Vaya con la caló en NY

miércoles, febrero 10, 2010

~La colada~


Probablemente se pregunten el porqué de la foto que he colgado hoy. Es algo de lo más normal ver en Málaga la colada secándose al aire, a veces como alegres banderitas de colores, otras como notas disonantes dentro del paisaje urbano. En Nueva York, me imagino que debido al clima (o quizás a la falta de lavadoras dentro de los minúsculos hogares neoyorkinos), esta imagen de ropa secándose al sol no es muy normal.

Aquí todo va a (y se encoge en) la secadora. Y como la mayoría no tiene lavadora en casa, acaban haciendo la colada en el laundromat. Sí, como aquél del famoso anuncio de hace años de los Levi's 501 , en el que un chico con un aire a Elvis en sus años de buen ver, se quita los vaqueros para lavarlos "a la piedra" ante la mirada atónica (y se intuye que un tanto lasciva) de unas amas de casa vintage, a las que la imagen del mozo de buen parecer les ha alegrado la que hubiese sido una aburrida colada. Os puedo asegurar que en mis varios años de uso de los servicios de diversos laundromats, mis coladas nunca han sido tan entretenidas como las del anuncio. Una lástima.

Recuerdo una anécdota divertida sobre mi colada. Llevaba ya un año en Nueva York y me acababa de mudar a Brooklyn. Por fin tenía apartamento (compartido con un chico y una chica, americanos ambos) y bueno, tras una experiencia con las lavadoras y las secadoras del laundromat de la esquina (y es que aquí lugares para hacer la colada hay a punta pala), en la que me cargué varias prendas de vestir, decidí lavar a mano un vestido muy mono para no cargármelo de un centrifugado mosqueado. Además, como teníamos jardín, mejor todavía porque lo podría poner a secar al aire. ¡Qué me gusta a mí el olor a fresquito de una colada tendida al sol! Así que ni corta ni perezosa, tralaralarita, soy una marujita y a mano lavo mi ropita... Con mucho esmero la escurro lo mejor posible, cojo una percha y me voy al porche del jardín (que mis roommates tenían bastante abandonado) donde cuelgo el vestido de una rama de un árbol un poquillo mustio, porque ya estábamos en otoño. Me olvido del vestido y al par de horas, como noto que hace un poco de rasca, vuelvo a por él, y me lo encuentro ¡totalmente congelado! Vamos, que mi vestido era una placa de hielo.

Nunca le conté a mis roommates mi desastre doméstico. Os puedo asegurar que no he repetido el experimento.