~¡Bienvenida!~
Llevo unos días, mejor dicho, un par de semanas, desconectada del mundo exterior. Hace hoy dos semanas, el martes 21 de abril, con 4 días de retraso según las predicciones de los médicos, llegó la pequeña Alaia al mundo (ésta, como su madre, sin bulla ninguna).
La verdad que lo del parto fue una experiencia muy fuerte (en todos los sentidos) y realmente creo que, para que la raza humana no se extinga, la memoria selectiva existe. Tras el dolor del parto (la epidural me llegó demasiado tarde), en cuanto oí el llanto de mi niña, se me pasó todo, sólo quería verla y saber que estaba bien. En ese momento ya no se siente ningún dolor, una ya no está hecha polvo, sólo quiere asegurarse de que ese milagrito que una ha llevado a cuestas durante 40 semanas esté bien. Me imagino que todas las que son madres os podrán confirmar esto. La pobre berreaba toda mosqueada mientras le hacían algunas pruebas, le ponían una pomada en los ojitos y le tomaban las huellas dactilares de esos piecitos tan pequeños, pero tan perfectos.
Menos mal que nos ha venido sana, con muchas ganas de comer (¿a quién habrá salido en eso? Nos la tendremos que llevar de excursión a conocer restaurantes y bares en Nuea York), una mata de pelo negro y unos ojazos grises increíbles, que aún no sabemos si cambiarán de color o no, y que tienen cierto rasgo oriental.
Y os podréis imaginar que ahora me paso los días entre darle de comer, cambiarle los pañales, pillar algo de sueño cuando cae rendida y pasarme el rato mirándola, porque hay momentos en los que me parece increíble que esta personita, que a nuestros ojos es tan preciosa, tan perfecta y tan personita, sea realmente nuestra. David está igual con ella, se le cae la baba. Está hecho todo un padrazo. Los que no saben muy cómo reaccionar ante este nuevo inquilino, son Sam y Dylan, nuestros gatos. Sam se va a dormir a otra parte de la casa cuando Alaia protesta a las 3 de la mañana y Dylan ha encontrado un nuevo sitio para jugar al escondite: debajo de la cuna. Por lo demás, se han adaptado bastante bien a ella.
He tenido la gran suerte de tener a mi madre con nosotros 2 semanitas (se me fue el domingo por la tarde) y que pudo estar con nosotros en el parto. Nos ha ayudado un montón estas primeras semanas en las que estamos empezando a conocer a Alaia un poquito (por lo pronto sabemos que le gusta Radiohead). No sé qué hubiesemos hecho sin ella.
Desde aquí espero que todas las madres hayan pasado un día de la madre estupendo (en Estados Unidos es el segundo domingo de mayo, en vez del primero). Creo que empiezo a comprender y a admirar más aún, si cabe, a mi madre.
Llevo unos días, mejor dicho, un par de semanas, desconectada del mundo exterior. Hace hoy dos semanas, el martes 21 de abril, con 4 días de retraso según las predicciones de los médicos, llegó la pequeña Alaia al mundo (ésta, como su madre, sin bulla ninguna).
La verdad que lo del parto fue una experiencia muy fuerte (en todos los sentidos) y realmente creo que, para que la raza humana no se extinga, la memoria selectiva existe. Tras el dolor del parto (la epidural me llegó demasiado tarde), en cuanto oí el llanto de mi niña, se me pasó todo, sólo quería verla y saber que estaba bien. En ese momento ya no se siente ningún dolor, una ya no está hecha polvo, sólo quiere asegurarse de que ese milagrito que una ha llevado a cuestas durante 40 semanas esté bien. Me imagino que todas las que son madres os podrán confirmar esto. La pobre berreaba toda mosqueada mientras le hacían algunas pruebas, le ponían una pomada en los ojitos y le tomaban las huellas dactilares de esos piecitos tan pequeños, pero tan perfectos.
Menos mal que nos ha venido sana, con muchas ganas de comer (¿a quién habrá salido en eso? Nos la tendremos que llevar de excursión a conocer restaurantes y bares en Nuea York), una mata de pelo negro y unos ojazos grises increíbles, que aún no sabemos si cambiarán de color o no, y que tienen cierto rasgo oriental.
Y os podréis imaginar que ahora me paso los días entre darle de comer, cambiarle los pañales, pillar algo de sueño cuando cae rendida y pasarme el rato mirándola, porque hay momentos en los que me parece increíble que esta personita, que a nuestros ojos es tan preciosa, tan perfecta y tan personita, sea realmente nuestra. David está igual con ella, se le cae la baba. Está hecho todo un padrazo. Los que no saben muy cómo reaccionar ante este nuevo inquilino, son Sam y Dylan, nuestros gatos. Sam se va a dormir a otra parte de la casa cuando Alaia protesta a las 3 de la mañana y Dylan ha encontrado un nuevo sitio para jugar al escondite: debajo de la cuna. Por lo demás, se han adaptado bastante bien a ella.
He tenido la gran suerte de tener a mi madre con nosotros 2 semanitas (se me fue el domingo por la tarde) y que pudo estar con nosotros en el parto. Nos ha ayudado un montón estas primeras semanas en las que estamos empezando a conocer a Alaia un poquito (por lo pronto sabemos que le gusta Radiohead). No sé qué hubiesemos hecho sin ella.
Desde aquí espero que todas las madres hayan pasado un día de la madre estupendo (en Estados Unidos es el segundo domingo de mayo, en vez del primero). Creo que empiezo a comprender y a admirar más aún, si cabe, a mi madre.
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