Vaya con la caló en NY

sábado, agosto 30, 2008

~Marco Polo~

Pues el domingo aquél que quedamos con Manolo y con María, después de nuestras cervecitas en el Brooklyn Inn, decidimos llevarlos a cenar a un restaurante que es una institución en nuestro barrio, el restaurante Marco Polo.

Cuenta la leyenda (y el New York Magazine, el Daily News, el New York Post y Time Out New York, entre otros) que el dueño, Joseph Chirico, un italiano que llegó a Brooklyn en los años 60 apodado Joseph Marco Polo, pertenecía a la familia Gambino, una de las familias más importantes de la mafia italo-americana y que está asentada en Nueva York.

No sé si será cierto o no. Cuando uno entra en el restaurante, tal vez debido a esos rumores, sí que se imagina una escena de El Padrino o Los Soprano. El techo artesonado, los murales con los viajes de Marco Polo y los camareros con camisas color vino y corbatas a juego. Para ir al baño, hay que bajar al sótano, donde tienen una pared llena de fotos de famosos (y menos famosos) que han venido a comer a este restaurante. Lo que sí que es cierto, es que mafioso o no, en la cocina de Joe Chirico saben lo que hacen y no se andan con tonterías. La comida es espectacular, como la de una mamma italiana. Ahora mismo tienen el menú 25 aniversario que por $25.00 te ponen primero, segundo y postre. Para los precios de Nueva York, la verdad es que no está nada mal.

Otras veces que hemos ido, entre los primeros, la mozzarella con tomate, albahaca, aceite de oliva y vinagre de Módena, está de escándalo y las setas con polenta están estupendas. Y bueno, ya los segundos... Reconozco que me encantan los carbohidratos (así nos va...), y la pasta aquí es una pasada. Los platos de carne están muy bien, pero a mí lo que me pierde es la pasta, y aquí sí que te la saben preparar.

Con Manolo y María nos pedimos fettucine al vino rosso, un plato de pasta fresca al vino, cocida al dente (como os decía, no se andan con tonterías), y que te la traen a la mesa junto a una rueda inmensa de parmigiano y te terminan de cocer la pasta dentro del queso. Comida hipercalórica, no apta para aquéllos que quieran mantener cinturita de avispa, pero ¡qué buena que está! Y si a todo esto le añadimos un buen tinto italiano, la fiesta está asegurada.


Nuestro camamero era un tipo interesante. Con toda la pinta de italiano de película (la imaginación le juega pasadas a una), resulta que era un dominicano de Queens, que hablaba por los codos en cinco idiomas y en un rato nos contó la historia de su vida. El que también se paseaba por el comedor, con mucha dignidad, era el hermano de Chirico, preguntando a todos que cómo estaba la comida.

A pesar de la leyenda (o tal vez gracias a ella), lo más importante en Marco Polo es la comida, y es por lo que la gente repite. Y aunque no quiero pensar en la famosa frase de Clemenza en El Padrino: Leave the gun. Take the cannoli. (Deja el arma. Coge los cannoli), cada vez que paso por delante de Marco Polo, no puedo evitar que se escape una sonrisa.


Desde luego que la comida (y los rumores) hacen que merezca la pena pasarse:

Marco Polo
345 Court Street
Brooklyn, NY 11231
Tel: (718) 852-5015

domingo, agosto 24, 2008

~Hora punta~

Si hay algún lugar en el que uno puede vivir Nueva York en su estado puro, creo que sería el metro. El sistema de metro de Nueva York te lleva a casi todas partes en Manhattan (no tan buen alcance en la zona este), Brooklyn, Queens y Bronx y encima las 24 horas del día.

Lo primero que notas es que cada uno va totalmente a su bola, generalmente con el iPod enchufado y/o leyendo un libro o una revista o simplemente con la mirada perdida en el vacío mientras el iPod le pone banda sonora a su viaje en metro. Cuidado, que el iPod te puede jugar algunas pasadas interesantes, como por ejemplo el otro día, que mientras iba en el G, por Myrtle-
Willoughby Avenues/Marcy Avenue, al suffle de mi iPod le dio por "¿Dónde estará mi carro?" de Manolo Escobar (¡y yo sin saber que tenía al Escobar en el iPod!), mientras lo que realmente le pegaba de fondo era Jay Z.

