~Thanksgiving, otra vez~
Pues ya estamos otra vez a finales de año y sin darnos cuenta se nos ha echado Thanksgiving encima. No sé si será el calentamiento global del que habla Al Gore, pero lo cierto es que por estas fechas en otros años ya habíamos tenido alguna que otra nevada, y con eso de que ha estado haciendo un tiempo buenísimo, para cuando nos hemos querido dar cuenta, nos presentamos a finales de noviembre y no tenemos ni pavo ni nada comprado dos días antes del día D. En un principio David quería cocinar otra vez, sobre todo porque decía que éste sería el primer Día de Acción de Gracias de Alaia. Lo cierto es que le he estado preparando papillas de batata, entre otras cosas, para que al menos pudiese participar de algo de lo que se sirve para Thanksgiving, pero a decir verdad, el pavo no es que me emocione demasiado, y como aquí todo lo hacen a lo grande, tampoco me apetecía estar comiendo pavo reciclado durante dos semanas.
Total, que habíamos quedado que cuatro amigos se vendrían a cenar a casa, junto con mi amiga Lu, una italiana de Torino que se ha venido a vivir al otro lado del charco, a Montréal, y que pasaría el fin de semana con nosotros.
Miércoles por la tarde, recojo a la enana y me la traigo a casa, mientras espero a que llegue Lu. 24 horas antes de Thanksgiving y todavía no tenemos pavo. ¡Qué estrés! David me llama, que va a acercarse a Trader Joe's a comprar el pavo y algunas cosillas más para la cena de mañana. Al cabo de un rato me vuelve a llamar que ha comprado un pavo de 17 libras (unos 7 kilos y pico) y que viene para casa. Anda un poco mosqueado y me dice que dos de nuestros amigos acaban de cancelar y que no podrán venir a cenar. Dios mío, ¿cómo nos vamos a comer el bicho ese entre 5? Total, que como lo noto cansado y mosqueado, le digo que devuelva el pavo (es increíble, aquí se puede devolver todo) y llamo a nuestras otras dos amigas (que menos mal que tenían plan alternativo) y les digo que al final no vamos a hacer la cena del pavo en casa. Como Lu no es americana, tampoco le suponía mucho problema no comer pavo. Lu llega a eso de las 8.30 de la tarde, David está más relajado, aunque le sabe mal no seguir la tradición anual. Un par de vinos más tarde y con mucha conversación poniéndonos al día con Lu, le digo que ya encontraremos una solución. Vamos, como si hace falta pedir un take-out de Andy's, el único chino medio decente del barrio.
Al final acabamos yendo a casa de nuestros amigos Glenn y Katia, que celebraban Thanksgiving con sus dos niños (no tan críos) y sus respectivas parejas. Alaia, que es la niña mimada de Glenn y Katia (Glenn está convencido de que sus primeras palabras serán Uncle Glenn), presidió la mesa desde su trona y hasta probó un poquito de pavo. La tía aguantó hasta pasadas las 10 de la noche como toda una campeona.
Sí que tenemos que dar las gracias por tener salud, una niña preciosa y tan buenos amigos a nuestro alrededor.
Happy Thanksgiving!
Pues ya estamos otra vez a finales de año y sin darnos cuenta se nos ha echado Thanksgiving encima. No sé si será el calentamiento global del que habla Al Gore, pero lo cierto es que por estas fechas en otros años ya habíamos tenido alguna que otra nevada, y con eso de que ha estado haciendo un tiempo buenísimo, para cuando nos hemos querido dar cuenta, nos presentamos a finales de noviembre y no tenemos ni pavo ni nada comprado dos días antes del día D. En un principio David quería cocinar otra vez, sobre todo porque decía que éste sería el primer Día de Acción de Gracias de Alaia. Lo cierto es que le he estado preparando papillas de batata, entre otras cosas, para que al menos pudiese participar de algo de lo que se sirve para Thanksgiving, pero a decir verdad, el pavo no es que me emocione demasiado, y como aquí todo lo hacen a lo grande, tampoco me apetecía estar comiendo pavo reciclado durante dos semanas.
Total, que habíamos quedado que cuatro amigos se vendrían a cenar a casa, junto con mi amiga Lu, una italiana de Torino que se ha venido a vivir al otro lado del charco, a Montréal, y que pasaría el fin de semana con nosotros.
Miércoles por la tarde, recojo a la enana y me la traigo a casa, mientras espero a que llegue Lu. 24 horas antes de Thanksgiving y todavía no tenemos pavo. ¡Qué estrés! David me llama, que va a acercarse a Trader Joe's a comprar el pavo y algunas cosillas más para la cena de mañana. Al cabo de un rato me vuelve a llamar que ha comprado un pavo de 17 libras (unos 7 kilos y pico) y que viene para casa. Anda un poco mosqueado y me dice que dos de nuestros amigos acaban de cancelar y que no podrán venir a cenar. Dios mío, ¿cómo nos vamos a comer el bicho ese entre 5? Total, que como lo noto cansado y mosqueado, le digo que devuelva el pavo (es increíble, aquí se puede devolver todo) y llamo a nuestras otras dos amigas (que menos mal que tenían plan alternativo) y les digo que al final no vamos a hacer la cena del pavo en casa. Como Lu no es americana, tampoco le suponía mucho problema no comer pavo. Lu llega a eso de las 8.30 de la tarde, David está más relajado, aunque le sabe mal no seguir la tradición anual. Un par de vinos más tarde y con mucha conversación poniéndonos al día con Lu, le digo que ya encontraremos una solución. Vamos, como si hace falta pedir un take-out de Andy's, el único chino medio decente del barrio.
Al final acabamos yendo a casa de nuestros amigos Glenn y Katia, que celebraban Thanksgiving con sus dos niños (no tan críos) y sus respectivas parejas. Alaia, que es la niña mimada de Glenn y Katia (Glenn está convencido de que sus primeras palabras serán Uncle Glenn), presidió la mesa desde su trona y hasta probó un poquito de pavo. La tía aguantó hasta pasadas las 10 de la noche como toda una campeona.
Sí que tenemos que dar las gracias por tener salud, una niña preciosa y tan buenos amigos a nuestro alrededor.
Happy Thanksgiving!
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