Vaya con la caló en NY

lunes, noviembre 30, 2009

~I can't afford to ♥ NY~

El sábado pasado, en contra de nuestra teoría de no ir a Manhattan durante el fin de semana, decidimos bajar a Chinatown. Mi primo Chris se había quedado en casa, y nos había hablado de este sitio en East Broadway donde tienen sopas de fideos, muy parecidas a los ramen japoneses. Y si encima es barato, pues allá que vamos. Total, que ponemos a Alaia en su Baby Björn y nos montamos en nuestro F del alma que, sorprendentemente, funcionaba con normalidad. Nos bajamos en la parada de East Broadway y aprovechamos para pasear bajo el sol de otoño. Un día perfecto, un cielo azul brillante y sin una nube, con ese frío que pica un poco, pero con el que da gusto pasearse. Vamos, el domingo ideal de invierno de Málaga (porque siempre era domingo, no sé porqué), en el que bajabas a tomarte el café a La Chancla y te tirabas horas con los amigos, café tras café, algún que otro gin-tonic, y veías la puesta de sol en la bahía de Málaga.

Bajamos por East Broadway, camino del puente de Manhattan y mi primo se para delante de un localito cutre como él solo, a mano derecha, por el que hemos pasado cientos de veces y en el que nunca nos habíamos fijado. Ya estamos aquí, nos dice. Entramos en Lam Zhou, un local en el que toda la decoración son las luces de neón, el menú en la pared, unas cuantas mesas, una barra con sillas, y al fondo, una mesa de metal para hacer los fideos (¡a mano!), una banderita roja de la República Popular China, y un pequeño altar con sus velitas, junto a una televisión del año de la Tana.

Menos mal que vino mi primo con nosotros y nos ayudó a pedir la comida: 2 sopas de fideos con carne de ternera, una con rabo de buey y un plato de 餃子, una especie de empanadillas de carne que te las presentan hervidas o fritas. Los fideos estaban de muerte (según David que lo que les da el sabor es el glutamato monosódico. No sé, igual es cierto, pero lo debo llevar en mi código genético, porque no me molesta tanto, y total por $4.50, un platazo que no se lo salta ni el bailarín Antonio, tampoco se puede pedir mucho más). Eso sí, nos pegamos un susto al oir un golpe seco detrás de nosotros, para darnos cuenta de que era el cocinero chino golpeando la masa para hacer los fideos. Vamos, un sitio auténtico que me recordó un poco a algunos de los locales de comidas de Beijing. Creo que lo único que le faltaba era servir Tsing Taos fresquitas, ya que sólo servían latas de refrescos que tenían en una nevera a la puerta.


Tras reponer fuerzas, y aprovechando el día tan bueno, decidimos darnos un paseo por el Lower East Side. Nos quedamos alucinados de lo cambiado que está, de lo carísimo que es y de la de gente guapa y fashion que hay por ahí. Está visto que salimos poco por las zonas in de la ciudad. Lo que había sido el lugar al que aterrizaban los inmigrantes de finales del siglo XIX y principios del siglo pasado, que vivían hacinados en pequeños apartamentos llamados tenements, se ha convertido en un sitio de moda, en el que te venden camisas por $150.00 (una sola camisa, oiga) o vaqueros por $200.00. Galerías de arte, joyerías y boutiques conviven con bares de moda. Un ejemplo es la cafetería de Moby, teany. El Lower East Side ha perdido un poco ese punto gamberro y un tanto peligroso que tenía para convertirse en un escaparate de objetos de lujo, aunque eso sí, de lujo alternativo. Como nos dimos cuenta de que no nos podíamos permitir ni una cervecita en el Lower East Side, decidimos subir hacia Alphabet City. De camino hacia Lakeside Lounge, un bareto genial con bebidas a precios asequibles y muy buena música, nos encontramos con el siguiente cartel: I can't afford to ♥ NY (No puedo permitirme el ♥ NY). Después de lo que vimos esa tarde en el Lower East Side, estoy totalmente de acuerdo con la ironía del cartel.


Lam Zhou
144 East Broadway
New York, NY 10002
Tel: (212)566-6933

Lakeside Lounge
162 Avenue B
New York, NY 10009
Tel: (212)529-8463

viernes, noviembre 27, 2009

~Thanksgiving, otra vez~

Pues ya estamos otra vez a finales de año y sin darnos cuenta se nos ha echado Thanksgiving encima. No sé si será el calentamiento global del que habla Al Gore, pero lo cierto es que por estas fechas en otros años ya habíamos tenido alguna que otra nevada, y con eso de que ha estado haciendo un tiempo buenísimo, para cuando nos hemos querido dar cuenta, nos presentamos a finales de noviembre y no tenemos ni pavo ni nada comprado dos días antes del día D. En un principio David quería cocinar otra vez, sobre todo porque decía que éste sería el primer Día de Acción de Gracias de Alaia. Lo cierto es que le he estado preparando papillas de batata, entre otras cosas, para que al menos pudiese participar de algo de lo que se sirve para Thanksgiving, pero a decir verdad, el pavo no es que me emocione demasiado, y como aquí todo lo hacen a lo grande, tampoco me apetecía estar comiendo pavo reciclado durante dos semanas.

