Vaya con la caló en NY

domingo, agosto 07, 2005

~ Una habitación con vistas ~
Domingo por la noche, después de unos días mu ajetreaos. ¡Por fin, por fin, por fin! El jueves tuvimos el closing del apartamento. La verdá es que too el estrés ha merecío la pena. El miércoles tuvimos el final walk through del apartamento para ver que too estaba en regla. Allí nos encontramos con el vendedor del piso que estaba recogiendo las últimas cosillas. Parecía que too estaba bien.

El jueves nos fuimos de abogaos. En el despacho también estaba la broker que nos enseñó el piso, que no nos cae naa bien, ya que se ve que va a lo suyo, que no es mala filosofía de vida, mientras no joas a los demás y encima intentes pasar por buena gente. Vino porque quería make sure that everything is OK. ¡JA! Esta se vino y en cuanto sacaron su cheque... lo dicho, hasta luego, Lucas. Indio comido, indio ido. Me ha dao rabia que en todo este proceso haya habío tanto estrés, tantos emails, que si esto, que si aquello, que si no sé quién me ha dicho o me ha dejao de decir... Los dueños del apartamento parecían la mar de simpáticos y nos dijeron que las puestas de sol son preciosas... y creo que no se equivocan.



Na más terminar de los abogaos el jueves, nos fuimos a celebrarlo. Primero fuimos al cine. David había visto The March of the Penguins en versión original (francesa) en el avión y le encantó. Así que tiramos p'al Angelika y nos metimos a verla. Era la versión americana, con Morgan Freeman de narrador de los hechos. Unos paisajes alucinantes, pero por lo visto no tine ná que ver con la versión original. El Davi-mari se pilló un cabreo monumental, y por primera vez desde que estamos juntos me dijo que nos saliésemos del cine, que aquello no era la película que él había visto en el avión. Que la original era mucho mejor y que íbamos a buscar la versión original en DVD, ya que aquí sólo echan la versión yanky. Así que nos salimos del cine y nos fuimos a celebrar que ya tenemos un nuevo hogá (o que le debemos dinero al banco los próximos 30 años, según como se mire) a Tomoe, un restaurante con un sushi cojonudo. ¡Qué ilusión! Siempre hay cola para entrar, pero la verdad que en cunato llegamos, no había casi nadie y nos sentamos en seguida. A nuestro lao se sentó una familia con una niña de ¡3 añitos! que comía la tía sushi como una posesa, y eso que no era una familia japonesa. Después nos volvimos para Brooklyn, que David había quedao con Edwin para enseñarle nuestro nuevo hogá. Y allá que nos fuimos con una botellita de sake con Edwin y con Alex, una chica que trabaja en Blue Barn y que ha sido AC (Assistant Camera) de David a celebrarlo.

Estoy muerta. A dormir.