Vaya con la caló en NY

lunes, julio 14, 2008

~Desayuno con diamantes~

Esta tarde he pasado por la calle 47, entre la 6 y la 5 Avenidas, el famoso Diamond Distric que aparece en varias películas. Como era tarde, después de las 7, y es verano, tenía pinta de ciudad fantasma. Las 2 farolas con forma de diamante que hay en la 6 Avenida y la 47, y que tienen un aire a la entrada de la Feria que ponen en calle Larios, pero en versión bling bling, me hicieron sonreir. No tenía cámara a mano, a ver si saco una foto y la cuelgo.

El Diamond Distric es un micro-cosmos dentro de esta ciudad. Durante el día los escaparates están todos llenos de joyas y diamantes, judíos ortodoxos (hasidim) que se pasean de prisa con sus barbas y con trajes y sus sombreros oscuros; rusos, persas, indios, colombianos, cada uno de ellos se epecializa en algo. Hombres que te dan flyers para que vayas a comprar diamantes o para que vendas tus joyas. Esta manzana en concreto tiene una tienda tras otra, los Exhanges, en las que cuando entras ves cientos de puestecitos (como si fuese la planta baja del Corte Inglés), cada uno vendiendo (o comprando) joyas. Tienes los especialistas en joyas antiguas, los que venden joyería moderna, los que venden sólo diamantes. Y esto es sólo la planta que está en la calle. En las oficinas de los edificios de esta manzana, y de las calles de alrededor, hay gente que vende y compra joyas, tasadores, joyeros que te engarzan piedras preciosas y otros que se espcializan cortar diamantes y pulirlos.

El Diamond Distric fue el primer sitio en el que, hace años, empecé a currar en Nueva York, trabajando como chica de los recados para un joyero que se especializaba en comprar joyas antiguas y venderlas a coleccionistas. Os podéis imaginar, recién salida de Málaga, y encontrarme trabajando aquí, en pleno centro de Nueva York y en uno de los lugares que más vidilla tiene en la ciudad. Es como un estilo Wall Street, pero en un universo paralelo. Lo que más me sorprendió es como se cerraban los tratos. Algunos prestan sus joyas o sus piedras preciosas sin papeles: a veces un simple apretón de manos, un papel con tu firma y la palabra hebrea mazal, cierran el trato: si vendes la pieza que te he dejado en depósito, te emito una factura, me la pagas y listo; y si no la vendes en el plazo establecido, me la devuelves y tan amigos. Se debe a que en este barrio, todos los que trabajan aquí se conocen entre ellos y si alguno trata de metértele doblada, y se entera el resto de la comunidad, se queda sin poder hacer negocio. Y no sólo en Nueva York. Al ser uno de los centros más importantes de los diamantes, los que se mueven en este mercado conocen a joyeros y comerciantes en Antwerp, en París, en Tel Aviv, en Johanesburgo, en Londres y en Los Angeles. había momentos en los que mi vida parecía un reflejo de la película Snatch (pero sin atraco, menos mal).

Empecé trabajando aquí, porque una muy buena amiga mía era amiga del que sería mi jefe. En este mundo, vale mucho que tengas un buen currículum, pero es más importante que sepan de quién eres y que se pueden fiar de ti. La primera semana que empecé a trabajar en la 47, mi jefe me llevó de Exchange en Exchange para presentarme a toda la gente con la que él tenía tratos y para decirles que yo era su asistente y que hablar conmigo era como hablar con él, que me podían dejar las joyas para que yo se las llevase y él las tasase y que me podían pagar a mí, como si le pagasen a él. Y aunque llevo años sin trabajar allí, cada vez que paso por esa calle, siempre me encuentro a alguien que me conoce y se acuerda de mí. Fueron unos años muy divertidos, en los que conocí a mucha gente muy interesante. Aprendí un poco de hebreo y algunas de las costumbres judías, y siempre estaba bien poder salir temprano los viernes porque la mayoría de los puestecitos cerraban pronto para poder volver a casa a celebrar el Shabbat. También aprendí a tasar diamantes (aunque ya se me ha olvidado casi todo) y empecé a trabajar creando un sistema de inventario para mi jefe. Con lo que me quedé con las ganas es de ir a comer al Diamond Dealers Club, que es como el parqué de la bolsa, pero en vez de estar vendiendo y comprando acciones, lo que se compra y se vende son diamantes. Para poder ir a comer allí, ya que tiene restaurante, tienes que ser socio o conocer a un socio, así que tengo que ver si me reúno con mi antiguo jefe un día de éstos para pedirle que me lleve a un almuerzo con diamantes.