Vaya con la caló en NY

domingo, marzo 25, 2007

~De compras con Yves y con Nieves~

David estaba más malo que un perrillo chico, así que le pedí a Ivy que me escribiese resfriado en chino y me dirigí a la farmacia más cercana para ver si podía conseguirle unas pastillas. No fue demasiado fácil, pero al final conseguí unas pastillas que veremos a ver si funcionan. Luego le compré unos cuantos jiaozi y una sopa para llevar en el puestecillo detrás de casa de mi hermana. Olvídate de los tupperwares, la mujer te pone la sopa en una bolsa de plástico, le hace un nudo y listo.

Depués Nieves y yo nos fuimos al puestecillo, nos cargamos unos cuantos jiaozi y nos montamos en un taxi para ir a recoger a Yves. De su zona, Guandanamo, como él la llama, nos fuimos para el mercado de Panjiayuan, el mercado de antigüedades. Es un mercado inmenso, la mayor parte al aire libre. Llegamos como a la 1 y había un bullicio de gente vendiendo, regateando y comprando. Yves, Nieves y yo empezamos con mi sesión de shopping (claro, con eso de que ellos dos viven aquí...). Encontré cuadros preciosos, hablamos y regateamos con pintores. Me hice el sello con mi nombre, con un señor mayor digno de que le fotografiasen. Leones chinos, cámaras de fotos, cuentas de jade, pulseras, teteras, marionetas de cuero, zapatitos de tela y platería se mezclan bajo el bullicio de voces que tratan de ponerse de acuerdo en un precio. Anduvimos por ahí un par de horillas y decidimos ir a comer a un restaurante de jiajia mien, unos fideos típicos del norte y que, según Nieves, este es el mejor sitio de Beijing. Cuando llegamos nos encontramos con que el sitio estaba cerrado por reformas, así que nos tuvimos que ir con la música a otra parte. Encontramos un restaurante y allá que nos metimos. Una sopita y unos jiajiamien y ya estábamos listos para ir a ver el Tiantan Gongyuan , los jardines del Templo del Cielo. Terminamos de comer y nos fuimos a darnos un paseo por las diferentes partes del jardín en los que había gente pasando el domingo por la tarde jugando a las cartas, cantando, paseando o jugando a un juego en el que le dan patadas a una especie de pelotita con plumas. Este jardín tiene la parte norte de forma semicircular, ya que representa el cielo, y la parte sur está construida en linea recta, representando la tierra. Los jardines son preciosos y, a pesar de que no pudimos entrar en los templos, ya que era tarde, se ve que eran construciones imponentes.

Después de nuestro paseo por Tiantan Gongyuan, nos fuimos a la zona de Guomao a tomarnos un café. Entramos en un centro comercial, al lado del Kerry Mall, con tiendas de alto nivel: Louis Vuitton, Cartier, Dior, estaban todas bajo el mismo techo. Acabamos en un Starbucks, (¿quién lo diría?) a tomarnos el café. Es el único local que he visto hasta ahora en el que no dejan fumar. Después de reponer fuerzas con un cappuccino al más puro estilo americano, nos cogimos otro taxi y nos fuimos a un restaurante de comida taiwanesa, el Bellagio. Por lo que nos cuenta Nieves, la peculiaridad de este restaurante es que sólo tiene camareras y éstas tienen que tener el pelo corto. Comentan las malas lenguas que las camareras son lesbianas. Por lo demás es un sitio genial, vivo, abierto hasta tarde y es el restaurante al que va la gente hype de Beijing. Ivy nos estaba esperando y Jane, una amiga alemana que se está quedando en el piso de Nieves también, vino un poquillo más tarde. Ivy pidió varios platos con Gotan Project como música de fondo. La comida estaba buenísima: pollo con guindilla, fideos, una carne de ternera deliciosa, y por un momento era como si estuviese viviendo una escena de Sex and the City, pero en Beijing, con Ivy, Jane y Nieves hablando de chicos, de los grupos que tocan en D-22, y disfrutando de la vida. Jane, Ivy, Nieves y yo volvimos a casa con un dabao, o el famoso doggy bag americano para que David pudiese comer algo.
~Sábado, 18 de marzo~

Nos levantamos tarde y David y yo volvimos a ir a comer al restaurante manchú. Hoy estaba mucho más lleno que el martes y como veían que no hablábamos chino, nos trajeron a una camarera muy simpática que hablaba inglés. David está empezando a pillarse un resfriado, así que se quedó en casa y Nieves y yo aprovechamos para salir juntas. Nos montamos en un autobús para ir a Houhai, pero a mí me dio el punto de ir andando, y a mitad de camino nos bajamos e hicimos el resto del trayecto a pie. Me encanta pasearme por Beijing y creo que es una de las mejores maneras de conocer esta ciudad. Fuimos al No Name Bar justo al lado del lago Qianhai. Según el Lonely Planet, éste fue uno de los primero bares en abrir en esta zona. El bar estaba a tope y no pudimos pillarnos una mesa junto a las ventanas que dan al lago. Un bar tranquilo, me recordaba a algunos de los bares que hay en el paseo marítimo de Pedregalejo. Como si estuviese en La Chancla, pero en Beijing. Nieves y yo nos sentamos en una mesita y nos pedimos un Long Island Iced Tea, Nieves, y un Strawberry Daiquiri, yo, mientras esperábamos a que Yves se viniese a tomarse algo con nosotros.