Aparte de lo surrealista de la imagen, imaginaos: metro en hora punta lleno de "brooklyneros" que van a currar, vestidos de chaqueta, pero con el toque alternativo que tiene Brooklyn, y muchachos con camiestas XXXL, vaqueros que también les van grandes y gorras del revés y como música de fondo (en mi mundo, claro) a Manolo Escobar..., lo interesante que tiene el metro, como todas las superficies urbanas compartidas por mucha gente, es que puedes hacer un estudio antropológico del lugar en el que estás: por ejemplo, en el F, que es que más tomo y que va desde Jamaica, Queens, hasta Coney Island, Brooklyn, puedes ver desde hasidim, judíos ortodoxos, generalmente de Europa del Este, de Kings Highway; gente joven que va a la última con ropa de los años 80 y gafas de pasta del Lower East Side; ejecutivos que van leyendo el Wall Street Journal y que dejaron el bullicio de Manhattan por Park Slope para criar a sus niños y chinos que viven East Broadway, una comunidad más auténticamente china que el turístico Chinatown de Canal Street con sus Rolex y sus Louis Vuitton de pega; o el A, que va desde Inwood, el barrio que está más al norte en la zona oeste de Manhattan; pasando por Washington Heights, donde hay una gran población dominicana junto con, curiosamente, judíos; el Upper West Side; Chelsea; para entrar en Brooklyn, cruzando East New York, uno de los barrios más pobres de la ciudad; pasando por el aeropuerto JFK (siempre hay alguien con maletas en el A) para terminar su ruta en el Atlántico, en Far Rockaway, Queens. Otra de las líneas más interesantes, en las que puedes ver casi todas las nacionalidades del mundo es la línea 7, que va desde la terminal de Port Authority,en la 42 hasta Flushing, Queens, donde reside una importante comunidad china.

Aparte de la diversidad que uno puede observar en el metro, con tanta gente y pasando tantas horas yendo de un lado a otro en este medio de transporte, hay muchos New York moments que tienen lugar bajo tierra, tanto buenos como malos, o simplemente curiosos y que la mayoría son realmente entretenidos... no sé, algunos que recuerde son: el día en que dos muchachitos negros con pinta de raperos, camisetas blancas largas, gorras y vaqueros caídos, se sacaron cada uno un violín de debajo de la camiseta y nos dieron un concierto estupendo de música clásica. Fue tan increíble que la gente les iba dando billetes de dólar. O el bebé de unos 2 años, al que ya entrenan desde chico a ir en metro, sentado en su carrito en hora punta y con un iPod enchufando viendo dibujos animados; los evangelistas anunciando a grito pelado la salvación del mundo (generalmente no tienen buena aceptación por las mañanas y la gente les dicen cosas que me hacen reirme por lo bajini); el grupito de niños que con un boom-box, nuestro radiocasette de toda la vida, tocan hip hop y pegan saltos y hacen malabarismos mientras el metro recorre la ciudad a toda velocidad; o el que te anuncia las paradas de metro, que los hay agradables y te dan los buenos días a través de megafonía, o los que están más mosqueados y les dicen a la gente que se quiten de las puertas porque al fin y al cabo, si el metro no sale, serán ellos los que lleguen tarde a currar. Junto a estos momentos divertidos, otros que lo son menos, como el día en el que a un ejecutivo le dio un ataque de epilepsia en el tren y nadie supo cómo reaccionar hasta que el buen hombre se bajó en la 34 y allí le ayudaron o las broncas entre el personal porque el metro va muy lleno y me has pisado un callo.

Para mí el metro de Nueva York es mucho más que un medio de transporte. Como con la ciudad, tengo una relación amor-odio con el metro: me mosquea esperar en el andén y ver que los metros vienen hasta los topes y tengo que esperar al siguiente o cuando suben los precio (ya está a $2.00 el billete, y a $81.00 el abono mensual), pero a la vez agardezco poder ir de un lado a otro las 24 horas del día con bastante seguridad y poder tener entretenimiento muy difícil de encontrar en ninguna otra parte.

Por cierto, la foto es del 5 en hora punta. ¡Hasta los topes!

sábado, agosto 23, 2008

~Staten Island Ferry~

Algo que me encanta hacer cuando viene gente a verme a Nueva York es llevarles a ver las vistas de la bahía desde el ferry de Staten Island. Es un barco que sirve como medio de transporte a los residentes de Staten Island, uno de los cinco boroughs de la ciudad de Nueva York, para ir y venir de Manhattan. El ferry es gratis (lo cual se agradece) y tiene hasta una cafetería en el interior para hacer el trayecto más ameno, y me da a mí, por la cantidad de turistas que vimos montados sacando fotos, que se ha convertido en otra de las atracciones turísticas de esta ciudad. El trayecto dura unos 20 minutos y merece la pena, sobre todo en verano.

