~Glass Shop~
Como ya habréis comprobado, soy de las que les gusta el café, y aunque no soy de las que lo toma como indicaba Talleyrand, "Le café doit être: Noir comme le Diable, Chaud comme l’Enfer, Pur comme un Ange, et Doux comme l’Amour" (el café debe ser negro como el diablo, caliente como el infierno, puro como un ángel y dulce como el amor), sí que disfruto a gusto de mis sombras cuando estoy en Málaga. Así que os podréis imaginar mi asombro cuando me doy cuenta de que aquí el café lo sirven en tazas de papel y se toman sobre la marcha. ¡Qué horror! Visto así, el café no es un placer, sino una necesidad, como me dice David: Me gusta saborear un buen café, pero el de a diario es para que me ponga las pilas. De ahí, que el café sea grande y más aguado que el nuestro, que en comparación, son como chupitos de café. No me quiero ni imaginar cómo andaría la gente por aquí con 4 ó 5 solos de los nuestros en el cuerpo.
Lo interesante es que una, con el paso del tiempo, se vuelve como ellos, y allá que me veis en el metro, termo en mano (eso sí, con Santa Cristina), iPod enchufado y mirada perdida (si vas de pie) o termo en mano y haciendo malabarismos para leer un libro a la vez (si tienes suerte de pillar asiento). Aún así, sigo echando de menos las tardes de invierno, sentada en La Chancla durante horas, mientras te pones al día y ves la puesta de sol en la bahía de Málaga.
De ahí que al ver un post en Cherrypatter, uno de los blogs que sigo y recomiendo para los que queráis ver comentarios sobre tiendas y restaurantes en Nueva York, sobre Glass Shop, un local que sirve café ¡en vasos de cristal! ¡como en Málaga!, decidí pegarme el viaje a probarlo. Tengo que admitir que las fotos en el post fueron parte decisiva de este paseo a Prospect Heights.
Total que pongo a Alaia en el cochecito y nos pegamos un paseo muy agradable por Atlantic Avenue, observando las nuevas tiendas y restaurantes en Flatbush Avenue y la arquitectura de Prospect Heights. La verdad es que el local me pilla un poco a desmano, y al entrar en él, me decepcioné un poco. No sé que es lo que me esperaba, las dos tazas de la foto me hicieron imaginarme un local amplio, con una sutil luz de por la tarde (se ve que he estado viviendo demasiado tiempo con un fotógrafo). Lo que me encontré fue un local estrechito (que es algo que una nota instintivamente cuando va de correrías con un cochecito de bebé), que era una antigua fábrica de cristal, con una mesa de madera a lo largo, para compartir, y un espejo en la pared en el que estaba escrito el precio de los cafés. Muy europeo. El estilo del local lo podría describir como de segunda mano, con muebles que no van unos con otro, pero que en conjunto, le dan un toque acogedor al lugar. El personal que estaba allí con sus cafés estaban o trabajando o escribiendo en sus portátiles y algunos de ellos los describiría como hipsters, que no sé muy bien como explicarlo en español, generalmente blancos, de clase media-alta, liberales y alternativos y que por su vestimenta los reconoceréis: barba, pelo semi largo, gafas grandes de pasta (sí, de ésas que llevábamos de chicos y de las que huímos con nuestras primeras lentillas) y skinny jeans, ellos y melenas con flequillo y ropa ochentera, ellas.
Me pedí un cappuccino y un bocata de atún, anchoas y alcaparras. Aunque encontré el café un poco caro ($3.00, ni que estuviésemos en Manhattan), tengo que admitir que el viaje mereció la pena. La extraña combinación del bocata estaba muy buena y no estaba mal de precio ($5.00) y el poder tomarme un café en vaso de cristal, con azucarero de verdad, no tiene precio. Compartí mesa en la parte de atrás del café, que no sé si aún está sin terminar o si el look que le quieren dar. También vi que tienen un patio, que ése sí que creo que está sin terminar y al que no me importaría volver a tomarme un café, aunque a mí en patios como éste, me apetece más tomarme una copa de vino o una cerveza fresquita.
Si acabais algún día por la zona del Brooklyn Museum y echais de menos el café como lo sirven en casa, merece la pena ir a Glass Shop.