Estos momentos que estoy pasando con mi Nieves son lo mejor de este viaje. La adoro y no puedo creerme que vivamos tan lejos la una de la otra. Sólo nos faltaban Mónica y Pablo y los Cuatro Poderes, como nos llamaba nuestro padre, estaríamos al pleno. Ahora entiendo porqué a Nieves le encanta Beijing. Es cierto que no vive la vida normal. Curra mucho, pero también sabe cómo disfrutar. Gracias a ella hemos podido ver el Beijing de los monumentos (como ella misma se describe, Nieves es bastante cultureta), si no también los restaurantes y las zonas de marcha. No hemos visto demasiado la vida marujil de por aquí, me imagino porque Nieves, en su pisito de soltera, no cocina demasiado. Creo que tendrá que ser una de nuestras excursiones antes de que nos vayamos. David y yo tropezamos con un mercado una de las tardes y son la mar de interesantes. Todas las frutas y las verduras, los colores y los olores que no había sentido antes. Sigo pensando que esto es el futuro y que quiero volver a vivir esta experiencia no sólo por dos semanas. Trabajar aquí, salir, explorar la ciudad. Igual es la fantasía de todo viajero. Marina se vino aquí a visitar a Nieves por tres semanas y se enganchó. La ciudad en sí no es bonita: tráfico, rascacielos, contaminación, mareas de gente por todas partes, pero tiene ese je ne sais quoi que dirían los franceses, una energía que hace que te sientas vivo, un poco como la energía que tiene Nueva York. No es el sitio al que uno vendría a jubilarse y uno pensaría que después de llevar siete años en Nueva York, tal vez debiéramos mudarnos a un sitio más tranquilo, pero Beijing tiene un algo que engancha. Tengo curiosidad por ver si Tokyo nos va a dar el mismo rollito. Al igual que Nueva York, tu experiencia en esta ciudad depende mucho del nivel adquisitivo que tengas. Vamos, que para venirnos a vivir aquí, David y yo nos tendríamos que encontrar curres que pagasen bien. hay moementos en los que me pregunto que es lo que debe estar sintiendo Mao en su tumba viendo cómo está cambiando el país.

Después de nuestras copitas, Yves, Nieves y yo paseamos por Houhai a la búsqueda de un acjero y luego fuimos a cenar a un restaurante de comida Hakka. Los Hakka son la etnia original de Taiwan. El restaurante estaba a tope y tuvimos que esperar unos quince minutos. La comida no decepcionó. El primer plato fueron unas gambas a la plancha metidas en un cubo con sal gorda. Pensábamos llevarle a David el famoso doggy bag o tabao, porque se había quedado en casa intentando dormir la gripe, pero como dijo Yves: “ojos que no ven...”. No le dejamos ni una, pero es que no lo pudimos resistir. Nieves pidió un plato de pollo buenísimo, una ensalada de algas y un arroz que estaba de escándalo. Tras la comida, Yves y Nieves se fueron al D-22, que Nieves curraba otra vez. Yves quería ver el ambientillo. Yo estaba muerta, así que decidí bajar andando a casa. Las calles estaban a tope de gente y cuando pasé por Gui Jie, Calle de los Fantasmas, todos los restaurantes estaban llenos.

jueves, marzo 22, 2007

~Torre del Tambor y Torre de la Campana~

Salimos de casa a eso de las 10 y algo. Yo estaba desmayá, ya que con el jetlag me había despertado a las 5.30 y no había vuelto a pegar ojo. No sabíamos si ir al puestecillo o bajar a la estación de autobuses a comprar un ping. Nada más salir de casa, nos encontramos a un hombre con un carrito que estaba haciendo ping en la calle, así que nos fuimos directos para él y le pedimos un ping. La conversación tuvo su gracia. Un señor mayor, desdentado, se acercó a vernos y me preguntaba si podía hablar chino. Como pude, le expliqué que no, que sólo hablo muy poquito chino (i dien dien). Creo que cuando vuelva a Nueva York voy a buscarme alguna academia o un profe que me dé clases de chino, porque me da a mí que, si Nieves sigue viviendo en Beijing, voy a volver a visitarla. Me encantaría poder volver y quedarme un año aquí y vivir en Beijing. Tal vez Nueva York y Brooklyn se me hayan pasado un poco. Hmmm, ya está aquí otra vez Antoñita, la fantástica.

