~Henry Public~
Ya sé que he andado bastante perdida. Mi excusa: esta semana pasada he estado sola con la enana, ya que David estaba en LA, the City of Angels, rodando. Así que el sábado, que hacía un día estupendo, vino mi primo a rescatarme y salimos a dar una vuelta por le barrio. Montamos a la enana en el cochecito y allá que nos fuimos de excursión.
Empezamos la mañana pasando por Carroll Park, el parque de mi barrio, en el que últimamente pasamos muchas horas con Alaia, a la que le encantan los columpios. El sábado tenían el It's My Park Day, en el que voluntarios del barrio estaban plantando y limpiando el parque. El regalo por dar 2 horas de tu tiempo a mejorar el parque era una copa gratis en Abilene (esta vez porque estaba sola con la niña, pero creo que a la próxima me apunto, a ver si aprendo algo de jardinería y, de paso, me regalan una cerveza fresquita). Charlamos un rato con un par de amigos, que andaban pintando verjas y podando plantas, y a los que les llevamos un iced coffee para agradecerles su esfuerzo y seguimos nuestro paseo por Smith Street. Decidimos probar el brunch en Verde, un restaurante italiano que acaban de abrir y del que sabía poco excepto por el post de mi amiga Katia en su blog, en el comentaba que dicho restaurante tenía a la hostess (figura que no sé si existe en España, pero que en los restaurantes de por aquí se lleva mucho y que es la persona que normalmente te suele coger la reserva y que cuando llegas al restaurante te lleva a tu mesa y te da el menú) prácticamente en la calle, post que, por lo visto, levantó ampollas.
No fue la hostess lo que nos hizo entrar en el local, sino un cartel en el que anunciaban un Brunch Special: All you can drink (champagne, mimosas, bellinis, screwdrivers & bloody mary) for $13.95. Vamos, un beba todo lo que pueda por $13.95. Para como está la economía, esto es una ganga. Así que allá que fuimos y nos sentamos en un patio muy tranquilo, con el solecito de mayo, y al que le hacían falta los azulejos para ser uno de nuestros patios. Total, que cuando preguntamos por el brunch special resulta que sólo eran las copas, y no incluía la comida, como habíamos entendido (ilusos, ja, como diría mi madre, que nadie te da cinco duros por 20 pesetas). Vamos, esto me pasa con David, y seguro que levanta el campamento y se va, alegando falsa publicidad o qué sé yo (y con toda razón), pero como mi primo y yo somos un poco más cortados, decidimos quedarnos. A decir verdad, el brunch no me impresionó demasiado: los Eggs Benedict estaban decentes, pero tampoco para echar cohetes, y he tomado Bloody Marys mucho mejores. Como comprobaréis, no soy nada original en mi elección de brunch. Eso sí, se estaba de gloria en el patio y el camarero era todo atenciones.
Total, que después del brunch seguimos con nuestro paseo, sin rumbo fijo, y acabamos a la puerta de Henry Public, un local que lo abrieron este otoño pasado y que hacía ya tiempo que quería ir a probar, pero que por esas cosas de la vida, no he podido ir hasta ahora. Resulta que mi primo tampoco había estado, así que nos miramos el uno al otro, y sin decir palabra, p'a dentro que fuimos. Tengo que reconocer que a mí las cosas me entran por los ojos. Tengo la mala costumbre de pedir de más en los restaurantes, sólo porque es que el menú parece tan bueno, y se ha dado el caso de haberme acercado a Sephora en busca de un perfume y haberme quedado atontada con el diseño del bote (y hasta igual el perfume no me gustaba nada, pero el bote era tan mono...) y acabar con el botecito de marras, convenciéndome a mí misma que el perfume era estupendo y era toda yo... Es lo que tiene el gusto por el diseño.
