler, ya me voy sintiendo más como The Dude...
Los chicos nos enseñaron a tirar (más bien nos intentaron enseñar). Encontré que las bolas son bastante pesadas y que aunque tengan diferentes pesos, se te cae una al suelo, independientemente del peso que tenga, y levanta ampollas en el parqué fijo. Cada partida tiene 10 rondas por persona y cada ronda te da 2 oportunidades para tirar los bolos: gutter es cuando no tiras ni un solo bolo en ninguna de las 2 intentonas (parece ser que es mi tirada favorita, porque tuve varias rondas en las que, nunca mejor dicho, no di pie con bolo), spare (sí que tiras unos cuantos bolos en la primera intentona y luego tiras los restantes bolos (un total de 10) en la segunda intentona) y strike cuando tiras los 10 bolos al primer intento y te regalan una pechá de puntos (10) para la siguiente tirada.
Primera tirada de la tarde. Parece que Carola no lo hace tan mal... ya veréis como sigue la tarde.
Total que nos cogimos una pista y jugamos a los bolos. Al principio parecía que no lo hacía nada mal, pero al final de la primera partida, iba la última con diferencia, con una racha de gutter balls (le echaremos la culpa a la enana que me cambia el equilibrio, y es que tiraba la bola y se me iba a los lados), pero aun así, me marqué un par de strikes, lo cual no estuvo nada mal.
Lo que empezó tan bien, acabó en la más absoluta derrota...
El sábado por la tarde los chicos decidieron volver a la bolera, mientras las chicas íbamos a una clase de yoga en el pueblito (no era prenatal, y fue bastante interesante intentar hacer algunas de las asanas con la panza). Lo que más gracia me hizo fue que cuando me agachaba un poquito más de la cuenta, la enana se debía de dar cuenta porque pegaba una patadita, como diciendo, vale, que estamos apretados aquí y no es preciso que me aprietes más, pero por lo general, no tuve mayor problema (con modificaciones para adaptarme a lo que tengo) y me encantó la clase. Hace tiempo que no practico yoga (lo recomiendo para el estrés y para, aunque no os lo creais, dejar de fumar), y aunque tengo un vídeo de yoga prenatal y clases en el barrio, en realidad soy más floja que una cortina. Así que esta clase ha hecho que me entren ganas de volver a practicar, así que a ver si la semana que viene me apunto a una clase de yoga prenatal.
A lo que íbamos, tras la clase de yoga, nos fuimos a recoger a los chicos. El ambiente era totalmente diferente al del viernes por la tarde. La bolera estaba tan llena, que los chicos no pudieron coger ninguna pista, y acabaron en el bar de la bolera charlando y bebiendo cervezas. Parece ser que este es el lugar donde la gente se reune los fines de semana, y estaba lleno de gente y de familias que se repartían los turnos entre jugar a los bolos, o ver a los miembros de su equipo jugar mientras comían alitas de pollo y bebían cervezas. No sé es como ver las pistas de bolos del Big Lebowski llenas de gente. Lo único que faltaba eran los white Russians y los 3 nihilistas.
El viernes pasado, aún de vacaciones y con las carreteras llenas de nieve, decidimos bajar a la ciudad más grande de la zona, Great Barrington, a ver que es lo que se cocía. Por lo visto es un centro para esquiar que está bien y se llena bastante los fines de semana. No es tan grande como los que hay en Vermont, pero al estar a 3 horas en coche de Manhattan, es mucho más fácil venir aquí que irte para allá. Una, como no esquía (sólo tuve un intento hace siglos en Sierra Nevada, y fue de lo más accidentado, con parada en Maracena, provincia de Granada), pues tampoco sabe si la nieve es buena o no, pero nuestros amigos estaban emocionados. Yo lo único que veía es que había mucha, mucha nieve.
Total que fuimos a Great Barrington y acabamos en un restaurante japonés muy coqueto y, pensamos, muy caro, con precios casi iguales que los de Manhattan, y eso que estamos donde Cristo perdió las llaves, uno pensaría que las cosas son más baratas. Al terminar de comer, salimos a la calle y un poco más y nos da el yuyu del frío que hacía. Siguiente parada, 4 tiendas más abajo, una cafetería-pastelería-heladería, SoCo Creamery, en la que paramos a tomaros un café que nos calentase el alma y ver si tenían WiFi y conectarnos un poco al mundo exterior, sin éxito.