Los ping son una especie de crêpe, hechos con huevo. Los ponen en una plancha para que se hagan, una salsa marrón y verduritas. El que comimos el otro día tenía como una pasta crujiente dentro junto con las verduritas y un poco de carne. El de hoy sólo tenía la salsa y las verduritas. Un desayuno bastante bueno por sólo 2 ó 3 RMB (unos 20 ó 30 céntimos).

Después de nuestro desayuno y conversación con el viejito, nos montamos en el metro para ir a ver la Torre del Tambor y la Torre de la Campana. Nos bajamos en Gulou y bajamos por Jigulou Dajie hasta que llegamos a la Torre de la Campana y la Torre del Tambor. En seguida notamos que era una zona turística, con muchas tiendas de recuerdos, cafés y conductores de rickshaws que se te echaban encima vendiéndote tours por los hutong. Logramos meternos en la Torre del Tambor tras esquivar a todos los de los rickshaws y decidimos subir a la Torre, desde la que se ve todo Beijing. La Torre se construyó en 1273 y era el centro de la antigua capital mongola Dadu. Vaya con las escaleritas para subir a la torre, pero merece la pena. Las vistas son increíbles, en las que se mezclan los rascacielos y el tráfico con los hutong. Cada media hora tocan los tambores. Antiguamente había 25 tambores: 1 tambor principal y 24 tambores secundarios, que se tocaban para marcar la horas. De los tambores originales, sólo queda uno, el principal, Genggu, que quedó bastante estropeado tras la rebelión de los Bóxer de 1900.

Tras escuchar los tambores y ver la clepsidra, un aparato que les indicaba las horas, decidimos bajar de la torre y pasear por la zona. Bajamos por Gulou Xidajie y acabamos encontrando un hutong bastante arreglado. En seguida nos dimos cuenta de que había turismo por esa zona, por las tiendas de bolsos tibetanos, posters de Mao y bares con carteles en inglés. Sin saberlo habíamos llegado a Houhai, una zona en la que está al lado de un lago y que es la mar de agradable. Sin embargo, a David le pareció bastante turística, así que decidimos caminar de vuelta al metro por el camino por el que habíamos venido. Paramos en un restaurante que vimos que estaba lleno. Hasta ahora éste ha sido nuestro único fallo con respecto a comida. Las camareras eran muy simpáticas, pero claro, no podíamos comunicarnos muy bien... mejor dicho, no podíamos comunicarnos. Pedimos un plato que pensamos que era pollo, pero al final no sabemos realmente lo que era... Menos mal que pedí unos fideos y tiramos con eso más que nada.

Nos volvimos a montar en el metro. Sólo dos paradas hasta casa. Tiene gracia, no llevamos ni una semana aquí, y ya casi consideramos Dongzhimen nuestro barrio. Sabemos como llegar al metro y a la parada de autobuses, y el sistema de metro es bastante sencillo. Llamamos a Nieves y fuimos a recogerla cerca de su trabajo, que se estaba tomando un café con Natalia y Dani, dos compañeros del currelo. Después fuimos al Ya Show (parece ser que es nuestro sitio favorito), a ver si podíamos comprarle unos tenis a David, porque tenía los pies hechos polvos, pero no encontramos nada que le gustase. Deprisa y corriendo nos montamos en metro para ir a cenar con mi tía, la prima de mi madre, a un restaurante de pato pekinés, el Quanjude. La comida estaba buenísima. Te traen un pato, con el que te dan una tarjeta con su número, ya que este restaurante lleva abierto desde 1864. Un cocinero te corta el pato y lo ponen en la mesa, junto con unas torres de bambú, en la que hay unas tortitas parecidas a las crêpes. Así que lo que haces es cogerte una tortita, coger un poco de pato, mojar el pato en salsa y utilizarlo como pincel para extender la salsa en la tortita, poner el pato con unas verduritas, que creo que son cebolletas, sobre la tortita, liarla y comértela.

Mis tíos son encantadores. Me llama la atención la jeraquía de la familia china. Esta tía es, en realidad, una prima de mi madre, ya que su madre era la hermana pequeña (meimei) de mi abuela. Aquí, aunque quieras ocultar tu edad, todo sale a la luz una vez que se junta la familia, porque le dan un nombre diferente a cada miembro, dependiendo si es mayor o menor. Por ejemplo, hermana mayor es jiejie y hermana pequeña es meimei. Aquí todo el mundo sabe, sin preguntarme mi edad, que soy mayor que Nieves porque soy su jiejie. Mis tíos invitaron a un primo a comer. Creo que nuestra relación con él es que su abuelo era el hermano mayor gogo de mi abuela, pero como es más joven que yo es mi biaodi. Cometí el error de llamarle mi biaogo. Mis tíos se rieron y me explicron que no, que es más joven que yo. Y yo que pensaba que podría ocultar mi edad. Aquí ni con Botox.

