Vaya con la caló en NY

viernes, marzo 26, 2010

~Walker's~

¿Y qué hace una chica como tú en un sábado en el que hace un tiempo de perros y parece que estamos en un episodio del diluvio universal en lugar de Nueva York? Pues en vez de escuchar al Pepito Grillo de turno y quedarme en casa en mi pijamita, calentita y tomándome un café hirviendo, como a mí me gusta, no se nos ocurre mejor idea que salir a la calle con la que está cayendo. Hace dos semanas fue el cumpleaños de David y decidimos salir a celebrarlo cenando el viernes por la noche en un restaurante que hacía tiempo queríamos probar, The Grocery, y tomando el brunch el sábado en un sitio que le encanta, una de esas joyas en TriBeCa que cumple el requisito de la triple B: bueno, bonito y barato (dentro de lo barato que puede ser comer en TriBeCa). Así que allá que nos fuimos con la enana en su Baby Björn y bajo paraguas a tomarnos el brunch con mi primo.

No sé si alguna vez he comentado que los paraguas son totalmente inútiles en Nueva York. Cuando llueve, no sé porqué, parece que llueve de lado y no importa si llevas paraguas o no, siempre acabas calado hasta los huesos. Luego está el momento de ventolera y el paraguas se convierte en una especie de seta atómica del revés que anuncia su propia extinción... y bueno, aun con el peligro de parecer una déspota, opino que se debería prohibir llevar paraguas a personas que no tengan al menos metro-setenta de altura (grupo en el que no me incluyo, puesto que soy bastante más bajita que eso). Y es que la gente aquí parece que no sabe usar paraguas, o tal vez sea eso de que llueve de lado, que los utilizan como escudos protectores y tienes que andarte con mil ojos si no quieres acabar como un espeto de sardinas, empalado en el paraguas descarriado de alguna señora mayor despistada (obviamente más bajita que tú) o de un ejecutivo agresivo à la Mad Men, que se cree que puede hablar por la BlackBerry, tomarse el café, llevar el paraguas y no mojarse, todo a la vez.

Y con esta introducción, os podéis imaginar mi estado de ánimo el sábado pasado: estaba calada hasta los huesos; obviamente, como íbamos de brunch, iba con el estómago vacío, y a tener en cuenta que íbamos con horario muy latino: las 2 de la tarde. Para colmo, el metro que nos iba a acercar a Walker's, el local del que David no paraba de hablar, no funcionaba realmente y tuvimos que desviarnos y coger un A uptown para luego cogerlo downtown porque estaban haciendo obras en esa línea y los de la MTA habían decidido que el A hiciese la ruta del F, del que nos habíamos bajado para hacer trasbordo al susodicho A, pero nadie nos lo había anunciado. Lo dicho, que servidora estaba de un humor de perros. Menos mal que David tiene más paciencia que un santo conmigo y estaba bastante animado pensando en su brunch. Él ya conocía el sitio y fue el que me convenció para ir con él. Ya verás, las hamburguesas están buenísimas. No seas tonta, vente que te va a encantar el sitio. Me dejé llevar por la promesa de una buena hambuerguesa, y eso que no como mucha carne, y con el propósito de escribir sobre algún lugar interesante en Manhattan, pero tengo que confesar que a medio camino, una no estaba tan segura de que un trozo de carne picada entre dos panecillos mereciese un viaje bajo una lluvia torrencial.

Tras los contratiempos indicados anteriormente (que, vistos en la distancia, parecían peores de lo que fueron en realidad, y es que a una le gusta quejarse), llegamos a nuestra cita en Walker's media hora más tarde de lo que habíamos acordado con mi primo que, como siempre, nos esperaba con más paciencia que el santo Job. El local tenía una luz especial, no sé si por la ubicación del mismo o por ese cielo gris con lluvia. Un local amplio con su barra de madera, con pinta de que ha estado en ese sitio toda la vida y sus mesitas con sus manteles blancos y encima, un mantel de papel, con sus velitas, sus flores y un vasito con ceras de colores, para que los más pequeños (y los no tan pequeños) puedan entretenerse dibujando en el mantel de papel mientras esperan para comer. No muy llamativo ni muy lujoso, tiene un aspeco de pub irlandés pero sin ese look prefabricado que tienen la mayoría de los pubs irlandeses a los que he ido, no importa que estén en La Puebla de Cazalla (es un poner, porque nunca he estado) o en Nueva York.

El camarero, muy amable, nos trató como si nos conociese de toda la vida. Menú: especiales de brunch, que vienen aderezados con un Bloody Mary, una Mimosa o media pinta de cerveza, la hamburguesa (un clásico, según me dicen); Eggs Benedict; Eggs Walker (la versión del Eggs Benedict pero con salmón ahumado en lugar de bacon); huevos rancheros (huevos fritos versión latina, con tortillas de maíz, pico de gallo y judías negras). Bueno, ¿para qué voy a mentir? que no sabía por donde meterle mano al menú. Reconozco que me encanta el brunch y del brunch mi debilidad son los Eggs Benedict, aunque también tengo que admitir que estoy a la busqueda del mejor Croque Monsieur, como si fuese un templario en busca del Santo Grial. Hablaremos del Croque Monsieur en otra ocasión, ya que tengo que confesar que dicha búsqueda ha terminado en decepción más de una vez.

Como no me podía decidir le pregunté a nuestro camamero que me recomendase qué tomar, ya que estaba indecisa entre los Eggs Benedict (clásico de brunch, perfecto con un Bloody Mary que, por cierto, ya me había pedido) o la hamburguesa (la especialidad de la casa). El camarero me preguntó si había estado allí antes y le dije que no. Me dijo, mira, los Eggs Benedict están muy buenos, pero si no has probado la hamburguesa... te la recomiendo. Pues nada, allá que pedimos hamburguesa (3 de los 4 que estábamos) y un chicken sandwich. Nos trajeron nuestros Bloody Marys a las chicas y las cervezas a los chicos y en vez de traer la típica bandejita de pan, nos trajeron una bandejita con mini muffins recien hechos, calentitos todavía. Vamos, aquí la enana fue la reina con comida de su tamaño.


La hamburguesa estaba buenísima, y repito que no soy de las que se tira a la yugular del vecino por un un plato de carne. Así que si alguna vez acabáis en TriBeCa y no sabéis dónde ir, es el sitio al que ir para aquéllos que anden a la caza y captura de comida yanky por excelencia. Me la trajeron justo en su punto (medium rare, como a mí me gusta, ni muy hecha ni demasiado poco, vamos junto en su punto), con su pepinillo y con unas patatas fritas... ¡Toda una oda al colesterol!


Como veis por la foto, mereció la pena salir de Brooklyn en el fin de semana y calarse hasta los huesos. habrá que volver a probar los Eggs Benedict.

Walker's
16 N Moore Street
New York, NY 10013
Tel:(212)941-0142

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