Total, que habíamos quedado que cuatro amigos se vendrían a cenar a casa, junto con mi amiga Lu, una italiana de Torino que se ha venido a vivir al otro lado del charco, a Montréal, y que pasaría el fin de semana con nosotros.

Miércoles por la tarde, recojo a la enana y me la traigo a casa, mientras espero a que llegue Lu. 24 horas antes de Thanksgiving y todavía no tenemos pavo. ¡Qué estrés! David me llama, que va a acercarse a Trader Joe's a comprar el pavo y algunas cosillas más para la cena de mañana. Al cabo de un rato me vuelve a llamar que ha comprado un pavo de 17 libras (unos 7 kilos y pico) y que viene para casa. Anda un poco mosqueado y me dice que dos de nuestros amigos acaban de cancelar y que no podrán venir a cenar. Dios mío, ¿cómo nos vamos a comer el bicho ese entre 5? Total, que como lo noto cansado y mosqueado, le digo que devuelva el pavo (es increíble, aquí se puede devolver todo) y llamo a nuestras otras dos amigas (que menos mal que tenían plan alternativo) y les digo que al final no vamos a hacer la cena del pavo en casa. Como Lu no es americana, tampoco le suponía mucho problema no comer pavo. Lu llega a eso de las 8.30 de la tarde, David está más relajado, aunque le sabe mal no seguir la tradición anual. Un par de vinos más tarde y con mucha conversación poniéndonos al día con Lu, le digo que ya encontraremos una solución. Vamos, como si hace falta pedir un take-out de Andy's, el único chino medio decente del barrio.

Al final acabamos yendo a casa de nuestros amigos Glenn y Katia, que celebraban Thanksgiving con sus dos niños (no tan críos) y sus respectivas parejas. Alaia, que es la niña mimada de Glenn y Katia (Glenn está convencido de que sus primeras palabras serán Uncle Glenn), presidió la mesa desde su trona y hasta probó un poquito de pavo. La tía aguantó hasta pasadas las 10 de la noche como toda una campeona.

Sí que tenemos que dar las gracias por tener salud, una niña preciosa y tan buenos amigos a nuestro alrededor.

Happy Thanksgiving!

miércoles, noviembre 18, 2009

~Dim Sum~

Llevo ya varias semanas sin escribir y no es porque una no quiera, pero esto de ser madre-proletaria es más complicado de lo que una podría haberse imaginado (estoy segura de que más de un@ comparte esto conmigo). Estas últimas semanas parece que mi vida está en repeat: levántate por la mañana; dúchate; vistéte; dale de comer a la enana; distráete con ella, que no tienes ganas de dejarla para irte a currar; una hora de metro; trabajo; sal del trabajo; otra hora de metro de vuelta para la casa; recoge a la microbia; disfruta un ratito de tu hija (es la mejor parte del día); dale la cena; báñala; acuéstala (la hora depende de lo que quiera cooperar); dile hola a tu marido, que el pobre tiene la paciencia de un santo y casi ha pasado a tener el papel de roommate; cenáis juntos; veis una peli (si no caeis muertos antes); a dormir y ¡repeat! Ojo, no me quejo, porque realmente merece la pena ver crecer a la enana, que cada día está más mona y más salá (amor de madre, ¿qué va a decir una?), pero conlleva un grado de organización extremo, del cual carezco, al menos en el lado personal de mi vida. Sí, soy capaz de organizarme en el trabajo, pero lo que es a la hora de organizarse en casa, eso es harina de otro costal.

Dicho esto, y que no sirva a modo de excusa, ya os habréis dado cuenta de que la cantidad de mis correrías neoyorkinas ha bajado bastante. Todavía intento salir a explorar, generalmente los fines de semana y la mayoría de las veces con Alaia, a la búsqueda de lugares curiosos, que estoy segura de que os gustarían o que os llamarían la atención tanto como a mí. El problema está en encontrar ese huequito de tiempo para contároslo. Una tiene la mejor de las intenciones: "Este sábado me levanto temprano y escribo un poco. Este sitio les va a encantar". Y llega el sábado y a una se le pegan las sábanas, aprovechando que la enana se ha quedado dormida después del biberón de las 6.30 de la mañana. Total, que uno por otro y la casa sin barrer.