Después de cenar, Nieves se fue para el D-22 a currar y nosotros nos cogimos el metro con mis tíos y mi primo de vuelta para casa.
~Ante todo, mucha clama: jueves 15 de marzo~

Hoy decidimos tomarnos el día con calma. Nos levantamos tarde y fuimos a comer a un restaurante de comida de Manchuria, cerca de casa de Nieves. Este sitio tenía menú con fotos y pedimos un plato de ternera con patatas. Se nota que la comida es diferente, ya que hasta ahora no había comido ningún plato que tuviese patatas. La comida estaba fenomenal. Después fuimos paseando a Sanlitun, la zoa por la que trabaja Nieves y volvimos a nuestro Cafe de Niro a usar el internet y tomarnos un café. Recogimos a Nieves y volvimos al mercado de Ya Show, pero no vimos mucho... Creo que tendré que ir sola para comprar más a gusto. Luego nos cogimos un taxi y fuimos a Din Tai Fun, donde comimos jiaozi. Muy buenos, aunque los del puestecillo detrás de casa de Nieves no tienen nada que envidiarle. Tal vez la decoración. Lo cierto es que este sitio es una cadena y se nota. Cenamos con Marina, que se estaba preparando para su viaje a Hong Kong. Tiene gracia, estoy aquí en Beijing y lo que más hablo es español. Hemos visto a muchos españoles, la mayoría con niños chinos. Los hemos visto en el Templo de los Lamas (un autobús enterito de españoles) y en el Ya Show.

lunes, marzo 19, 2007

~Palacio de verano, miércoles, 14 de marzo~

Nieves tenía que currar, así que David y yo nos levantamos a eso de las 8.15, tardamos un poquillo en arreglarnos y salimos a desayunar a un puestecillo de jiaozi que hay detrás de casa de mi hermana. Momentos como éstos son los que me hacen pensar que tengo que estudiar chino. La gente aquí es muy amable con nosotros y tienen mogollón de paciencia con este intento que tengo de decir algo. Lo que cuenta es que, a pesar de que tengo un mandarín de lo más patatero, pudimos comernos unos cuantos jiaozi y unos baozi buenísimos y todo por sólo 12RMB (como $1,50).

Bajamos la calle y nos montamos en el metro, parada Dongzhimen y nos bajamos en Xizhimen. Supuestamente teníamos que encontrar el autobús 375 para poder ir al Palacio de Verano, Yiheyuan, pero como estábamos más perdidos que un pato en un garaje, optamos por cogernos un taxi.

Llegamos al Palacio a eso de las 12.30. Ilusos: pensamos que nos daría tiempo de verlo todo, pero para nada. Yiheyuan es un lugar inmenso y precioso, al que iba la realeza en verano huyendo del calor de Beijing. A pesar de que era un jardín real desde hacía tiempo, fue el emperador Qianlong el que lo amplió en el siglo XVIII, Durante la rebelión Bóxer de 1900 se destrozó parte del Palacio y se empezó a restaurar en 1949. A puertas de las Olimpiadas de Beijing en 2008, aún hay partes que están en proceso de restauración.

Nos paseamos por el Salón de la Benevolencia y la Longevidad (Renshoudian) con sus palacetes, en los que vimos a gente comer, jugar a las cartas e incluso había un señor mayor cantando. Vimos el barco de mármol que la emperatiz viuda Cixi mandó contruir con dinero que iba destinado a la creación de una marina para defender a China contra las tropas extranjeras. Pasamos por el puente del Citurón de Jade (Yudai Qiao) y a la salida vimos el buey de bronce y el puente con 17 ojos. Una pena que el lago anduviese bajo de agua, porque nos hubiese encantado poder remar y darnos un paseo en barca. Como es temporada baja o, como le llaman los chinos en inglés Slack Season, el Palacio cerraba a las 4. Salimos de ahí y como no encontrábamos el autobús y a David le daba un poco de agobio el no saber cuál era nuestra parada, nos montamos en un taxi (ilegal. Nieves me echó la bronca por eso), después de negociar el precio del trayecto de 50 a 30 RMB. Te crees tú que porque no hable chino no voy a saber regatear. El taxista, la mar de simpático, nos dejó en la parada de metro de Xizhimen y nos cogimos el metro de vuelta a casa. David y yo decidimos bajarnos 2 paradas antes, en Andingmen y bajar andando.

