~Fried Chicken Aroma~
(Ida de olla en el G, después de un largo día de curre)
El olor a pollo frito llena el vagón de metro. Es un olor espeso, graso, que lo penetra todo. Sabe que saldrá del metro oliendo a eso, a pollo frito. Le trae recuerdos, pero no sabe de qué. Definitivamente no es un recuerdo de infancia, como lo será para esas dos niñas que lo saborean al otro lado del vagón. No, su infancia hace tiempo que le dejó y ni siquiera recuerda el perfume de la misma. Es un recuerdo escondido en algún recoveco de su pasado.
Levanta la vista y vuelve a observar a la familia: la madre hip-hop sacando otro trozo de pollo de un grasiento envoltorio de papel; la pequeña que se sienta junto a ella, con sus dos piernecitas, finas como palillos, mastica pollo rápidamente, como si se le fuera a ir de las manos. Otra niña, con un gorrito de lana rosa, busca nerviosamente otro trozo dentro del envoltorio que le muestra su madre.
Nunca ha pasado hambre en su vida, sin embargo, este olor a pollo frito le trae recuerdos de pobreza, de una angustia indescriptible, probablemente un recuerdo muy diferente al que tendrá la pequeña que se acaba de bajar en Myrtle-Willoughby Avenues. O tal vez sea un recuerdo similar.
Nota: No me entusiasma comer pollo. Igual por eso se me fue anoche la pinza. Me imagino que me hubiese salido otra historia si tuviese a alguien delante de mí comiendo caviar en el metro. No creo que se dé el caso.
(Ida de olla en el G, después de un largo día de curre)
El olor a pollo frito llena el vagón de metro. Es un olor espeso, graso, que lo penetra todo. Sabe que saldrá del metro oliendo a eso, a pollo frito. Le trae recuerdos, pero no sabe de qué. Definitivamente no es un recuerdo de infancia, como lo será para esas dos niñas que lo saborean al otro lado del vagón. No, su infancia hace tiempo que le dejó y ni siquiera recuerda el perfume de la misma. Es un recuerdo escondido en algún recoveco de su pasado.
Levanta la vista y vuelve a observar a la familia: la madre hip-hop sacando otro trozo de pollo de un grasiento envoltorio de papel; la pequeña que se sienta junto a ella, con sus dos piernecitas, finas como palillos, mastica pollo rápidamente, como si se le fuera a ir de las manos. Otra niña, con un gorrito de lana rosa, busca nerviosamente otro trozo dentro del envoltorio que le muestra su madre.
Nunca ha pasado hambre en su vida, sin embargo, este olor a pollo frito le trae recuerdos de pobreza, de una angustia indescriptible, probablemente un recuerdo muy diferente al que tendrá la pequeña que se acaba de bajar en Myrtle-Willoughby Avenues. O tal vez sea un recuerdo similar.
Nota: No me entusiasma comer pollo. Igual por eso se me fue anoche la pinza. Me imagino que me hubiese salido otra historia si tuviese a alguien delante de mí comiendo caviar en el metro. No creo que se dé el caso.
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