Nada, te coges el ferry en la terminal que tienen en Whitehall en Manhattan y te pegas un paseo muy relajante viendo el panorama, para acabar en la terminal de St. George en Staten Island (que me parece bastante más bonita que la de Manhattan). Luego sales del barco, te paseas por la terminal y te montas en el siguiente ferry de vuelta a Manhattan.

Tengo que admitir que no conozco Staten Island para nada, pero los del lugar no me dicen que haya mucho que ver: prefieren los otros boroughs. Igual sería interesante que en alguno de mis paseos en el ferry, me bajase y explorase Staten Island, en vez de cogerme el siguiente ferry de vuelta.

Ahí van algunas fotos que saqué:


(Vistas del downtown de Manhattan, con el puente de Brooklyn a la derecha)


(Creo que para ésta no hacen falta comentarios)


(Brooklyn desde el agua, con el Williamsburgh Savings Bank, el edificio que se considera el más alto de Brooklyn, en el centro, detrás de las grúas)


(Ataredecer con New Jersey al fondo)

viernes, agosto 22, 2008

~Lo más grande~



El domingo se acercaron a Brooklyn Manolo y María, amigos de La Cala. Precisamente a Manolo lo conocí por medio de estos relatos que pongo de vez en cuando en el Sur (lo que son las cosas). Quedamos en el Brooklyn Inn, como todos los domingos (somos, al fin y al cabo, animales de costumbre), y allá que aparecieron los dos. Me hizo una ilusión enorme verles, desde La Cala, aquí en Brooklyn, tomándose una cervecita con nosotros. Son gente estupenda y para que veáis lo pequeño que es el mundo, María y yo nos conocíamos de vista de la facultad... Y lo más grande: me trajeron una botellita de Cartojal, para que no eche de menos la feria, y un par de paquetes de Santa Cristina... ¿Qué hay más grande que disfrutar de amigos de tu tierra en tierra ajena? Y para remate de la jugada: el Cartojal y el Santa Cristina en el Brooklyn Inn.

A veces, los mayores placeres de la vida, son en realidad pequeños detalles como éste. Como diría Troy (Ethan Hawke) en la película Reality Bites:

"This is all we need. A couple of smokes, a cup of coffee, and a little bit of conversation. You and me and five bucks."

"Esto es todo lo que necesitamos. Un par de pitillos, una taza de café, y un poco de conversación. Tú y yo y cinco pavos."

Mil gracias, Manolo y María, por haber traído un poquito de Málaga a Brooklyn.

domingo, agosto 17, 2008

~Mr. Softee o las tardes de verano~

Si para Antonio Machado, su infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, la mía son recuerdos de tardes largas de verano en El Palo, y a la hora de la siesta, hace ya años, un camión de frutas que se paraba justo debajo de casa y nos anunciaba su mercancía por un altavoz: "Tengo sandías, dulces como el caramelo". Las más valientes, porque siempre eran ellas, salían del sopor de esas tardes de verano y bajaban a comprar sandías y melones, asumo que dulces como el caramelo, porque al día siguiente repetían. Lo demás tratábamos de seguir durmiendo la siesta, mientras en nuestro subconsciente aparecían imágenes de sandías y melones. ¿Qué pensaría Freud de todo esto?

Aquí lo único que se acerca algo a este recuerdo de mi infancia son las camionetas de helados que arrancan los gritos de los más pequeños: "¡Mr. Softee!" Estas camionetas blancas, que pertenecen a una franquicia, como una gran parte de los negocios de este país, se pasean por Nueva York anunciando su mercancía con una musiquita que data de los años 60 y que ha sido blanco de las iras de vecinos y de los comentarios de Gothamist y hasta del New York Times. Claro, que por mucho que te gusten los helados, después de tirarte todo el verano oyendo la dichosa musiquita acabas un poquillo harto, por lo que en 2005 el alcalde, Michael Bloomberg, decidió que sólo pueden poner la musiquita cuando las camionetas están en marcha. (Si pincháis el enlace de Mr. Softee, entenderéis el motivo del mosqueo veraniego de los vecinos de esta ciudad y es que tiene un mandao tener la camioneta debajo de tu casa con la musiquita de marras. Al menos el de las sandías de El Palo tenía más gracia y había tardes que hasta tenía la conversación con las del barrio a través del altavoz).

