~Increíble, pero cierto~
Me habían comentado mis amigos americanos que una vez que se cruza la Mason-Dixon Line, la línea que separa culturalmente el norte del sur de este país, Estados Unidos es otra cosa que no tiene nada que ver con la vida en Nueva York. Al no conocer el país lo suficientemente bien (y haberme pasado todo el tiempo en Nueva York, con visitas cortas de turismo a otras partes del país que suelen ser áreas metropolitanas), pensaba que tal vez fuese exageración de los del "norte" que opinan que están más avanzados que los del "sur", pero después de leer lo sucedido esta semana pasada en Louisiana, estado conocido por la ciudad de Nueva Orleans y por el huracán Katrina, estoy empezando a pensar que tal vez tengan razón.
Hay muchas cosas en este mundo que no entiendo y trato de aprender y ciertas cosas con las que flipo, que nunca intentaré aprender y que, para colmo, me ponen de los nervios. Esta noticia del jueves pasado, 15 de octubre de 2009, del New York Times es una de ellas: un juez de paz de Tangipahoa Parish en el estado de Louisiana se negó a casar a una pareja del lugar. (También lo podéis leer en El País). Normalmente estos temas domésticos suelen traer al fresco al resto de la población, pero en este caso la decisión de este juez de paz ha levantado ampollas (menos mal que la gente ha protestado y parece que se va a sancionar a dicho juez de paz).
¿El motivo para negarles la unión en matrimonio a esta pareja? Que una de las partes, el novio, es negro y la otra, la novia, es blanca. Fuerte, ¿no?, que a estas alturas de la historia de la humanidad (señores, estamos a 2009) aún haya gente que opine así y utilice su puesto para seguir perpetuando prejuicios. Aparte, de lo poquito que sé de leyes americanas, creo que el comportamiento del Sr. Bardwell es anti-constitucional, ya la última noticia que tengo, es que el negar el matrimonio a dos personas basándose en la diferencia racial de ambas partes se considera ilegal desde hace 42 años, más concretamente desde el 12 de junio de 1967, con el caso Loving v. Virgina.
El Sr. Bardwell ha comentado que no se considera racista, que tiene un montón de amigos negros, "que vienen a mi casa y utilizan mi baño" (Se me ponen los pelos de punta al pensar en esas fotos en blanco y negro de los años 50, de baños, autobuses y restaurantes "segregados" por las leyes de Jim Crow. ¿Será para el Sr. Bardwell el summum de haber superado el problema del racismo el compartir su baño con una persona de color?) y que "los trata como a cualquier otra persona", pero que cuando alguien le pide que los case, lo primero que les pregunta es que si la pareja es interracial y si lo es, se niega a casarlos. Explica que lo que le ha llevado a esta decisión es que, tras hablar sobre el tema con blancos y con negros, es que la sociedad no acepta a los hijos de estos matrimonios y que no quiere contribuir al sufrimiento de los futuros niños multirraciales. Algo interesante si se tiene en cuenta que el último censo de los Estados Unidos muestra un aumento de personas de varias razas y que en en el último censo de 2000 hay ya un 2% de la población estadounidense que se considera multirracial (unos 6 millones de personas).
Visto así, al Sr. Bardwell le ha debido de preocupar muchísimo la existencia de un montón de personas anónimas que no son de pura raza, entre las que me incluyo y de, entre otros, gente tan conocida como Barack Obama, hijo de un negro y una blanca, que ha sido elegido por mayoría como cuadragésimo cuarto presidente de los Estados Unidos; Ben Kingsley (que ganó el Oscar a mejor actor en 1982 con la película Gandhi) y que es mecla de hindú y blanca; Cameron Díaz, que tiene sangre cubana, inglesa, alemana y cherokee por sus venas; Salma Hayek, libanesa y mexicana; de Lenny Kravitz, judío y negro; Tiger Woods, que tiene sangre negra, china e india americana; o Bob Marley, blanco y negro, por nombrar a unos cuantos.