Pues lo dicho, que Henry Public había despertado mi curiosidad por el diseño de su ventanal. No tenía ni idea del menú, pero esas ventanas esmeriladas me tenían intrigada. Y no defraudaron: nada más entrar, te da la sensación de que estás en otra época y hasta los camareros van vestidos a juego con el local: pantalones negros, camisas blancas y corbatas negras (excepto que una sabe que, en realidad, son hipsters: les delatan los bigotes hirsutos, tirantes con skinny jeans y las gafas de pasta; sí, ésas que tuvimos que llevar puestas aquéllos que vivimos nuestra infancia en los 80, no porque fuesen lo last, sino porque no quedaba otra). Los cócteles, un poquillo caros para ser Brooklyn (unos $10.00), aunque parece ser que esta zona de Brooklyn se está poniendo así de cara. Las birras a $6.00, la media de una cerveza por estos lares, así que por ahí no te arruinas.
Lo que me encantó del local es el look antiguo que tiene. Nada más entrar, pisas el suelo de madera hecho polvo, y te encuentras, a mano derecha, con una barra de madera y metal, con sus banquetas de madera y tras ella, botellas junto a una caja registradora del año de la Maricastaña, que parece ser que todavía funciona. Era como si, de repente, hubiésemos retrocedido en el tiempo. Las mesitas de mármol y sus silloncitos de madera me recordaron, no sé porqué, al Café Central o al Café Madrid, aunque ya sé que no tienen nada que ver (y ahora que lo pienso, lo que daría yo por un café con churros). Me encantó la pared blanca en la que te ponen el menú del día y los percheritos de madera junto a las mesitas.
El bar está dividido en dos habitaciones, el bar, nada más entrar, y una especie de salón con mesas y sillas de madera al fondo, con un look un poco de lejano Oeste. Lo que más me llamó la atención fue el baño, con sus azulejos blancos y una lámpara y una pila antiguas, que sí que parecían que la habían rescatado de algún saloon. Como friki que soy, allá que me metí en el baño a documentar con una foto para la posteridad.
Una lástima haber tomado el brunch en Verde, porque los cócteles tenían muy buena pinta y tenían ostras... Al final, nos pedimos una birritas, para no abusar, y unas patatas fritas, por enredar, pero el mac and cheese anunciado en la pared a mis espaldas no hacía más que llamarme. Al final, ignoré el canto de la sirena, no sólo porque es que iba a reventar, sino porque ésta es la excusa perfecta para volver.
Henry Public
329 Henry Street
Brooklyn, NY 11201
Tel: (718) 852-8630
Ya sé que he andado bastante perdida. Mi excusa: esta semana pasada he estado sola con la enana, ya que David estaba en LA, the City of Angels, rodando. Así que el sábado, que hacía un día estupendo, vino mi primo a rescatarme y salimos a dar una vuelta por le barrio. Montamos a la enana en el cochecito y allá que nos fuimos de excursión.
Empezamos la mañana pasando por Carroll Park, el parque de mi barrio, en el que últimamente pasamos muchas horas con Alaia, a la que le encantan los columpios. El sábado tenían el It's My Park Day, en el que voluntarios del barrio estaban plantando y limpiando el parque. El regalo por dar 2 horas de tu tiempo a mejorar el parque era una copa gratis en Abilene (esta vez porque estaba sola con la niña, pero creo que a la próxima me apunto, a ver si aprendo algo de jardinería y, de paso, me regalan una cerveza fresquita). Charlamos un rato con un par de amigos, que andaban pintando verjas y podando plantas, y a los que les llevamos un iced coffee para agradecerles su esfuerzo y seguimos nuestro paseo por Smith Street. Decidimos probar el brunch en Verde, un restaurante italiano que acaban de abrir y del que sabía poco excepto por el post de mi amiga Katia en su blog, en el comentaba que dicho restaurante tenía a la hostess (figura que no sé si existe en España, pero que en los restaurantes de por aquí se lleva mucho y que es la persona que normalmente te suele coger la reserva y que cuando llegas al restaurante te lleva a tu mesa y te da el menú) prácticamente en la calle, post que, por lo visto, levantó ampollas.
