Vaya con la caló en NY

domingo, marzo 25, 2007

~Sábado, 18 de marzo~

Nos levantamos tarde y David y yo volvimos a ir a comer al restaurante manchú. Hoy estaba mucho más lleno que el martes y como veían que no hablábamos chino, nos trajeron a una camarera muy simpática que hablaba inglés. David está empezando a pillarse un resfriado, así que se quedó en casa y Nieves y yo aprovechamos para salir juntas. Nos montamos en un autobús para ir a Houhai, pero a mí me dio el punto de ir andando, y a mitad de camino nos bajamos e hicimos el resto del trayecto a pie. Me encanta pasearme por Beijing y creo que es una de las mejores maneras de conocer esta ciudad. Fuimos al No Name Bar justo al lado del lago Qianhai. Según el Lonely Planet, éste fue uno de los primero bares en abrir en esta zona. El bar estaba a tope y no pudimos pillarnos una mesa junto a las ventanas que dan al lago. Un bar tranquilo, me recordaba a algunos de los bares que hay en el paseo marítimo de Pedregalejo. Como si estuviese en La Chancla, pero en Beijing. Nieves y yo nos sentamos en una mesita y nos pedimos un Long Island Iced Tea, Nieves, y un Strawberry Daiquiri, yo, mientras esperábamos a que Yves se viniese a tomarse algo con nosotros.

Estos momentos que estoy pasando con mi Nieves son lo mejor de este viaje. La adoro y no puedo creerme que vivamos tan lejos la una de la otra. Sólo nos faltaban Mónica y Pablo y los Cuatro Poderes, como nos llamaba nuestro padre, estaríamos al pleno. Ahora entiendo porqué a Nieves le encanta Beijing. Es cierto que no vive la vida normal. Curra mucho, pero también sabe cómo disfrutar. Gracias a ella hemos podido ver el Beijing de los monumentos (como ella misma se describe, Nieves es bastante cultureta), si no también los restaurantes y las zonas de marcha. No hemos visto demasiado la vida marujil de por aquí, me imagino porque Nieves, en su pisito de soltera, no cocina demasiado. Creo que tendrá que ser una de nuestras excursiones antes de que nos vayamos. David y yo tropezamos con un mercado una de las tardes y son la mar de interesantes. Todas las frutas y las verduras, los colores y los olores que no había sentido antes. Sigo pensando que esto es el futuro y que quiero volver a vivir esta experiencia no sólo por dos semanas. Trabajar aquí, salir, explorar la ciudad. Igual es la fantasía de todo viajero. Marina se vino aquí a visitar a Nieves por tres semanas y se enganchó. La ciudad en sí no es bonita: tráfico, rascacielos, contaminación, mareas de gente por todas partes, pero tiene ese je ne sais quoi que dirían los franceses, una energía que hace que te sientas vivo, un poco como la energía que tiene Nueva York. No es el sitio al que uno vendría a jubilarse y uno pensaría que después de llevar siete años en Nueva York, tal vez debiéramos mudarnos a un sitio más tranquilo, pero Beijing tiene un algo que engancha. Tengo curiosidad por ver si Tokyo nos va a dar el mismo rollito. Al igual que Nueva York, tu experiencia en esta ciudad depende mucho del nivel adquisitivo que tengas. Vamos, que para venirnos a vivir aquí, David y yo nos tendríamos que encontrar curres que pagasen bien. hay moementos en los que me pregunto que es lo que debe estar sintiendo Mao en su tumba viendo cómo está cambiando el país.

Después de nuestras copitas, Yves, Nieves y yo paseamos por Houhai a la búsqueda de un acjero y luego fuimos a cenar a un restaurante de comida Hakka. Los Hakka son la etnia original de Taiwan. El restaurante estaba a tope y tuvimos que esperar unos quince minutos. La comida no decepcionó. El primer plato fueron unas gambas a la plancha metidas en un cubo con sal gorda. Pensábamos llevarle a David el famoso doggy bag o tabao, porque se había quedado en casa intentando dormir la gripe, pero como dijo Yves: “ojos que no ven...”. No le dejamos ni una, pero es que no lo pudimos resistir. Nieves pidió un plato de pollo buenísimo, una ensalada de algas y un arroz que estaba de escándalo. Tras la comida, Yves y Nieves se fueron al D-22, que Nieves curraba otra vez. Yves quería ver el ambientillo. Yo estaba muerta, así que decidí bajar andando a casa. Las calles estaban a tope de gente y cuando pasé por Gui Jie, Calle de los Fantasmas, todos los restaurantes estaban llenos.