Como nos entró el hambre (sólo llevábamos en el cuerpo los jiaozi y los baozi de por la mañana, paramos en Gui Jie, a la que llaman Calle de los Fantasmas, a comer hot pot. Como hasta ahora, no nos entendimos muy bien con los camareros, pero después de ver un menú con fotos, asegurarnos de que nos traían nuestras birras, y con ayuda de los camareros nos pusimos las botas. Para comer hot pot tienes una hornilla en la mesa y te ponen sopa en el centro. Nosotros elegimos tres sopas diferentes, y luego eliges lo que quieras comer: carne, albondigas, espinacas, setas, soja... Una vez que te traigan lo que has elegido, lo metes en la sopa, que está hirviendo gracias a la hornilla, y esperas a que se cueza, lo sacas, lo mojas en una salsa que te dan y te lo comes. La comida es estupensa, pero es un sitio al que es mejor ir con mucha gente, porque nosotros dos no pudimos pedir tanta varieadad y tampoco pudimos terminarnos todo.

Luego fuimos a casa. Nieves había quedado para cenar con Ruby y con Charles que se iban a pasar dos semanas a España. Nosotros nos quedamos en casita viendo The Departed, que no está mal, aunque prefiero la original Infernal Affairs.
~Trece martes, ni te cases ni te embarques~

Nos levantamos tarde y decidimos ver el Templo de los Lamas, Yonghe Gong, que está a una media hora andando de casa de Nieves. Como andábamos desmayaos, y el piso de Nieves es prácticamente un piso de “solteras”, pero de las que salen, porque en la nevera no hay nada, pues de camino al templo decidimos parar a comer en un restaurante chiquitito. Ahí nadie hablaba inglés, pero entre la parte de la Lonely Planet de Cómo pedir comida en chino y mi intento de chino, logramos pedirnos 2 birras y dos platos diferentes de fideos. No está mal. Luego nos dimos cuenta que los de al lado de nosotros estaban comiendo algo que parecía más interesante que lo nuestro.... (sopa de fideos con ternera), pero ya era demasiado tarde. Después de nuestro almuerzo, subimos por Yonghegong Dajie y llegamos al Templo de los Lamas, que es precioso. Es imponente la estatua de Buda de 18 metros esculpido en madera de sándalo. No se permite sacar fotos dentro del templo, así que esta imagen se nos quedará en la memoria.

Después nos vinimos para casa y descansamos un rato. Nos cogimos un taxi y nos fuimos a recoger a Nieves en el curre. Nieves nos llevó a un cybercafé, el Cafe de Niro en Sanlitun que está fenomenal. No me imaginaba que Beijing tendría sitios como éste: totalmente de diseño, y a pesar de que es un poquillo caro, es tranquilo, con música chill out en el que pudimos leer nuestros correos y ojear revistas mientras nos tomábamos un café.

Justo enfrente hay una tienda de DVDs y CDs. Entramos... ¡Error! Estábamos como niños delante de un kiosko... se nos caía la baba con todas las pelis y los CDs que veíamos. Picamos: David se compró The Departed, 2001 y un CD de Hotel Costes. Yo caí también y me compré otro CD de musiquita lounge. Pero no sería ésta nuestra única tentación. Después de la tienda de los CDs, Nieves nos llevó al mercado de Ya Show. A pesar de que me recomendaron ir al mercado de la seda, las compañeras de piso de Nieves me dijeron que éste es más barato y no tiene tantos turistas. Los vendedores son bastante agresivos y el regateo es fundamental. Al final no dañamos demasiado la cartera... Esperaremos unos días para atacar este sitio de nuevo. Tendremos que ir con Nieves, que es buenísima regateando... Yo con mi chino, o mejor dicho, mi falta de chino, puedo regatear, pero no tan bien como ella.

Cuando terminamos con nuestras compras, nos montamos en un taxi y fuimos al Nan Luo Gu Xiang hutong. Los hutong son los barrios antiguos de Beijing, con callejuelas y patios. y muchos de ellos están desapareciendo. Nieves nos llevó a cenar a Luogu, un restaurante con una comida estupenda. Unos cuantos de nuestros amigos de Nueva York que habían viajado por China nos dijeron que pasaríamos hambre aquí, ya que la comida no es buena. Totalmente equivocados. La comida aquí está fenomenal (puede ser también que Nieves sepa a qué sitios llevarnos, pero hasta ahora, incluso sin ella, hemos comido de escándalo). Tal vez un poco salada y le notas el efecto del MSG a los 10 minutos de haber terminado de comer, pero eso con un par de birras y botellines de agua baja que ni te enteras.