Hace un par de semanas me entró mono de comida china, pero de la de verdad, de la que hay que bajar a Chinatown y en la que no sabes realmente lo que estás comiendo. En esos momentos, me pongo en contacto con nuestro amigo Chris, un chico de Taipei que, obviamente, domina tanto el idioma como los platos que nos presentan. Decidimos ir a 88 Palace, un restaurante que tiene más pinta de salón de bodas y de comuniones. Eso sí, todo estilo chino, con una pared al fondo de color rojo (el color de la felicidad) y el caracter , que aparece en la decoración tanto de año nuevo chino como en la decoración que se utiliza en las bodas y que se traduce como "doble felicidad". Las mesas, por supuesto, son redondas, ya que según el 風水, las mesas redondas, al no tener bordes, son más propicias para la armonía del hogar.

Total, que le mandé un mail a Chris y conseguimor reunir a 9 amigos para ir a comer 點心, que sería el equivalente chino de nuestras tapas, tal y como comenté en un post anterior. Así que, ni cortos ni perezosos, nos plantamos el sábado pasado a mediodía en East Broadway, camino de nuestro restaurante, que está ubicado bajo el puente de Manhattan.

Por el camino nos encontramos con el siguiente anuncio, que me hizo bastante gracia. Está visto que la globalización está por todas partes. Este local anuncia su menú del día en una especie de castellano, en inglés y en mandarín. El cartel (que hará las delicias de los puristas de la lengua del Cevantes, o al menos, les hará sonreir) anuncia lo siguiente:

Combo de Armuerzo

Pollo. Pescado Vegetal (pensaba que el pescado pertenecía al reino animal). huevo.
Carne de cerdo, carne deres (de res, vamos, de ternera) y
Chaumin (la versión hispana de 炒麵), etc... (cuando veo un etc... con puntos suspensivos en un menú, prefiero no preguntar)
Cualquiera 3 orden de esto
con arroz. A solo $3.75

No me diréis que no es un chollo, que por $3.75 te pongas las botas, con erratas y todo. Aunque todo hay que decirlo, si yo pudiese escribir en mandarín la mitad de bien que el castellano de este localito, pensaría que me ha tocado el bote de la Primitiva. La versión en inglés no tiene nada que ver con la que está en castellano, y me imagino que cualquier parecido de estas dos con la versión en mandarín será pura coincidencia. Eso sí, los precios siguen siendo los mismos, así que muy descaminados no andarán.

El dim sum es un tipo de comida china que lo podríamos casi comparar con nuestras tapas. En los restaurantes que sirven dim sum, se pasean con carritos con diferentes platillos y uno va escogiendo de lo que le ofrecen. Suelen ser muy variados y no son platos grandes. Lo mejor es ir con alguien que sepa bastante de comida china y que hable o cantonés o mandarín y también ir con un montón de gente para poder elegir más variedad y poder probar de todo.

El 88 Palace es uno de nuestros sitios favoritos para comer dim sum, que está en el centro del Chinatown de verdad, lejos de los bolsos y los relojes de imitación de Canal Street. Es un salón de banquetes que está bajo el puente de Manhattan, en el que los camareros se pasean por entre las mesas mostrándote los diferentes platos. Se paran, tratan de convencerte de que pidas todos, acabas negociando y eligiendo lo que quieres y te sellan una tarjeta que te dan por mesa con el número de platos que has elegido. Es como una versión china de lo que yo recuerdo que era El Tintero. Y así se va comiendo y eligiendo platos a medida que van pasando. Se mezclan los sabores, lo dulce con lo salado, y muchas veces la presentación esconde sabores insospechados que no parece que peguen nada con el look de la comida. Con Chris me atrevo a comer platos que en la vida pensé que probaría, como las patas de pollo, que no están tan mal tras la dentera inicial, pero que conllevan mucho trabajo, o la ensalada de medusa, que me encanta y que le da bastante no sé qué a David... Según él que es como mascar unas zapatillas de goma, pero no es para tanto. Tiene más o menos la misma textura de la ensalada de algas, para que os hagáis una idea. Todo esto con mucho té, aunque nosotros lo preferimos con unas Tsing Tao fresquitas. Y no podían faltar los postres: 蛋撻, una especie de hojaldre con huevo (casi como flan) en el centro, o 煎堆, unas bolillas hechas de harina de arroz que suelen estar rellenas de pasta de semilla de loto.

Algunos de los platos que pedimos


88 Palace Restaurant
88 E Broadway
New York, NY 10002
Tel: (212) 941-8886