También existe la versión alternativa y más adulta de las camionetas de Mr. Softee, la mudtruck, una camioneta naranja que desde el 2001 anda vendiendo café en el East Village. Siempre que la vemos, nos pillamos uno. Lo gracioso es que los que empezaron lo del mudtuck les ha ido tan bien que ya tienen un par de camionetas por Manhattan y hasta un restaurantito, el MUDspot, en el que no sólo sirven café y bollos, si no bocatas, sopas y ensaladas... Todavía no he ido al restaurante. Me hace más gracia lo de tomarme el café por la calle, como los americanos. Será cuestión de acercarse una tarde.

Personalmente, aunque me hacían más gracia las frases del de las sandías de Málaga, no le hago ascos al café (aunque no sea Santa Cristina), a la musiquita soul y al buen rollo de la mudtruck.

Podéis encontrar la mudtruck en
Astor Place
4th Ave & 8th Street

De lunes a viernes de 7am a 6pm
y los fines de semana de 10am a 6pm

sábado, agosto 16, 2008

~Bochorno~

El tiempo está aquí como loco... una ya no sabe qué ponerse. Eso sí, hay que llevar paraguas a todas partes, porque últimamente nunca sabes cuando te va a caer una. Los veranos de calor insoportable en Nueva York, ya no son lo que eran. Incluso los inviernos no son tan fríos (ves tú, de eso me quejo menos). Este verano, hemos tenido más la sensación de que estábamos en Bangkok en lugar de Nueva York. Días de un bochorno insoportable y de repente... tormenta tropical. ¿Será todo esto producto del efecto invernadero del que nos hablaban en Una verdad incómoda?

Ahí va una foto de tormenta a la vista.

martes, agosto 12, 2008

~Hot Dogs~

Y si ayer hablábamos de Coney Island, imprescindible hablar de los perritos calientes. Como os comenté, cada 4 de julio hay un concurso en Coney Island, patrocinado por Nathan's, de a ver quién se jinca más perritos en menos tiempo... Y encima tienen un calendario como si fuese el de la Feria de Málaga... ya sólo faltan trescientos y pico días para ver como se indigesta la peña a base de perritos (y encima les damos un premio). Ojo al calendario, que no tiene desperdicio... Son tan apretaos, que van hasta al segundo que les falta para el próximo atracón.



Y encima, el récord, tanto masculino (66 perritos del tirón) como el femenino (33 perritos, y es que si una muchacha se jincase sesenta y pico perritos en menos de cinco minutos, sería preocupante, aunque 33 ya es un número importante de perritos).

Y luego, para que no digan que hasta en los perritos, Nueva York no es una ciudad abierta, nos encontramos un poquillo más abajo de Nathan's unas máquinas que vendían perritos, pero que eran kosher, es decir que siguen las normas de alimentación de la religión judía. Lo más gracioso de estos puestecillos es, que como podréis observar en las fotos es que, aparte de indicar que es kosher, como los judíos descansan los sábados, estas máquinas en lugar de ofrecer perritos 24/7, como dicen los americanos: 24 horas, 7 días a la semana, sólo los ofrecen 24/6, para respetar el Shabbat.





Igual podrían poner en Málaga una máquina de boquerones fritos, a ser posible twenty-four seven. Creo que tendrían más tirón que los hot dogs.

lunes, agosto 11, 2008

~Coney Island~

El sábado hacía un día tan bueno que decidí llevarme a mi primo a ver Coney Island, una de las playas de Brooklyn, que tiene el encanto especial de lo currado y de una vida dura. Nos cogimos mi F del alma y nos bajamos en la última parada, Coney Island-Stillwell Avenue. De ahí bajamos por Surf Avenue al estadio de los Cyclones, el equipo de beisbol de Brooklyn y nos paseamos Boardwalk, que es como si fuese el paseo marítimo de Coney Island, hasta el Acuario de NY .

Coney tiene fama por ser un poquito destroy, tal y como se puede ver en algunas de las localizaciones de la película de Aronofsky, Requiem por un sueño, y también como el sitio en le que todo vale, con freaks de todo tipo. Los dos eventos más importantes del año son el Mermaid Parade, que normalmente se celebra a finales de junio y que es una cabalgata con tema marino y que marca el inicio del verano y el 4 de julio con el concurso de a ver quién se jinca más perritos calientes de Nathan's. También es famosa por su parque de atracciones, Astroland, el parque de atracciones más grande dentro de la ciudad de NY, con una montaña rusa, la famosa Cyclone, que data de 1927.