El restaurante estaba a tope y nos pusieron en un reservado con otra mesa en la que cuatro señores se estaban poniendo ciegos como piojos con baijiu, licor de no sabemos qué, que según Nieves es alcohol puro y duro. Algo que he notado muy diferente a Nueva York es que aquí se fuma en todas partes, incluso en los restaurantes. Tiene gracia, no hace mucho eso era la norma en Nueva York, y ya nos hemos acostumbrado a no fumar en locales públicos.

Cenamos fenomenal y tras despedirnos de nuestros compañeros, nos paseamos por el hutong y fuimos a un garito que frecuenta Nieves. El sitio era encantador, y me recordaba a algunas de las casas de campo de Coín. No sé, probablemente Nieves diga que no se parecen en nada, pero ese ambientillo, la tranquilidad, los muebles, me recordaban a tardes de café jugando a las cartas con mis amigos los coínos. Pasamos por una sala y nos llevaron a otra habitación pasando por un patio. Dos sillones rojos en forma de mano eran lo last. David se quedó frito y Nieves y yo charloteamos un rato hasta que nos fuimos a casa. Al salir vimos un gato muy salao. Me hizo pensar en Sam, The Dude y Dylan que están en casa,
~He who has not climbed the Great Wall is not a true man. Mao Zedong~



Nos levantamos tarde y como Nieves se había pedido el día libre, quedamos con Charles, Ruby (su chica, compañera de piso de mi hermana Nieves) y Erin (una amiga de Charles que está de visita) para ir a la Gran Muralla. David, Nieves y yo fuimos a la estación de autobuses a esperarles. De camino comimos ping de unos puestecillos callejeros... Una especie de crêpe hecha de huevo, rellena de verduritas y carne. Hmmmmm... mi primer plato en Beijing ¡Me encantó!...

Nos cogimos el 916 para la muralla. El viaje, de hora-hora y media, fue de lo más interesante. El paisaje urbano, como están construyendo cantidad de edificios, el tráfico, la gente... que se fue convirtiendo en una carretera en el campo, con árboles, aún con tráfico, algún que otro tramo no tan construido... Nos bajamos no sé yo dónde y nada más salir sel autobús una avalancha de taxistas ilegales, vamos de ésos que tienen el coche, apañas el precio, te montas y te dicen, como aquel anuncio de móviles: Son 10.000. Total que Charles estuvo regateando con uno y logró que nos llevase a la muralla en una mini-furgoneta, nos esperase y nos trajese de vuelta por 80 RMB (unos $8). Media hora en la furgonetilla cuesta pa’rriba.

Llegamos a la Muralla, al tramo de Mutianyu, que es menos turístico que el tramo de Badaling. Aunque eso es un decir porque aquí hay puestecillos en todas partes y esta gente le vende un peine a un calvo. Te vendían de todo en la muralla: camisetas con el I climbed the Great Wall, abanicos, agua, sellos con tu nombre, postales... Según nuestra guía Lonely Planet, este tramo data de la dinastía Ming (1368-1644) y destaca por sus torres vigías. Por lo que pude comprobar luego, no sólo por sus torres vigias si no por lo empinadas que están las escaleras.

Paramos a comernos otro ping y nos montamos en un telesilla para empezar a escalar la muralla. Es impresionante y desde luego que los soldados chinos de entonces tenían que estar cuadrados, porque vaya escalones... Algunos eran tan empinados que casi me llegaban por la rodilla. Pues nada, a pasearse por la Gran Muralla, El paisaje es alucinante y creo que no se refleja bien en las fotos, ya que debido a la contaminación, siempre hay como una neblina. A mitad de camino nos encontramos con dos viejecillas que eran la versión del hombre que te vendía el “aaaaiiiii-aaaaiiiis-cream... tengo el agua, la cocacola, el aaaaiiiii-aaaaiiiis-cream” en la playa. Éstas dos estaban con un cubo con hielo y botellines de agua, latas de refrescos y cervezas. Charles y David se compraron un par de cervezas y celebraron el cumpleaños de David en la Gran Muralla. Es que un cumpleaños sin una birra no es cumpleaños que se precie... Eso, anarquía y birra fría. Seguimos caminando (lo confieso, en algunos tramos sentí todos los cigarillos que me he fumado en mi vida y hubo algún momento de ésos en los que dices, en cuanto llegue a casa me meto en el gimnasio). Llegamos al final del tramo, y nos saltamos la parte que decía que ya no se podía seguir, para estar un poco más en contacto con la naturaleza. Es un paisaje increible y te da una sensación de paz y a la vez de humildad. El pensar cómo pudieron construir esta muralla en un sitio como éste, cuánta gente habría viviendo allí para defenderla y cuántos habrán muerto para construirla. Salimos pitando porque nos cerraban la muralla a las 5 y en vez de bajar en el telesilla, esta vez bajamos en una especie de trineos que tienen en un tobogán. Con el miedo que me dan a mí estas cosas, especialmente cuando ves el cartelillo de Test the brake. Pero bueno, no nos quedaba otra. Los guardias se querían ir a casa ya, hicimos de tripas corazón (bueno, yo, porque Charles y David estaban encantados con la idea de bajar la montaña en tobogán) y nos montamos en el cacharro aquél. Tengo que admitir que fue divertido. Llevábamos a los guardias detrás metiéndonos bulla (claro, como se lo hacen todos los días...) y tengo que decir que aunque le diese a la palanca pa’lante (=acelerar), había momentos en el que el bicho aquél no aceleraba para nada. Lo dicho, tengo que ir al gimnasio más a menudo a bajar el culo panaero.