Entiendo por un lado, porque lo he vivido en mis propias carnes, el punto de vista del Sr. Bardwell. Cuando uno es mezcla de varias razas, hay ciertos momentos en los que a uno le da la sensación de ser apátrida: cuando vivía en Málaga, era "la china" (dicho, en la mayoría de los casos, en tono cariñoso) y cuando vivimos en Taipei, era 老外 (extranjera).
El estar mezclado también te puede llevar a situaciones interesantes, como cuando un funcionario me miró a la cara el día que entregué la documentación para pedir una beca del ministerio de educación para trabajar en el extranjero y me espetó si sabía que dichas becas eran sólo para ciudadanos españoles, sin ni siquiera mirar mi carné de identidad; el oir comentarios del tipo: "pero qué bien hablas español" (a lo que según las ganas que tuviese de cachondeo, respondía con una perorata sobre mis padres o simplemente me quedaba con el personal y les metía el rollo de que era una estudiante de intercambio y que me habían enseñado español en una academia buenísima: uno me llegó a decir que vaya que si la academia era buena, que me habían enseñado con acento de Málaga y todo. Aún no sé si iba en serio o si eran los rebujitos de más que se había tomado); o el entender comentarios más o menos soeces por parte de dos empleados de una cafetería en Nueva York sobre mi aspecto físico, pensando que no les entendería porque hablaban en castellano y el poder decirles tan tranquila, en castellano y para su sorpresa, "pues la verdad es que habéis quedado fatal" y largarme tan pancha.
Es cierto que probablemente se tenga crisis de identidad, algo de lo que hemos hablado con muchos amigos que son mezcla como nosotros, pero a la vez, es muy enriquecedor poder saber que se tiene una mayor herencia cultural y mucho más de donde aprender porque es parte de uno. Me enorgullece que mi hija tenga sangre andaluza, vasca, filipina, china, inca, judía, rusa, alemana, italiana y polaca y que pueda afirmar que realmente es ciudadana del mundo. Algo que no creo que el Sr. Bardwell pueda decir de sí mismo.
Me habían comentado mis amigos americanos que una vez que se cruza la Mason-Dixon Line, la línea que separa culturalmente el norte del sur de este país, Estados Unidos es otra cosa que no tiene nada que ver con la vida en Nueva York. Al no conocer el país lo suficientemente bien (y haberme pasado todo el tiempo en Nueva York, con visitas cortas de turismo a otras partes del país que suelen ser áreas metropolitanas), pensaba que tal vez fuese exageración de los del "norte" que opinan que están más avanzados que los del "sur", pero después de leer lo sucedido esta semana pasada en Louisiana, estado conocido por la ciudad de Nueva Orleans y por el huracán Katrina, estoy empezando a pensar que tal vez tengan razón.
Hay muchas cosas en este mundo que no entiendo y trato de aprender y ciertas cosas con las que flipo, que nunca intentaré aprender y que, para colmo, me ponen de los nervios. Esta noticia del jueves pasado, 15 de octubre de 2009, del New York Times es una de ellas: un juez de paz de Tangipahoa Parish en el estado de Louisiana se negó a casar a una pareja del lugar. (También lo podéis leer en El País). Normalmente estos temas domésticos suelen traer al fresco al resto de la población, pero en este caso la decisión de este juez de paz ha levantado ampollas (menos mal que la gente ha protestado y parece que se va a sancionar a dicho juez de paz).
¿El motivo para negarles la unión en matrimonio a esta pareja? Que una de las partes, el novio, es negro y la otra, la novia, es blanca. Fuerte, ¿no?, que a estas alturas de la historia de la humanidad (señores, estamos a 2009) aún haya gente que opine así y utilice su puesto para seguir perpetuando prejuicios. Aparte, de lo poquito que sé de leyes americanas, creo que el comportamiento del Sr. Bardwell es anti-constitucional, ya la última noticia que tengo, es que el negar el matrimonio a dos personas basándose en la diferencia racial de ambas partes se considera ilegal desde hace 42 años, más concretamente desde el 12 de junio de 1967, con el caso Loving v. Virgina.
