~Una calle~
Creo que si hay algo que echo realmente de menos de Málaga, es nuestra gente. No sé, llevo aquí más de 10 años, y sí, he encontrado gente encantadora, pero todavía no me he topado con una de esas personas entrañables, de las de toda la vida. Un personaje con mayúsculas. Tal vez se deba al hecho de la cantidad de almas que se mueven en esta ciudad, o al ritmo frenético de la misma, que nos hace ir de un sitio para otro, un poco "como vaca sin cencerro", que diría Almodóvar, sin pararnos a disfrutar de esos pequeños instantes que la vida nos ofrece.
Me ha venido este pensamiento en voz alta porque hará un par de semanas, un lector, Laureano, al que resulta que conozco de vista de toda la vida porque concidimos en el Colegio del Palo, me dejó un comentario en el que me decía que se había creado una iniciativa para pedir que se nombre una calle en Málaga en honor de Antonio del Río Soto, que así, con nombre y apellidos, puede ser que no le diga nada a mucha gente.
Ahora, si decimos Antonio, "El Almendrita", nos hará sonreir a todos los que nos hemos criado en Pedregalejo y El Palo. ¿Quién no conoce a este señor que con su eterna sonrisa, aparte de vender unas almedras que ya quisieran estos yankies poder tener por aquí, nos ha estado obsequiando con una simpatía, un arte y un saber estar que ya quisiéramos muchos? No sé cómo lo hará, pero parece que por Antonio no pasen los años, sólo se acumulan recuerdos. Le han comprado almendras nuestros padres, ha charlado con nosotros y le ha regalado gominolas a nuestros hijos. Puedo asegurar categóricamente que en todo el tiempo que llevo aquí, tan lejos de mi Palo, no he encontrado a una persona cuya manera de ser se me haya quedado grabada en la memoria como Antonio.
Tal vez el ejemplo más cercano que pueda encontrar sea Joe Ades, un señor mayor, con una barba plateada impecable, que, con su traje de chaqueta incluso en los días de verano, se sentaba en una esquina de Union Square con un par de cajas de llenas de frutas y verduras y vendía pelapapas, pero con un acento británico y una pasión que lograban parar por un momento esa velocidad que nos consume a los neoyorkinos y atraer la curiosidad de los turistas para disfrutar de su pequeño discurso adornado con mondas de patatas y zanahorias. El Sr. Ades llegó a ser objeto de un reportaje de Vanity Fair, en el que se nos descubría que a pesar de tener un trabajo que de puertas para fuera pueda parecer de lo más humilde y sacrificado, Joe, "The Peeler Guy", vivía en el Upper East Side, uno de los barrios más caros de Manhattan. Por desgracia, Joe falleció el 1 de febrero de 2009 y su ausencia se anunció en todos los blogs y periódicos locales. Es increíble como "The Peeler Guy" o "El Almendrita" han podido llegar a tocar tantas almas con unos simples pelapapas o unas bolsitas de almendras. Esa es la humanidad que se echa bastante en falta.
Ya sé que esta foto no es original y que la colgué hace ya unos cuantos meses, pero es la única que tengo de Antonio. Me trae muchos, muchos recuerdos.
Y sí, Laureano, desde Nueva York te llegarán unas cuantas firmas para que haya una calle que lleve el nombre de Antonio, "El Almendrita".
Creo que si hay algo que echo realmente de menos de Málaga, es nuestra gente. No sé, llevo aquí más de 10 años, y sí, he encontrado gente encantadora, pero todavía no me he topado con una de esas personas entrañables, de las de toda la vida. Un personaje con mayúsculas. Tal vez se deba al hecho de la cantidad de almas que se mueven en esta ciudad, o al ritmo frenético de la misma, que nos hace ir de un sitio para otro, un poco "como vaca sin cencerro", que diría Almodóvar, sin pararnos a disfrutar de esos pequeños instantes que la vida nos ofrece.
Me ha venido este pensamiento en voz alta porque hará un par de semanas, un lector, Laureano, al que resulta que conozco de vista de toda la vida porque concidimos en el Colegio del Palo, me dejó un comentario en el que me decía que se había creado una iniciativa para pedir que se nombre una calle en Málaga en honor de Antonio del Río Soto, que así, con nombre y apellidos, puede ser que no le diga nada a mucha gente.
Ahora, si decimos Antonio, "El Almendrita", nos hará sonreir a todos los que nos hemos criado en Pedregalejo y El Palo. ¿Quién no conoce a este señor que con su eterna sonrisa, aparte de vender unas almedras que ya quisieran estos yankies poder tener por aquí, nos ha estado obsequiando con una simpatía, un arte y un saber estar que ya quisiéramos muchos? No sé cómo lo hará, pero parece que por Antonio no pasen los años, sólo se acumulan recuerdos. Le han comprado almendras nuestros padres, ha charlado con nosotros y le ha regalado gominolas a nuestros hijos. Puedo asegurar categóricamente que en todo el tiempo que llevo aquí, tan lejos de mi Palo, no he encontrado a una persona cuya manera de ser se me haya quedado grabada en la memoria como Antonio.
Tal vez el ejemplo más cercano que pueda encontrar sea Joe Ades, un señor mayor, con una barba plateada impecable, que, con su traje de chaqueta incluso en los días de verano, se sentaba en una esquina de Union Square con un par de cajas de llenas de frutas y verduras y vendía pelapapas, pero con un acento británico y una pasión que lograban parar por un momento esa velocidad que nos consume a los neoyorkinos y atraer la curiosidad de los turistas para disfrutar de su pequeño discurso adornado con mondas de patatas y zanahorias. El Sr. Ades llegó a ser objeto de un reportaje de Vanity Fair, en el que se nos descubría que a pesar de tener un trabajo que de puertas para fuera pueda parecer de lo más humilde y sacrificado, Joe, "The Peeler Guy", vivía en el Upper East Side, uno de los barrios más caros de Manhattan. Por desgracia, Joe falleció el 1 de febrero de 2009 y su ausencia se anunció en todos los blogs y periódicos locales. Es increíble como "The Peeler Guy" o "El Almendrita" han podido llegar a tocar tantas almas con unos simples pelapapas o unas bolsitas de almendras. Esa es la humanidad que se echa bastante en falta.
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4 Comments:
At 4:11 a. m., alicetaylor said…
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