El Boardwalk estaba lleno de familias, como ésta que se montó el chiriguito en el paseo en lugar de en la playa, con su música (maracas incluidas) y el picnic como si la cosa no fuese con ellos. También había un grupito de gente bailando en mitad del paseo. A mi primo le sorprendió mucho Coney Island y me dijo que no se esperaba este sitio para nada en Nueva York. Personalmente, el toque kitsch que tiene Coney me recuerda un poco a la imagen que se tiene de la costa y el verano en las películas de Alfredo Landa. Creo que lo mejor es que os cuelgue algunas fotos que sacamos, porque hay veces que una imagen vale más que mil palabras...

Aquí hay una foto del Parachute Jump, y que se trasladó a Coney Island en 1940 desde la 1939 New York World's Fair, vamos la Expo, pero en vez de en Sevilla en el 92, en Flushing Meadows en el 39. Me da a mí que era la versión de los 40 de hacer puenting.





Aquí va una imagen del parque de atracciones de Coney Island. No saqué foto de la montaña rusa. Bueno, así tengo excusa para volver.


Y aquí teneis un mural que cubría toda la pared de camino al acuario. En ella cuentan detalles y anécdotas referentes a Coney Island, en la que se puede ver una imagen del Elephant Hotel, un hotel que se abrió en 1882 asociado a la prostitución, del Parachute Jump y de la montaña rusa.





Y por último, el detalle que más me gustó del mural, una frase de George Tilyou, un joven empresario de finales del siglo XIX que abrió, junto con su padre el primer teatro de Coney Island, y posteriormente creó el parque de atracciones, el Steeplechase Park.



"If Paris is France, Coney Island, between June and September, is the world." George Tilyou

"Si París es Francia; Coney Island, de junio a septiembre, es el mundo." George Tilyou

Y si bien Coney Island no es lo mismo que las playas de Málaga, creo que al Sr. Tilyou no le faltaba cierta razón. Todos los años nos dicen que van a cerrar Coney Island y venderla a constructores para que pongan edificios de apartamentos y todos los años, de algún modo u otro, la cosa se postpone. Quizá sea parte del encanto de Coney.

domingo, agosto 10, 2008

~Un domingo como otro cualquiera~



El domingo pasado me llevé a mi primo a dar una vuelta por el barrio. Subimos al Brooklyn Promenade para que viese las vistas de Manhattan desde el otro lado del río. De ahí subimos a Dumbo. Allí nos acercamos a Halcyon, una tienda de discos muy chula y luego nos cogimos el metro y bajamos a Fulton Street Mall, ya que mi primo andaba buscando una tienda de discos que le habían recomendado en esa zona. De ahí bajamos andando a Smith Street y fuimos a Hanco's, un sitio donde venden bocatas vietnamitas y bubble tea. Nos cogimos un par de bocatas: mi primo se pidió el classic sandwich, con carne picada de cerdo, jamón (parecido a nuestro jamón York), zanahorias ralladas, pepino, rábano daikon y cilantro y yo me pedí el pork sandwich, parecido al classic, pero sin el jamón. Así que con nuestros bocatas tiramos para el Brooklyn Inn y nos pedimos un par de cervezas mientras nos cargábamos nuestros bocatas. No es que sea lo mismo que una catalana o un bocata de serrano, pero tampoco están mal... Como todos los domingos, allí estaba Stella, la perra de uno de los parroquianos, que no paraba de mirarnos para que le diésemos un poquito de bocata.



Creo que dentro de un rato seguiremos con la tradición de los domingos: paseo por Smith, bocata en Hanco's y cervecita en el Brooklyn Inn.

Hanco's
85 Bergen Street
Brooklyn, NY 11201
Tel: (718) 858-6818
~Noche Flamenca en Lincoln Center~