El Sr. Bardwell ha comentado que no se considera racista, que tiene un montón de amigos negros, "que vienen a mi casa y utilizan mi baño" (Se me ponen los pelos de punta al pensar en esas fotos en blanco y negro de los años 50, de baños, autobuses y restaurantes "segregados" por las leyes de Jim Crow. ¿Será para el Sr. Bardwell el summum de haber superado el problema del racismo el compartir su baño con una persona de color?) y que "los trata como a cualquier otra persona", pero que cuando alguien le pide que los case, lo primero que les pregunta es que si la pareja es interracial y si lo es, se niega a casarlos. Explica que lo que le ha llevado a esta decisión es que, tras hablar sobre el tema con blancos y con negros, es que la sociedad no acepta a los hijos de estos matrimonios y que no quiere contribuir al sufrimiento de los futuros niños multirraciales. Algo interesante si se tiene en cuenta que el último censo de los Estados Unidos muestra un aumento de personas de varias razas y que en en el último censo de 2000 hay ya un 2% de la población estadounidense que se considera multirracial (unos 6 millones de personas).
Visto así, al Sr. Bardwell le ha debido de preocupar muchísimo la existencia de un montón de personas anónimas que no son de pura raza, entre las que me incluyo y de, entre otros, gente tan conocida como Barack Obama, hijo de un negro y una blanca, que ha sido elegido por mayoría como cuadragésimo cuarto presidente de los Estados Unidos; Ben Kingsley (que ganó el Oscar a mejor actor en 1982 con la película Gandhi) y que es mecla de hindú y blanca; Cameron Díaz, que tiene sangre cubana, inglesa, alemana y cherokee por sus venas; Salma Hayek, libanesa y mexicana; de Lenny Kravitz, judío y negro; Tiger Woods, que tiene sangre negra, china e india americana; o Bob Marley, blanco y negro, por nombrar a unos cuantos.
Entiendo por un lado, porque lo he vivido en mis propias carnes, el punto de vista del Sr. Bardwell. Cuando uno es mezcla de varias razas, hay ciertos momentos en los que a uno le da la sensación de ser apátrida: cuando vivía en Málaga, era "la china" (dicho, en la mayoría de los casos, en tono cariñoso) y cuando vivimos en Taipei, era 老外 (extranjera).
El estar mezclado también te puede llevar a situaciones interesantes, como cuando un funcionario me miró a la cara el día que entregué la documentación para pedir una beca del ministerio de educación para trabajar en el extranjero y me espetó si sabía que dichas becas eran sólo para ciudadanos españoles, sin ni siquiera mirar mi carné de identidad; el oir comentarios del tipo: "pero qué bien hablas español" (a lo que según las ganas que tuviese de cachondeo, respondía con una perorata sobre mis padres o simplemente me quedaba con el personal y les metía el rollo de que era una estudiante de intercambio y que me habían enseñado español en una academia buenísima: uno me llegó a decir que vaya que si la academia era buena, que me habían enseñado con acento de Málaga y todo. Aún no sé si iba en serio o si eran los rebujitos de más que se había tomado); o el entender comentarios más o menos soeces por parte de dos empleados de una cafetería en Nueva York sobre mi aspecto físico, pensando que no les entendería porque hablaban en castellano y el poder decirles tan tranquila, en castellano y para su sorpresa, "pues la verdad es que habéis quedado fatal" y largarme tan pancha.
Es cierto que probablemente se tenga crisis de identidad, algo de lo que hemos hablado con muchos amigos que son mezcla como nosotros, pero a la vez, es muy enriquecedor poder saber que se tiene una mayor herencia cultural y mucho más de donde aprender porque es parte de uno. Me enorgullece que mi hija tenga sangre andaluza, vasca, filipina, china, inca, judía, rusa, alemana, italiana y polaca y que pueda afirmar que realmente es ciudadana del mundo. Algo que no creo que el Sr. Bardwell pueda decir de sí mismo.
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