No fue la hostess lo que nos hizo entrar en el local, sino un cartel en el que anunciaban un Brunch Special: All you can drink (champagne, mimosas, bellinis, screwdrivers & bloody mary) for $13.95. Vamos, un beba todo lo que pueda por $13.95. Para como está la economía, esto es una ganga. Así que allá que fuimos y nos sentamos en un patio muy tranquilo, con el solecito de mayo, y al que le hacían falta los azulejos para ser uno de nuestros patios. Total, que cuando preguntamos por el brunch special resulta que sólo eran las copas, y no incluía la comida, como habíamos entendido (ilusos, ja, como diría mi madre, que nadie te da cinco duros por 20 pesetas). Vamos, esto me pasa con David, y seguro que levanta el campamento y se va, alegando falsa publicidad o qué sé yo (y con toda razón), pero como mi primo y yo somos un poco más cortados, decidimos quedarnos. A decir verdad, el brunch no me impresionó demasiado: los Eggs Benedict estaban decentes, pero tampoco para echar cohetes, y he tomado Bloody Marys mucho mejores. Como comprobaréis, no soy nada original en mi elección de brunch. Eso sí, se estaba de gloria en el patio y el camarero era todo atenciones.
Total, que después del brunch seguimos con nuestro paseo, sin rumbo fijo, y acabamos a la puerta de Henry Public, un local que lo abrieron este otoño pasado y que hacía ya tiempo que quería ir a probar, pero que por esas cosas de la vida, no he podido ir hasta ahora. Resulta que mi primo tampoco había estado, así que nos miramos el uno al otro, y sin decir palabra, p'a dentro que fuimos. Tengo que reconocer que a mí las cosas me entran por los ojos. Tengo la mala costumbre de pedir de más en los restaurantes, sólo porque es que el menú parece tan bueno, y se ha dado el caso de haberme acercado a Sephora en busca de un perfume y haberme quedado atontada con el diseño del bote (y hasta igual el perfume no me gustaba nada, pero el bote era tan mono...) y acabar con el botecito de marras, convenciéndome a mí misma que el perfume era estupendo y era toda yo... Es lo que tiene el gusto por el diseño.
Pues lo dicho, que Henry Public había despertado mi curiosidad por el diseño de su ventanal. No tenía ni idea del menú, pero esas ventanas esmeriladas me tenían intrigada. Y no defraudaron: nada más entrar, te da la sensación de que estás en otra época y hasta los camareros van vestidos a juego con el local: pantalones negros, camisas blancas y corbatas negras (excepto que una sabe que, en realidad, son hipsters: les delatan los bigotes hirsutos, tirantes con skinny jeans y las gafas de pasta; sí, ésas que tuvimos que llevar puestas aquéllos que vivimos nuestra infancia en los 80, no porque fuesen lo last, sino porque no quedaba otra). Los cócteles, un poquillo caros para ser Brooklyn (unos $10.00), aunque parece ser que esta zona de Brooklyn se está poniendo así de cara. Las birras a $6.00, la media de una cerveza por estos lares, así que por ahí no te arruinas.
Lo que me encantó del local es el look antiguo que tiene. Nada más entrar, pisas el suelo de madera hecho polvo, y te encuentras, a mano derecha, con una barra de madera y metal, con sus banquetas de madera y tras ella, botellas junto a una caja registradora del año de la Maricastaña, que parece ser que todavía funciona. Era como si, de repente, hubiésemos retrocedido en el tiempo. Las mesitas de mármol y sus silloncitos de madera me recordaron, no sé porqué, al Café Central o al Café Madrid, aunque ya sé que no tienen nada que ver (y ahora que lo pienso, lo que daría yo por un café con churros). Me encantó la pared blanca en la que te ponen el menú del día y los percheritos de madera junto a las mesitas.
El bar está dividido en dos habitaciones, el bar, nada más entrar, y una especie de salón con mesas y sillas de madera al fondo, con un look un poco de lejano Oeste. Lo que más me llamó la atención fue el baño, con sus azulejos blancos y una lámpara y una pila antiguas, que sí que parecían que la habían rescatado de algún saloon. Como friki que soy, allá que me metí en el baño a documentar con una foto para la posteridad.
Una lástima haber tomado el brunch en Verde, porque los cócteles tenían muy buena pinta y tenían ostras... Al final, nos pedimos una birritas, para no abusar, y unas patatas fritas, por enredar, pero el mac and cheese anunciado en la pared a mis espaldas no hacía más que llamarme. Al final, ignoré el canto de la sirena, no sólo porque es que iba a reventar, sino porque ésta es la excusa perfecta para volver.
Henry Public
329 Henry Street
Brooklyn, NY 11201
Tel: (718) 852-8630
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