Como os podeis imaginar, no podía esperar a que llegase el jueves por la tarde para acercarme al Damrosch Park a ver flamenco al aire libre en Lincoln Center. El sustituto de mi feria de Málaga en Nueva York... ¡Qué ganas! Llamo a Martín que me dice que le llame en cuanto llegue a Lincoln Center. Como siempre, vamos con el tiempo pegao al culo, así que mi primo y 2 amigas nos cogemos un taxi y cruzamos Manhattan por Central Park (mi primo flipando... estoy cruzando Central Park, y encima en plan New York, en un taxi amarillo). Llegamos a Lincoln Center a eso de las 6.45 y el festival que empieza a las 7. En cuanto llegamos vemos que el Damrosch Park está hasta la bandera. Y es que en cuanto hace bueno, la gente aquí se tira a la calle y encima Nueva York tiene organizada un montón de actividades gratuitas y al aire libre en verano (es que los inviernos son durillos aquí. Si en Málaga el que llueva te corta el rollo para salir y te da pereza y lo único que te apetece es quedarte en casa con una peli, y si mi apuras con la mesa camilla, os podeis imaginar las ganas que le entran a una de salir cuando hace 10 bajo cero y hay una tormenta de nieve). Total, que llamo a Martín, que nos había reservado unas sillas en primera fila. Nos sentamos con la familia y con los de la compañía y echamos un ratito hasta que empiece el espectáculo.

Lo que no sabía es que el espectáculo de Noche Flamenca abría cartel del festival Lincoln Center Out of Doors de este año. Para calentar motores, el espectáculo del trío de Stephane Wrembel, liderado por el francés del mismo nombre, y que toca lo que llaman Gypsy Jam, con influencias de la música de los gitanos eurpoeos, de Django Reinhardt, Jimi Hendrix y de Miles Davis, entre otros. De lo que me enteré es de que tocan bastante en Brooklyn, en un bar de Park Slope, bastante conocido por los espectáculos de música en vivo, Barbès, y en Bar Tabac (sí, el bar que organiza el Bastille Day en mi barrio). La música del trío estuvo muy bien, y realmente le pega un montón a los bares de Brooklyn en los que actúan... Ya me veo con esas notas de fondo mientras nos tomamos un tinto y hablamos de filosofía, literatura y cine, en plan Jean-Paul Sartre . Habrá que ir a verlos.

En cuanto se puso el sol anunciaron a Noche Flamenca. El espectáculo fue increíble. Primero un poco de cante y el público que iba calentando motores y entregándose poco a poco a nuestra música. A rato salió Soledad, vestida de blanco, en una pieza que empezaba con un fondo de olas del mar, unas gaviotas y bocinas de barcos, mientras con ese arte y esa elegancia que tiene empezaba a bailar. A mí se me saltaron las lágrimas de la emoción. Sólo me faltaba el olor a mar que hay en El Palo para estar en casa, estando tan lejos.



No creo que pueda hacer justicia describiendo el pedazo de espectáculo que ofrecieron los componentes de Noche Flamenca, especialmente si se tiene en cuenta que el escenario (según me dijeron ellos más tarde) no les acompañaba y no se notó para nada. Me quedaría corta. Fue un compartir de sentimientos, pasión, elegancia y entrega, que sólo tiene el flamenco que se siente de lo más profundo del alma. Si pudiese describir el arte de esta compañía aquella noche, utilizaría una palabra muy nuestra que creo que es la que mejor lo describe: poderío. Noche Flamenca consiguió arrancar olé, jaleo y vamos allá del público neoyorkino que llenaba el Damrosch Park.

Con deciros lo lleno que estaba que había gente que se sentó en el suelo delante de nosotros y vino la policía a decirles que no se podían sentar allí porque iba en contra de las normas de seguridad contra incendios. Todos protestaban, que es que no podían ver, que había mucha gente y algunos hasta criticaban al gobierno y la falta de libertad mientras el policía permanecía inmutable con su cara de poker y les decía que se fuesen con la música a otra parte. Una señora mayor, muy elegante ella, con su pelito blanco muy cortito y gafas de diseño, le dijo al policía que ella era de prensa. El policía le dijo que se fuese a la zona habilitada para ellos, y aun cuando sacó su identificación (que me daba a mí que no era de prensa, porque lo que sacó fue un carné de miembro del Whitney. Sí, aquí también existe la picaresca), el policía le dijo que con carné y todo se tenía que ir a la zona que le correspondía.

El espectáculo duró hora y media y consiguió que a todos se nos quedase corto y que todo el público se levantase a aplaudir y pidiese más. Más cante, más baile, más arte, más pasión, más poderío bajo las estrellas y los rascacielos de Manhattan. Después del espectáculo, Estela vino a recogernos para llevarnos a los camerinos a ver a sus padres. Qué momento de agradecimiento a los componentes de Noche Flamenca que con su arte consiguieron que el público se les entregase. Su arte hizo de una noche de agosto en Nueva York LA NOCHE... flamenca, por supuesto.

