Vaya con la caló en NY

sábado, abril 18, 2009

~MTA~

No soy de las que les guste el criticar por criticar, como diría Fangoria, pero cuando te dicen que te van a subir el abono de metro, la metrocard, el mensual de $81.00 a $103.00 y el semanal de $25.00 a $31.00, la verdad es que se te ponen los pelos de punta y lo mínimo que esperas es que al menos esa subida bestial sirva para que mejoren los servicios, que los vagones de metro y las estaciones estén más limpios y que abran nuevas líneas (la zona este de Manhattan sólo tiene 3 líneas y hay ciertas horas en las que intentar montar en el 4, el 5 o el 6 se convierte en un ejercicio de budismo zen, porque realmente te planteas si te cortas las venas o te las dejas largas o si le haces eso mismo al que invade tu espacio vital, y al que no le queda otra porque estáis enlatados como sardinas).

El otro día, de camino a la oficina, me encuentro con el siguiente anuncio de la MTA, Metropolitan Transportation Authority, la empresa que se encarga de los medios de transporte de la ciudad de Nueva York. Normalemte estos carteles te anuncian cambios en las vías o cambios de trayecto por obras (por eso nos quedamos colgados casi todos los fines de semana porque siempre andan arreglando el F), pero lo que ponía en este cartel, me pareció muy fuerte, teniendo en cuenta la subida de precio propuesta:


Cambio de servicio
Hora punta
E F
hasta el 31 de diciembre
de 7.30am a 9.30am
de 4pm a 6 pm
de lunes a viernes
(el cambio de servicio termina los jueves)

El metro va
con menor frecuencia
durante las horas punta
de la mañana y la tarde

¿Cómo afecta mi trayecto?

Por favor dése más tiempo

¿Por qué se cambia el servicio?
Estamos mejorando las vías

Vamos, hombre, un poco de por favor, ¿no sería más cómodo para todos arreglar las vías a otra hora? Si se arreglan por la noche, por poner, hay menos gente (y no los 8 millones de criaturas que intentan ir a o volver de trabajar a la misma hora) y encima los obreros cobrarían más porque es overtime. Y vamos, que como solución te pongan que te des más tiempo... o es de cajón o es de cachondeo.

miércoles, abril 15, 2009

~El afilaoooor~

Este fin de semana nos dimos una vuelta por Dumbo, donde David tiene la oficina. Nos volvimos paseando por Brooklyn Heights, con sus brownstones, que te hacen pensar en una novela de Henry James o de Edith Wharton. De hecho, hay una manzana que aún tiene farolas de gas y se ve preciosa al atardecer, cuando las encienden.

Mientras nos paseábamos por Henry Street, vi este camión aparcado en la calle, que si no llega a ser por los coches que hay en la acera, podría tratarse de una foto de hace años. El camión de un afilador. Me recuerda a cuando era pequeña, que aparte del camión del frutero que se ponía debajo de casa en las tardes de verano, de vez en cuando llegaba el afilaaaoooooor, con su silbido especial y allá que bajaba la gente con sus cuchillos y tijeras. Este camión también me trajo recuerdos, que no vienen al caso, de la cuchillería, que no sé si sigue, en el Pasaje Chinitas. No sé, me imagino que hay cosas no cambian ni con el tiempo.

lunes, abril 13, 2009

~Cuenta atrás~

Y casi sin darnos cuenta, David y yo estamos a punto de ser padres por primera vez. Según los médicos, nos queda menos de una semana, aunque me da a mí, que ésta va a venir cuando le parezca bien a ella.

Creo que los dos estamos un poco con el síndrome de negación de la evidencia, aunque por el tamaño del bombo que llevo a cuestas y lo poco que nos queda, no hay mucho que se pueda negar. El estado de shock todavía está presente y eso que hemos tenido nueve meses para digerir la noticia.

Lo que me sacó el otro día de este estado fueron dos cosas: el hacer la visita de rigor al hospital en el que vas a dar a luz y el hacer la colada y encontrarme con que a mi hija, que aún no ha venido al mundo, le han regalado más ropita que zapatos tenía Imelda Marcos, como podréis ver en la foto.


Es interesante, porque aquí, no sé si en España es igual, el tema de traer niños al mundo, algo tan natural como la vida misma, es un auténtico negocio, que va desde las tiendas de cositas que se pueden comprar a los futuros ciudadanos de este planeta, desde cochecitos que cuestan la friolera de $999.99, sin los taxes (nuestro IVA), a complementos que parecen más instrumentos sacados de una película de ciencia ficción que algo que, según detallan en el prospecto, sirva para desarrollar las capacidades psico-motrices desde dentro del útero.

Eso sin contar con las clases para los progenitores, que por como lo cuentan, parece que los avances de la ciencia son tantos que ya ni sabemos traer niños al mundo y que van desde respiración en el momento del parto a cómo darle el pecho al niño, pasando por grupos de apoyo para padres. Me sorprenden mucho todas estas cosas, porque me da a mí que en la generación de nuestros padres (y ya ni cuento la de nuestros abuelos), nos trajeron al mundo con menos parafernalia y mira, aquí estamos y tampoco estamos tan mal, digo yo. Sí, soy esa generación del mi mamá me mima de las cartillas Rubio, las muñecas Famosa (las que iban al portal), la bici heredada, el patio de mi casa, el pilla-pilla, Mortadelo y Filemón, la Mirinda de naranja y los Phoskitos, regalos y pastelitos.

Por suerte para mí, este viaje de nueve meses, a nivel de salud, ha sido de lo más aburrido, pero eso no quita que haya sido interesante a otros niveles: el poder conocer Nueva York de otra manera y me imagino que cuando ésta venga, veremos la ciudad con otros ojos (¿dónde hay parques con columpios? ¿qué bares/restaurantes son children-friendly?). Cuando me vine a Manhattan, una cosa que me llamó la atención era que no se veían niños en los bares y los restaurantes. Era como si fuese un placer reservado sólo a adultos, y de hecho, tengo amigos que no tienen niños que lo ven de esa manera. Me sorprendía, ya que en Málaga, por lo menos cuando una era niña, había críos por todas partes. Todavía me acuerdo de las tapitas de los domingos, mis padres sentados en la terraza del Bar Zurich, en Echevarría, y nosotros corriendo por allí cerca tras habernos jincado el pulpo a la gallega que preparaba Antonio.

Es más, en mi barrio se nota el cambio demográfico. De ser un barrio trabajador de italianos de toda la vida, pasó a ser un barrio que se puso de moda hará unos 7 años, con sus boutiques y restaurantes en Smith Street, y ahora se ve que la gente joven que dejó Manhattan, ya no es tan joven y que han procreado, porque cada vez se ven más y más cochecitos y bebés en todas partes, desde el bar de la esquina de casa, Abilene a la tienda de comics (o graphic novels, como se llaman ahora), Rocket Ship, una tienda que frecuentamos bastante y en la que ayer, sin ir más lejos, vimos como un crío de unos 2 años hablaba de TBOs con su padre y los dos salían de la tienda, cada uno con su elección, o el estar tomándonos una cerveza en Bar Great Harry y que llegase un padre con cochecito, se pidiese su cerveza y nos dijese si le podíamos echar un ojo a su hija, mientras él iba al baño. Pues nada, que dentro de nada, estamos igual que ese buen hombre... casi, casi como si estuviésemos de cervecitas en El Palo.

domingo, abril 05, 2009

~Golden Gloves~

Sé que a algunos de los lectores se van a quedar alucinados con que a servidora le guste el boxeo. Sí, aparte del teatro alternativo, el cine clásico, el arte moderno, la estética nipona y la literatura de vanguardia, a una le gusta el boxeo (junto con el fútbol, como ya sabéis).

Todo empezó hará un año. Un cliente de David, Jonathan, antiguo boxeador ahora metido en el mundo del cine alternativo, le invitó a su casa un sábado por la noche a ver una pelea que televisaban. A David, la verdad, es que el boxeo no le interesaba mucho y me preguntó si quería ir con él, no sé si por hacer bulto o por tener una excusa para irse antes si no le hacía el plan.

En mi vida había visto un combate antes y no me parecía que fuese el plan más divertido para un sábado noche: cógete el metro y vete a donde Cristo perdió las llaves en pleno Brooklyn, siéntate en una sala llena de testosterona a ver como dos tipos se majan vivos a puñetazos. Vamos, por no saber de boxeo, ni siquiera he visto Million Dollar Baby o Rocky (ésta última ya la he visto, porque David me dijo que era un clásico). David me convenció diciendome que sólo nos quedaríamos un rato. Además, Jonathan cocina de escándalo y tenía preparada toda una comida de estilo siciliano... Bueno, el boxeo me da igual, pero comida siciliana casera... hmmmm... Vamos, que una, tristemente, como diría Juvenal, es feliz con el panem et circenses, y como habréis observado, más con el panem que con los circenses.

Total, que allá que nos presentamos en casa de Jonathan en Bensonhurst, un barrio muy italiano de Brooklyn. La casa estaba llena de amigos, de vino y de cerveza y de hmmmmmm ¡comida casera!. A mí, la tele y el boxeo me daban igual, lo que me interesaba era la mozzarella fresca que Jonathan había comprado en el barrio (una de las mejores que he probado) y todos los platos que había en la mesa: pasta, embutidos (prosciutto en vez de jamón), ensalada, un tipo de pan que tiene jamón dentro, que aquí se llama lard bread (pan de manteca) y que en italiano se llama casatiello, y que por lo visto es un pan napolitano, típico de Pascua (Alicia, en el enlace hay receta en italiano, aunque estoy segura de que ya lo has cocinado). Vamos, toda una comida estupenda para el colesterol... Empieza el combate. Los chicos se emocionan delante de la tele. Ni me acuerdo de quienes eran los que se pegaban, sólo recuerdo que eran dos tipos grandes y yo con mi plato, que me había puesto púa y tampoco podía comer más. ¿Pues que haces? te pones a ver la tele con el resto del personal, que ellos sí que habían ido más por el combate, aunque tampoco le hacían ascos a la comida (que estaba, repito, de escándalo). Como era la única chica que está allí y como no me enteraba ni del NODO, los chicos empezaron a explicarme un poco de lo que iba la movida y de la técnica que tiene el boxeo, lo que vale, lo que no vale...

Así que cada vez que había un buen combate, Joanthan nos invitaba a su casa a verlos y yo me apuntaba (por la comida siempre) y los combates me empezaron a picar la curiosidad (aún me tapo los ojos de vez en cuando). Todavía me falta mucho por aprender de la técnica (que la tiene), y me llama la atención el que sea un deporte que saca algo muy primario (no siempre positivo) de uno.

El viernes por la noche se celebraba la última ronda de las semi-finales de los Golden Gloves y Jonathan nos consiguió entradas para ir a verlos. Jonathan nos explicó que los Golden Gloves son combates de aficionados y es parte de la cantera de la que salen boxeadores profesionales y de los que acaban boxeando en las olimpiadas.

Quedamos a las 6 en Gravesend, en la parada de Avenue U en nuestro F del alma, a un par de paradas de Coney Island, para ir a cenar a un restaurante siciliano, con estética tipo diner, Joe's of Avenue U, un restaurante al que Jonathan iba de pequeño con su abuela.


Vista de Joe's desde la estación de metro de Avenue U.

El restaurante está dividido en una zona que es como los precocinados, en los que puedes elegir platos al peso y llevártelos a casa y luego está el comedor. La comida estaba buenísima, totalmente casera y unas porciones demasiado grandes (como las que te pondría una auténtica nonna italiana). El menú, en siciliano y en inglés mostraba platos tradicionales sicilianos como pasta cchi sardi, pasta con sardinas e hinojo, o panelle, una especie de tortas fritas de garbanzos que en Joe's te las sirven en bocata de pan de sésamo con ricotta y parmigiano, o ensalada de pulpo (buenísima y que me recordó un poco a nuestra pipirrana de pulpo).


Panelle


Purpu ca nZalata


Pasta cchi sardi

Después de ponernos púos de comer y tomarnos el espresso para bajar esa burrada de comida (porque os vayáis a creer que nos cortamos un pelo y pedimos postre también), nos montamos en el coche de Jonathan y fuimos a Aviator Floyd Bennet Field, una especie de polideportivo/centro comercial en un antiguo aeropuerto, convertido en parque nacional.

El ambiente era interesante, porque este sitio parece ser lugar de reunión para adolescentes que van a patinar sobre hielo, hacer escalada, jugar al baloncesto o al hockey los fines de semana. La sala donde se celebrabran los Golden Gloves era una cancha de baloncento inmensa en la que se había puesto un ring en el centro y un montón de sillas alrededor del mismo. Muchísima gente, muchos de ellos familiares y amigos de los boxeadores, que hasta se habían traído niños pequeños.

Se celebraban 7 combates de 3 asaltos cada uno, de diferente duración, dependiendo del peso de los boxeadores. Los dos primeros combates eran de peso súper pesado, es decir que los boxeadores pesaban más de 91 kgs de peso, con 3 asaltos de 3 minutos cada uno. Los dos combates siguientes eran de chicas, peso súper-ligero, 4 asaltos de 2 minutos cada uno. Luego un combate de peso pluma masculino y para finalizar 2 combates de peso súper pesado.


Me llamó la atención que los pesos pesados aficionados son más rápidos que los profesionales que he visto en la tele. El primer combate estuvo bien y el segundo terminó en el segundo asalto, cuando el boxeador de origen francés, Abdelghani Bousmah, golpeó a us contrincante en el hombro y lo tuvieron que llevar al hospital.

Me dio la sensación de que las chicas parecían mucho más agresivas que los chicos y no sólo en el cuadrilatero. Había algunas que voceaban e insultaban a los árbitros, sobre todo en el penúltimo combate, que se hizo larguísimo, ya que el árbrito lo paraba todo el rato. El primer combate femenino lo ganó Julie Anne Kelly, una chica de ascendencia irlandesa, que según el artículo en el Daily News, tuvo, a los 22 años , la enfermedad de Hodgkin (cáncer en el tejido linfático) y que ha sobrevivido para convertirse en boxeadora aficionada. El último combate terminó nada más empezar: el polaco Adam Kownacki, que parecía tener bastantes seguidores, tiró abajo a su contrincante en menos de 10 segundos y su entrenador tiró la toalla. Al salir del recinto estaban todos los polacos esperándole en la puerta, cantando y aplaudiendo a su compatriota, un tipo del tamaño de un armario empotrado con el que no me pillaría bronca ni de coña.

La verdad es que fue una noche muy completita y muy distinta de cualquier otro viernes. No creo que vuelva a ir a muchos más comabtes en vivo, pero la experiencia fue muy interesante a todos los niveles: el ver un espectáculo en vivo, la reacción de los espectadores y ni os cuento de la cena, que no me importaría repetir.

Por cierto, si a algun@ le interesa el boxeo, recomendaros un documental muy interesante y muy bien hecho, When We Were Kings, que muestra el combate que se celebró en 1974 en Zaire (ahora República Democrática del Congo) entre Muhammad Ali y George Foreman.

Y para los que quieran ir a cenar comida siciliana casera en Brooklyn:

Joe's of Avenue U
287 Avenue U,
Brooklyn, NY 11223
Tel: (718) 449-9285

viernes, abril 03, 2009

~Afropuff Lederhosen~

Hace unas semanas, nuestro amigo Yashua había organizado una cena en su casa para la reunión de The Brooklyn Biracial and Multiracial Meetup. Normalmente nos reunimos el primer viernes del mes y quedamos en algún bar o restaurante en Brooklyn. Siempre hay un grupito muy apañao de gente y las conversaciones son interesantes: hay veces que son las conversaciones típicas que tendría un grupo de amigos que quedan un viernes por la noche para tomar copas y otras veces son más profundas, casi siempre tocando el tema de identidad racial, un tema con el que no todo el mundo se siente muy cómodo.

Es interesante como, creciendo en Málaga, y siendo la china, no era tan consciente de mi identidad racial tanto como lo soy aquí. En Málaga me considero malagueña y punto. Con cara de china, pero malagueña al fin y al cabo. Cierto es que me he topado con comentarios que van del "Pero qué bien hablas español" a los más bordes, del tipo vas a pedir una beca y el funcionario de turno te mira a la cara, no mira tus credenciales y te espeta "No sé si sabrá que esta beca es sólo para ciudadanos españoles" y te apetece decirle "No sabía que El Palo es república independiente del Estado Español", pero te callas y le muestras tu DNI.

También es cierto que en España no se tiene (o no se tenía, porque hace tiempo que no he tenido que hacer trámites burocráticos) esa manía que se tiene en este país de encasillar a todo el mundo: A ver, rellene la casilla... American Indian or Alaska Native; Asian; Black or African American; Native Hawaiian or Other Pacific Islander; Hispanic or Latino and White, así que los que tenemos orígenes múltiples dentro del espectro racial, nos quedamos con la casilla Other. Una casilla ambigua y de gran amplitud, ya que se incluye en la misma categoría a alguien como yo (blanco-asiático), como David (latino-blanco), como Marie (negro-asiático) o como Yashua y Vanessa (negro-blanco). Cuando se nos ve juntos no nos parecemos en nada y el único denominador común que tenemos, a nivel censo, es que nuestros padres son de razas distintas.

Este denominador común hace que, a pesar de que nuestros orígenes sean muy diversos, muchas de nuestras experiencias sean similares, que es lo que nos mostró Vanessa Roberts , una chica de Colorado.

Vanessa está estudiando un máster en NYU y su proyecto de fin de carrera trata sobre la identidad racial en la comedia. El padre de Vanessa es un militar afroamericano que se casó con una alemana. Vanessa creció en bases militares, rodeada de otros niños que tenían orígenes variados, habla alemán perfectamente y dice que no se dio cuenta de que otras personas la consideraban de raza negra hasta que fue a la universidad, ya que creció en un ambiente en el que el tema racial no era algo importante y con la influencia, muy fuerte, de la cultura alemana por parte materna, por lo que se consideraba muy alemana y en ningún momento durante su infacia pensó que era negra, no por negar quien era, sino más bien por la influencia cultural de su madre.

Es muy interesante ver como afecta la influencia de la cultura de los padres de uno. La madre de David también era alemana y a pesar de que vivió más de 30 años en los Estados Unidos, nunca se sacó la nacionalidad americana y las cosas se hacían de un modo muy germánico en su casa. Todavía me acuerdo del día que decidimos ir a recogerla para ir a tomar brunch. Para no variar, íbamos tarde, por lo que le dije a David, "mira, mejor llamamos a tu madre y le decimos que vamos a llegar tarde". David me dice "no te preocupes, está en casa, total, si llegamos tarde no pasa nada. Ella ya sabe que el tráfico está fatal". No debía haberle hecho caso. Cuando llegamos a casa de mis suegros, media hora tarde, nos encontramos a mi suegra que nos llevaba esperando esa misma media hora sentada en las escaleras de su brownstone y muy seria nos dijo que le habíamos dicho que pasaríamos a recogerla a las 12, y que por lo tanto nos había estado esperando desde esa hora. Por lo visto a David lo de la puntualidad teutónica no se le ha pegado demasiado... Vanessa nos contaba historias similares con su madre de protagonista. ¿O qué me decís de las fotos del cole? Vanessa nos mostró fotos de ella de pequeña llevando lederhosen. David recuerda (con horror) el día en que tuvo que ir al cole vestido de la nacionalidad de sus padres, así que su madre decidió ponerle los lederhosen para representar su parte alemana y un poncho de alpaca, para representar su parte peruana. Yo misma tengo fotos con mi hermana vestidas con 旗袍 en fiestas del cole, mientras el resto de las niñas iban vestidas con trajes de gitana.

Vanessa nos presentó primero una grabación de "How I Found Out I Was Black" (Como me enteré de que era negra), un monólogo en el que combina teatro, música y poesía, que representó hace un par de años en Colorado. En clave de humor, habla de la típica pregunta que suelen hacernos a los que no se nos logra clasificar en una casilla en concreto... ¿De dónde eres?, que, en realidad, quiere decir ¿Qué es lo que eres? pero que es la pregunta que nadie se atreve a formular. Es una pregunta que da mucho juego, porque puedes empezar a enrollarte a contar la historia de tu vida y ver cómo cambia la cara de tu interlocutor, al que realmente no le interesa si naciste en tal o cual sitio, si no qué es lo que eres, en qué casilla debe colocarte. Vanessa, en su monólogo, cuenta que de pequeña cuando tenía que elegir una casilla en el colegio, se identificaba con una raza u otra, dependiendo con cual de sus padres se llevaba mejor ese día: que mamá me ha mosqueado esta mañana, pues marco la casilla Black or African American, que papá se ha enfadado conmigo, pues hoy soy White.

Vanessa nos presentó otra pieza, Afropuff Lederhosen, en la que está trabajando. Es una performance en la que Vanessa interpreta a una catedrática alemana que presenta una ponencia (en clave de humor, por supuesto) sobre los resultados del estudio realizado en un sujeto (la propia Vanessa) que es obviamente negra pero que no se da cuenta de ello y analiza los diferentes pasos del proceso por los que pasa el sujeto en la búsqueda de su identidad. Es muy divertido oir la voz académica, con términos creados por Vanessa, pero que suenan muy científicos, sobre las proyecciones de fotos de sus padres y de su infancia.

De hecho, a David le han gustado tanto sus dos proyctos, que está colaborando con ella en la creación de un par de vídeos. En cuanto los tenga montados, os paso el enlace.


Poster creado por Vanessa para la presentación de Afropuff Lederhosen en The Brooklyn Biracial and Multiracial Meetup.