~¡Feliz Navidad!~
Llevo ya tiempo sin escribir. Un desastre, la verdad, pero es lo de siempre, que he andado bastante liada y hoy, para no variar, todo sin organizar, la casa patas arriba y preparándonos para irnos a Málaga mañana (os imagináis que son las mil, y las maletas sin hacer). A ver a qué hora nos acostamos.
Así que no voy a contar mucho, porque si no, no duermo, fijo, pero a cambio os dejo unas fotos de este fin de semana. El sábado nos cayó una nevada de campeonato. Los medios de comunicación ya lo anunciaron, pero como normalmente son bastante exageraos, pues una pensó que tampoco sería para tanto. El sábado al mediodía salí a hacer unos mandados y noté un silencio muy especial, que es el de justo cuando empieza a nevar, parece que los ruidos de la calle se amortigüen con los copos de nieve. La gente empezaba a caminar más deprisa para llegar a casa antes de la gran tormenta. Llegué a casa al ratillo, me puse un café y empezamos a ver como nevaba. No fue una tormenta de nieve de ésas con vestisca en las que te imaginas que los árboles van a salir de cuajo. Más bien, fue ese silencio sepulcral y todo se iba dibujando de blanco poco a poco. Y no paraba de nevar. El domingo, cuando nos levantamos seguía nevando y no paró hasta el mediodía.
La tradición que tenemos David y yo es que con la primera nevada de la temporada vamos a mi antiguo barrio, Greenpoint, el barrio polaco de Brooklyn, a comer pierogi a un restaurantito llamado Relax, que es como un bar/restaurante de barrio, de ésos que ya no sé si quedan en nuestra Málaga, con menú del día, pero en versión polaca. De hecho, es el restaurante al que fuimos el día antes de que Alaia viniese a este mundo. Casualidades de la vida, tenía cita con mi doctora para revisión antes del parto y como estábamos cerca, decidimos llevarnos a mi madre allí a comer (aparte de los pierogi tienen una sopa de tomate con fideítos de escándalo). Esta vez no fuimos (cuando vayamos, me explayaré, porque con el frío que hace, una visita al Relax cae, aunque sea media hora en metro) ya entre el trabajo, el frío y tener que organizarse con la niña, no nos ha dado tiempo.
Y bueno, a lo que iba, que me enrollo más que una persiana: las fotos de la nevada. A medida que pasan los días, deja de ser la postal de una blanca navidad para convertirse en montañas de nieve dura y sucia, y pierde su encanto. Para ser sincera, es un auténtico rollazo tener que ir a currar con las calles llenas de nieve. Y ni os cuento de andar con el cochecito de la niña. Y es que una prefiere ver la nieve desde la ventana de su casa, calentita y con su cafelito.
¡Feliz Navidad a tod@s!
Anda, que a los dueños de los coches les va a hacer una gracia tener que desenterrarlos...
Llevo ya tiempo sin escribir. Un desastre, la verdad, pero es lo de siempre, que he andado bastante liada y hoy, para no variar, todo sin organizar, la casa patas arriba y preparándonos para irnos a Málaga mañana (os imagináis que son las mil, y las maletas sin hacer). A ver a qué hora nos acostamos.
Así que no voy a contar mucho, porque si no, no duermo, fijo, pero a cambio os dejo unas fotos de este fin de semana. El sábado nos cayó una nevada de campeonato. Los medios de comunicación ya lo anunciaron, pero como normalmente son bastante exageraos, pues una pensó que tampoco sería para tanto. El sábado al mediodía salí a hacer unos mandados y noté un silencio muy especial, que es el de justo cuando empieza a nevar, parece que los ruidos de la calle se amortigüen con los copos de nieve. La gente empezaba a caminar más deprisa para llegar a casa antes de la gran tormenta. Llegué a casa al ratillo, me puse un café y empezamos a ver como nevaba. No fue una tormenta de nieve de ésas con vestisca en las que te imaginas que los árboles van a salir de cuajo. Más bien, fue ese silencio sepulcral y todo se iba dibujando de blanco poco a poco. Y no paraba de nevar. El domingo, cuando nos levantamos seguía nevando y no paró hasta el mediodía.
La tradición que tenemos David y yo es que con la primera nevada de la temporada vamos a mi antiguo barrio, Greenpoint, el barrio polaco de Brooklyn, a comer pierogi a un restaurantito llamado Relax, que es como un bar/restaurante de barrio, de ésos que ya no sé si quedan en nuestra Málaga, con menú del día, pero en versión polaca. De hecho, es el restaurante al que fuimos el día antes de que Alaia viniese a este mundo. Casualidades de la vida, tenía cita con mi doctora para revisión antes del parto y como estábamos cerca, decidimos llevarnos a mi madre allí a comer (aparte de los pierogi tienen una sopa de tomate con fideítos de escándalo). Esta vez no fuimos (cuando vayamos, me explayaré, porque con el frío que hace, una visita al Relax cae, aunque sea media hora en metro) ya entre el trabajo, el frío y tener que organizarse con la niña, no nos ha dado tiempo.
Y bueno, a lo que iba, que me enrollo más que una persiana: las fotos de la nevada. A medida que pasan los días, deja de ser la postal de una blanca navidad para convertirse en montañas de nieve dura y sucia, y pierde su encanto. Para ser sincera, es un auténtico rollazo tener que ir a currar con las calles llenas de nieve. Y ni os cuento de andar con el cochecito de la niña. Y es que una prefiere ver la nieve desde la ventana de su casa, calentita y con su cafelito.
¡Feliz Navidad a tod@s!
Anda, que a los dueños de los coches les va a hacer una gracia tener que desenterrarlos...