Nos volvimos a montar en la mini-furgoneta de nuestro taxista ilegal, que nos dejó en la parada del 916. Se notaba que empezaba la hora punta y estuvimos dudando en coger o no un taxi para volver a casa. Una cosa que he notado aquí es que hay más taxis que en Nueva York (y mira que eso es difícil) y que la gente los usa mucho. El autobús llegó en unos minutos y como veíamos que había sitio para sentarse (te vayas tú a creer que si no hay sitio la gente se espera al próximo autobús. Se montan y se hacen el trayecto, que para mí sería como montarse en el Alsina para ir de Málaga a Granada, de pie). Del viaje de vuelta no recuerdo mucho, porque fue sentarme en el autobús y quedarme frita hasta que llegamos a la estación de autobuses Dongzhimen, justo al lado de casa de mi hermana.

Fuimos un ratillo al piso de mi hermana y Charles intentó conectar nuestro ordenata a Internet pero no funcionó (la menda escribe esto en casa y luego se va a un cybercafé a colgarlo, esto no es life stream). Después taxi a un restaurante en el que nos encontramos con Yves, al que no veía desde que se vino a verme a Greenpoint en 2001. ¡Qué fuerte que nos veamos aquí en Beijing! Ahora está aquí, diseñando zapatos para una empresa china. También vimos a Marina, una compañera de la facultad de mi hermana Nieves, que se vino hará año y medio a visitarla, y le gustó tanto esto que se lió la manta a la cabeza y se vino para acá a vivir. La de vueltas que da la vida. Conocimos a Olga, una chica de Tarragona que está estudiando chino en Beijing. La cena, deliciosa. Cenamos la especialidad de Beijing: pato, en el Beijing Dadong, cuya especialidad es que el pato no tiene tanta grasa y comerse la piel del pato con azúcar.
~Beijing~

Otras 3 horas más de Tokyo a Beijing. Aterrizamos a eso de las 9.30 de la noche del domingo. Era la primera vez que iba de viaje a un sitio en el que no me iba a enterar ni del NODO. Hace siglos que no hablo nada de chino y a pesar de que David y yo hayamos estado un par de semanas con los iPod de hable usted chino en 2 semanas, pues no es lo mismo para nada. El de inmigración tuvo su gracia. Por lo que pude entender y hablarle en mi chino-de-aquella-manera la conversación fue la siguiente:

-Hi! (sonrisa transpuesta de la Carolain que realmente no sabe qué decir, porque entre el jetlag y lo que impone la gente ésta detrás de una ventanilla, me salió ese neoyorkismo que se le está pegando a una).
-Ni hao (Hola. Cara seria del de inmigración. Probablemente pensando “no estamos en Estados Unidos, pardilla. Esto es la República Popular China”).
-Ni hao (Hola, en un intento de chino por mi parte, con acento andalú, of course. El hombre mira mi pasaporte, me mira a la cara y vuelve a mirar mi pasaporte)
-Ni shr si-pan-ia ren ma? (¿Eres española, mi alma? me pregunta con cara de que las cuentas no le cuadran y me hace un gesto con las manos, tirándose de los ojillos... vamos, que me ves cara de china, ¿no?)
-Shr. Uo pa-pa si-pan-ia ren, uo ma-ma chun-kuo-ren. (Vamos, que le cuento en la historia de mi vida en 2 segundos... mi padre es español y mi madre es china).
-ohhh... hao piao-li-an! (¡Qué mona! Bingo, he triunfao como los Chichos en agosto, me he ligao al de inmigración y encima me he enterao...)
-Shie-shie! (Gracias, salao. Y ahora ponme el sello en el pasaporte que tengo muchas ganas de ver a mi hermana).