Glass Shop
766 Classon Avenue
Brooklyn, NY 11238
Como ya habréis comprobado, soy de las que les gusta el café, y aunque no soy de las que lo toma como indicaba Talleyrand, "Le café doit être: Noir comme le Diable, Chaud comme l’Enfer, Pur comme un Ange, et Doux comme l’Amour" (el café debe ser negro como el diablo, caliente como el infierno, puro como un ángel y dulce como el amor), sí que disfruto a gusto de mis sombras cuando estoy en Málaga. Así que os podréis imaginar mi asombro cuando me doy cuenta de que aquí el café lo sirven en tazas de papel y se toman sobre la marcha. ¡Qué horror! Visto así, el café no es un placer, sino una necesidad, como me dice David: Me gusta saborear un buen café, pero el de a diario es para que me ponga las pilas. De ahí, que el café sea grande y más aguado que el nuestro, que en comparación, son como chupitos de café. No me quiero ni imaginar cómo andaría la gente por aquí con 4 ó 5 solos de los nuestros en el cuerpo.
Lo interesante es que una, con el paso del tiempo, se vuelve como ellos, y allá que me veis en el metro, termo en mano (eso sí, con Santa Cristina), iPod enchufado y mirada perdida (si vas de pie) o termo en mano y haciendo malabarismos para leer un libro a la vez (si tienes suerte de pillar asiento). Aún así, sigo echando de menos las tardes de invierno, sentada en La Chancla durante horas, mientras te pones al día y ves la puesta de sol en la bahía de Málaga.
De ahí que al ver un post en Cherrypatter, uno de los blogs que sigo y recomiendo para los que queráis ver comentarios sobre tiendas y restaurantes en Nueva York, sobre Glass Shop, un local que sirve café ¡en vasos de cristal! ¡como en Málaga!, decidí pegarme el viaje a probarlo. Tengo que admitir que las fotos en el post fueron parte decisiva de este paseo a Prospect Heights.
Total que pongo a Alaia en el cochecito y nos pegamos un paseo muy agradable por Atlantic Avenue, observando las nuevas tiendas y restaurantes en Flatbush Avenue y la arquitectura de Prospect Heights. La verdad es que el local me pilla un poco a desmano, y al entrar en él, me decepcioné un poco. No sé que es lo que me esperaba, las dos tazas de la foto me hicieron imaginarme un local amplio, con una sutil luz de por la tarde (se ve que he estado viviendo demasiado tiempo con un fotógrafo). Lo que me encontré fue un local estrechito (que es algo que una nota instintivamente cuando va de correrías con un cochecito de bebé), que era una antigua fábrica de cristal, con una mesa de madera a lo largo, para compartir, y un espejo en la pared en el que estaba escrito el precio de los cafés. Muy europeo. El estilo del local lo podría describir como de segunda mano, con muebles que no van unos con otro, pero que en conjunto, le dan un toque acogedor al lugar. El personal que estaba allí con sus cafés estaban o trabajando o escribiendo en sus portátiles y algunos de ellos los describiría como hipsters, que no sé muy bien como explicarlo en español, generalmente blancos, de clase media-alta, liberales y alternativos y que por su vestimenta los reconoceréis: barba, pelo semi largo, gafas grandes de pasta (sí, de ésas que llevábamos de chicos y de las que huímos con nuestras primeras lentillas) y skinny jeans, ellos y melenas con flequillo y ropa ochentera, ellas.
Me pedí un cappuccino y un bocata de atún, anchoas y alcaparras. Aunque encontré el café un poco caro ($3.00, ni que estuviésemos en Manhattan), tengo que admitir que el viaje mereció la pena. La extraña combinación del bocata estaba muy buena y no estaba mal de precio ($5.00) y el poder tomarme un café en vaso de cristal, con azucarero de verdad, no tiene precio. Compartí mesa en la parte de atrás del café, que no sé si aún está sin terminar o si el look que le quieren dar. También vi que tienen un patio, que ése sí que creo que está sin terminar y al que no me importaría volver a tomarme un café, aunque a mí en patios como éste, me apetece más tomarme una copa de vino o una cerveza fresquita.
Si acabais algún día por la zona del Brooklyn Museum y echais de menos el café como lo sirven en casa, merece la pena ir a Glass Shop.
Glass Shop
766 Classon Avenue
Brooklyn, NY 11238
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