Desde aquí quiero darle las gracias a todos los componentes de Noche Flamenca, y en especial a Soledad Barrio y Martín Santangelo, Sole y Martín, por su arte y su generosidad, no sólo con nosotros, si no también con la ciudad de Nueva York.

sábado, agosto 09, 2008

~New York Moments~

Existe un fenómeno en Nueva York que se conoce como New York moments y que son aquellos momentos totalmente inesperados bastante difíciles de describir: un comentario divertido de alguien en el metro que hace reir a todos los pasajeros en hora punta; encontrarte de casualidad por la 5 Avenida con un compañero del instituto al que no has visto desde que terminaste el COU; ir al cine y en cuanto se termina la peli, sale el director sin que nadie lo espere a contestar preguntas sobre su obra ... El miércoles tuvimos uno de esos New York moments. Resulta que le dije a mi primo que si hay algo que hacer en Nueva York es salir a comer porque la cantidad de restaurantes y de tipos de comida que puedes encontrar en esta ciudad supera cualquier idea que uno pueda tener sobre el buen comer: que te apetece comer comida india, pues te vas a Murray Hill, o como lo llaman aquí, Curry Hill, y te pones hasta las botas de paneer o de carne tandoor; que prefieres comida latina, te coges el metro a Jackson Heights y puedes tomar leche de avena, pupusas o ceviche; que hace frío y te apetece comida de invierno e hipercalórica, metro para Greenpoint para comer pierogis y kielbasa...

Bueno, a lo que íbamos, que convencí a mi primo para que fuésemos a cenar sushi a uno de mis restaurantes favoritos del East Village, que está lleno de garitos y de restaurantes japoneses. Nada, que entramos en Typhoon Lounge, un sitio que está lleno de estudiantes japoneses de NYU. Mi primo no estaba muy convencido con eso de comer pescado crudo, pero le comí el tarro y le dije que aparte de sushi este sitio tiene otros platos más parecidos a nuestras "tapas": pinchitos, croquetas, pero en versión japonesa. Total, que el camarero nos sienta en una mesa y justo en la mesa de al lado hay una pareja con una niña monísima. Le digo a mi primo: "Éstos son españoles" (es que cuando llevas tanto tiempo fuera de casa, en seguida reconoces a los tuyos). Me pareció raro, ya que no he visto a muchos españoles en este garito, y el único que conozco es a un madrileño al que conocí en La Nacional, Antonio, que siempre que voy (y suelo ir como una vez por semana a subirme los niveles de mercurio en sangre) está fijo en la barra, con su cervecita y su sushi. Llega nuestra camarera y nos toma nota. Le pregunto a mi primo qué es lo que ha hecho ese día, si ha visto algo de la ciudad, cuando de repente, el padre de la mesa de al lado nos pregunta: "¿Sois españoles?"... Bueno, empezamos a charlar con Martín, Sole y Estela, ¿De dónde sois? Ellos, de Madrid, como mi primo; yo, de Málaga. ¿Vivís aquí? Bueno, él está de vacaciones, pero yo vivo aquí. ¿De Málaga? ¿Y no la echas de menos? ¿Cuánto tiempo llevas aquí? Pues ya me dirás si la echo de menos, que llevo casi 9 años viviendo aquí... Oye, ¿te gusta el flamenco? No lo entiendo mucho, pero me encanta, y si encima te digo que la feria de Málaga empieza dentro de ná, ya me dirás. Verás, es que nosotros tenemos una compañía y estamos balando justo aquí al lado, ¿por qué no os pasais? Me encantaría. Mira, mañana tocamos y bailamos en Lincoln Center, al aire libre, y es gratis. Llámame y os sentais con nosotros en primera fila. Oye, pues me encantaría poder veros. Total que Martín nos pasa su número y quedamos en que le llamamos al día siguiente para ir a ver un poco de flamenco, que a mí me va haciendo falta porque aunque me ponga al Camarón y a la Estrella Morente en casa, no es lo mismo que verlo en vivo. Como Martín y Sole han terminado de cenar, se despiden de nosotros... Oye, no te olvides de llamarme, que te digo que va a estar bien. Sí, sí, te llamo mañana. Nos despedimos de ellos. ¡Qué mona que es Estela! Por un momento, es como si estuviese en un bar de Málaga, pero en vez de estar comiendo pescaíto, me estoy cargando un sushi espectacular.