Luego nos dimos un paseo por la ciudad, pero con el frío aguantamos bien poco y decidimos ir a Cove Lanes, la bolera de Great Barrington. Era como la del Gran Lebowski, pero en New England en vez de California, y como era un viernes por la tarde, a eso de las 4, estaba lleno de críos, que estaban celebrando un cumpleaños.
La entrada a la bolera (auténtica).
No he jugando nunca a los bolos, y me hacía gracia observar todo lo que sucedía a mi alrededor. El decorado del lugar es digno de mención: una moqueta con motivos planetarios en la que los planetas eran las bolas y con bolos por satélites. Al fondo, una pared llena de fotos de gente que había logrado 300 puntos en una partida, la puntuación más alta. Las fotos era dignas de verse, con looks muy interesantes de los años 80. David me dijo: "Caro, this is pure Americana", traducción a lo bestia, que aquí tienes un claro ejemplo de cultura americana.
Nos alquilamos los zapatos para poder jugar (me dice David que tienen que usar zapatos especiales para no rallar las pistas), y nos alquilamos una pista. David y Terry estaban emocionados porque jugar a los bolos en Nueva York es bastante caro (hay un par de boleras famosas, Bowlmor Lanes en University Place y las de Chelsea Piers). Las partidas aquí costaban $2.50 por persona, por partida por lo que jugar 10 rondas, los 4 nos salía por $10.00. El alquiler de los zapatos nos salía por $2.00.
Los zapatos de alquiler, ya me voy sintiendo más como The Dude...
Los chicos nos enseñaron a tirar (más bien nos intentaron enseñar). Encontré que las bolas son bastante pesadas y que aunque tengan diferentes pesos, se te cae una al suelo, independientemente del peso que tenga, y levanta ampollas en el parqué fijo. Cada partida tiene 10 rondas por persona y cada ronda te da 2 oportunidades para tirar los bolos: gutter es cuando no tiras ni un solo bolo en ninguna de las 2 intentonas (parece ser que es mi tirada favorita, porque tuve varias rondas en las que, nunca mejor dicho, no di pie con bolo), spare (sí que tiras unos cuantos bolos en la primera intentona y luego tiras los restantes bolos (un total de 10) en la segunda intentona) y strike cuando tiras los 10 bolos al primer intento y te regalan una pechá de puntos (10) para la siguiente tirada.
Primera tirada de la tarde. Parece que Carola no lo hace tan mal... ya veréis como sigue la tarde.
Total que nos cogimos una pista y jugamos a los bolos. Al principio parecía que no lo hacía nada mal, pero al final de la primera partida, iba la última con diferencia, con una racha de gutter balls (le echaremos la culpa a la enana que me cambia el equilibrio, y es que tiraba la bola y se me iba a los lados), pero aun así, me marqué un par de strikes, lo cual no estuvo nada mal.
Lo que empezó tan bien, acabó en la más absoluta derrota...
El sábado por la tarde los chicos decidieron volver a la bolera, mientras las chicas íbamos a una clase de yoga en el pueblito (no era prenatal, y fue bastante interesante intentar hacer algunas de las asanas con la panza). Lo que más gracia me hizo fue que cuando me agachaba un poquito más de la cuenta, la enana se debía de dar cuenta porque pegaba una patadita, como diciendo, vale, que estamos apretados aquí y no es preciso que me aprietes más, pero por lo general, no tuve mayor problema (con modificaciones para adaptarme a lo que tengo) y me encantó la clase. Hace tiempo que no practico yoga (lo recomiendo para el estrés y para, aunque no os lo creais, dejar de fumar), y aunque tengo un vídeo de yoga prenatal y clases en el barrio, en realidad soy más floja que una cortina. Así que esta clase ha hecho que me entren ganas de volver a practicar, así que a ver si la semana que viene me apunto a una clase de yoga prenatal.
A lo que íbamos, tras la clase de yoga, nos fuimos a recoger a los chicos. El ambiente era totalmente diferente al del viernes por la tarde. La bolera estaba tan llena, que los chicos no pudieron coger ninguna pista, y acabaron en el bar de la bolera charlando y bebiendo cervezas. Parece ser que este es el lugar donde la gente se reune los fines de semana, y estaba lleno de gente y de familias que se repartían los turnos entre jugar a los bolos, o ver a los miembros de su equipo jugar mientras comían alitas de pollo y bebían cervezas. No sé es como ver las pistas de bolos del Big Lebowski llenas de gente. Lo único que faltaba eran los white Russians y los 3 nihilistas.
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