Nada más salir de inmigración, lo primero que veo es un Starbucks... ¡mierda! hasta aquí ha llegado el capitalismo yanky. Me sobrepongo del disgusto y veo a mi hermanilla Nieves, que es lo más grande, esperándonos fuera... ¡Qué alegría más grande! Nos pegamos unos achuchones que está medio personal flipándolo. Nos montamos en un taxi y tiramos pa su hogá en el distrito de Dongchen. El taxi vuela por la autopista y me sorprende que mi primer trayecto en Beijing me recuerde a Málaga, a la autovía camino a El Palo desde el aeropuerto. Algunos de los edificios y la manera en la que están colocados me recuerdan totalmente a Huelin... ¿Será el jetlag o que estamos más globalizados de lo que pensaba?

Llegamos a su casa y vemos a su compañera de piso, Ivy, a la que ya conocimos en Nueva York. Nada, que desempaquetamos un poco y salimos otra vez al D22, el bar en el que curran Charles, un amigo de Málaga, que lleva ya 3 años aquí, y Nieves. Cuando llegamos había un concierto de jazz muy bueno. El garito está fenomenal, aunque los baños... les daremos el pase por el graffiti de Johnny Cash, the man in black. A media noche los del bar le sacaron a David una tarta, que cumple 31 en Beijing... la tarta venía con coronita rosa y todo, jajajaja. Nos tuvimos que ir al ratillo, porque estábamos hechos polvo.

~In English, please~

~Narita, domingo, 11 de marzo~

Llegamos a Tokyo a la 1 de la tarde del domingo... y yo sin haber pegado ojo... era como si me hubiese ido de rave bakalero toda la noche, pero sin las pastillas y sin la música... Las gafas no hubisen venido mal, la verdad, porque vaya carita de azucena que llevaba encima. Como teníamos unas cuantas horas en Narita, decidimos ir a comer un algo. Flipé con la estética. Me encanta. Ahora entiendo porque mi Manuel está obsesionado con todo lo japonés (aparte de que nos encante comer sushi). Fuimos a comer unos fideos y otro plato típico japonés. Me encantó la cantidad de platos de plástico que tenían de muestra con el nombre en japonés y en un intento de inglés.

Lo que más me ralló fue lo de los cuartos de baño. Tienen dos tipos, los tradicionales: básicamente un boquete en el suelo, y los modernos, que son ultra modernos: con unos botones al lado y que según el botón que elijas, sale una musiquita para disimular aquellos ruidos que no queremos oir o un perfume para aquellos olores que no queremos oler... o bien un chorrillo de agua para limpiarte el trasero después de haber realizado la faena.
~¡Nos vamos a Beijing!~

Pues aquí estamos en Beijing, un sitio alucinante, con una energía y un rollito muy buenos y que no es para nada lo que me esperaba... aunque, en realidad, no sé lo que me esperaba de esta ciudad en la que mi hermana Nieves lleva ya dos años y medio viviendo.

Salimos de Nueva York el sábado, 10 de marzo, a eso de las 6.30 de la mañana. Un taxista árabe nos llevó por Brooklyn a JFK a ritmo de las 1001 noches y más o menos a la misma velocidad. Como era temprano, JFK no era el caos habitual... Nos cogimos un café y un bagel (no muy allá) y nos fuimos al kiosko a armarnos de revistas y chicles para un vuelo directo a Tokyo... 14 horitas en un avión, sin poder salir a fumarse un piti... Como ahora me ha dado por la artesanía popular como alternativa al tabaco, me traje unas agujas de punto muy monísimas de la muerte y unos ovillos de lana para tejerme una bufanda, porque ya me dirás con tantas horas ahí metidos, me iba a dar tiempo a hacer toda la colección de punto prêt-a-porter de la temporada otoño-invierno 2007. Mis amigos me dijeron que las agujas no pasarían seguridad, pero no fue ningún problema. Creo que no me vieron cara de terrorista bladiendo unas agujas de punto mientras intentaba secuestrar un avión... Cambien la ruta... vamos a volar a Pernambuco... háganme caso o de lo contrario les tejeré a toda la tripulación uno de esos horribles jerseys de punto... sí, de esos que pican un huevo... Además, tampoco eran para tanto, las compré de madera a propósito para que pasasen los controles. Si te digo que las agujas son de lo más fashion.

El vuelo salió un poco retrasado, ya que venía de São Paolo. Total, que todas las bullas y un amago de morir en la BQE no sirvieron de mucho. A las 11 de la mañana embarcamos y nos tiramos otra media hora metidos en el avión antes de despegar. David y yo no nos pudimos sentar juntos, así que me empaquetaron entre un señor chino (pasillo. Pobre, no sabía lo que le esperaba conmigo) y una japonesa-brasileira (ventana). El vuelo en sí no fue tan malo... Entre las revistas (que me dio tiempo a leerlas y no sólo a ojearlas y mirar las fotos, que es lo que suelo hacer), tragarme 2 películas (la última de James Bond y un thriller francés) y hacer punto mientras me tomaba un poquito de sake, pues la verdad es que se hizo bastante llevadero.