Mi primo y yo terminamos de cenar (no logré convencerle para que comiese sushi, y eso que pedí un California roll, que no tiene pescado, pero creo que la idea de comer pescado crudo le supera) y al salir le digo, vamos a acercarnos al teatro para ver de qué compañía son Martín y Sole. Cruzamos la calle a ver el cartel que tienen en la puerta del Theatre 80 y me quedo flipada... Hemos estado charlando con la bailaora y el director de Noche Flamenca, Soledad Barrio y Martín Santangelo. ¡No me lo puedo creer! ¡SOLEDAD BARRIO! Y nosotros, aquí, tan panchos, charlando con Sole, Martín y Estela, su hija, como si nos conociésemos de toa la vida.

¿Quién me iba a decir a mí que el camino más corto al flamenco es un plato de sushi? ¿Es o no es eso un New York moment?



Noche Flamenca en Theatre 80
Del 9 de julio al 14 de agosto
Theatre 80
80 St. Marks Pl.
New York, NY 10003-8129
Tel: (212) 598-9802

lunes, agosto 04, 2008

~Paseo por Gowanus~

David me regaló una cámara nueva el viernes, así que este fin de semana me he dedicado a sacarle fotos a todo lo que he pillado, como si fuese una turista. También ayuda a ver la ciudad con otros ojos el que esté con nosotros mi primo, que es la primera vez que viene a NY.

Aquí van un par de fotos del paseo que nos pegamos el sábado por la tarde por Gowanus, el barrio que está entre my barrio, Carroll Gardens, y el barrio que está al lado de Prospect Park, Park Slope. Bonito canal, lástima que tenga tantos residuos tóxicos.



sábado, agosto 02, 2008

~Yashua Klos~

Tengo la gran suerte de poder rodearme y conocer a artistas de todo tipo: fotógrafos, músicos, DJs, pintores, escritores... Si ya en Málaga me juntaba con el artisteo a ver si se me pegaba algo, aquí en Nueva York, con el trabajo que tiene David, estoy mucho más expuesta al mundo del arte. Por suerte para mí no son artistas inalcanzables y pedorros, sino gente que ha elegido el arte como su medio de expresión y de vida (algunas veces con trabajos on the side, porque no siempre el arte da p'a comer...).

A nuestro amigo Yashua Klos, un artista de Chicago, le han expuesto cuadros en Port Authority, la estación de autobuses principal de Nueva York... Vamos, como si le los hubiesen puesto en la estación del Alsina. Estaba muy contento porque cree que el arte no pertenece sólo a las galerias, sino que debe estar a la vista de todos, y Port Authrity es un sitio muy transitado. Su cuadros se han expuesto en galerías de Estados Unidos y en Europa y hasta hizo una exposición en la calle, con un ejército de artistas paseando por SoHo, la Mystic Order.

Quedamos a las 6 en un bareto súper cutre en la 41, el Port 41, bareto típico de cuando la zona de Port Authority era una zona muy currada y no el Disneyland que se han montado ahora con Times Square. Y es que lo que los turistas no saben es que la zona de Port Authority y Times Square era el sitio donde estaban las prostitutas, las sex-shops y las drogas en los años 80 y que se le dio un lavado de cara con Giuliani. Los que hayan estado en Times Square sacando fotos de todas sus luces de neón y que lo consideran el centro de Nueva York no podrían imaginarse en la vida que Times Square podía haber sido el lado oscuro que nos pintan en películas como Taxi Driver. ¡Menudo cambio a lo que es hoy! Pero aún quedan algunos baretos y algunas sex-shops que nos recuerdan que era una de las zonas curradas de Manhattan.

Pues nada, que nos tomamos un par de birras con camareras en bikini y con una mezcla parroquianos del Port 41, la mayoría obreros o transportistas, musculosos y con bigotazos de exposición y algún que otro ejecutivo, con chaqueta y sin corbata, tomándose la primera cerveza del fin de semana. Tras una cuantas jarras de cerveza (pitchers), nos fuimos todos a ver los cuadros de Yashua, que están en uno de los pasillos de Port Authority, justo enfrente de una especie de monumento conmemorativo de los que murieron en el 11 de septiembre. Los cuadros de Yashua son impresionantes. Normalmente utiliza una técnica en la que talla planchas de madera y luego les pone tinta y las utiliza como sellos sobre lienzo. Esta vez tenía expuestos cuatro cuadros pintados con tinta, con una técnica similar a la acuarela. Ahí va uno de los cuadros, que me encanta por todo lo que da en qué pensar: