Vaya con la caló en NY

lunes, mayo 31, 2010

~Memorial Day~

El verano empieza, extra-oficialmente, el fin de semana de Memorial Day, el día en el que se conmemora a los soldados americanos que han muerto sirviendo al país, y que cae el último lunes de mayo. Es un fin de semana de puente, en el que, como haga bueno, la gente desempolva las barbacoas y los trajes de baño e inicia la temporada de verano, que dura, extra-oficialmente, hasta el primer fin de semana de septiembre, con la festividad de Labor Day.

Este fin de semana la ciudad está casi vacía. Muchos han aprovechado para cogerse mini-vacaciones y salir de aquí con la familia. Los que nos hemos quedado, hemos disfrutado de un fin de semana con un tiempo estupendo, lo cual hace que nos tiremos como locos al primer parque que pillemos a tomar el sol y disfrutar del buen tiempo y, la verdad, es que se agradece poder salir después de la temporada de frío.

Este fin de semana, hemos estado al aire libre todo el tiempo: el sábado, de merienda en Hudson River Park, a la altura de Chelsea Piers y ayer en Brooklyn Bridge Park. ¡A ver a donde vamos hoy, que el día ha amanecido precioso!

Me encanta ver a la gente con sus meriendas, que se sacan sus mantitas y hala, a tomar el sol como si estuviesemos en la playa. Las hay que hasta van al parque y se ponen en bikini. Lo que más gracia me hace es ver como, a pesar de que está prohibido beber alcohol en espacios públicos, debido a las open container laws, la gente se trae sus botellitas de vino o de cerveza en las neveritas portátiles con sus vasitos de plástico para no dar el cante, y nada, mientras no te pillen, allá que disfrutan de su vinito con la merienda. Si te pillan, te pueden poner una multa, pero normalmente te dicen que dejes de beber y se hacen un poco los longuis (siempre y cuando uno no esté montando la de San Quintín). Recuerdo una vez que fuimos a la playa con unos amigos y tras aparcar el coche en el aparcamiento, vimos que había dos guardas a la entrada de la playa, revisando todas las neveritas y todas las fiambreras a ver si la gente metía alcohol en la playa y a los que pillaban, les mandaban coger las cervezas y dejarlas en el coche o no les dejaban entrar en la playa. Nada, que se nos quedaron las cervezas en el maletero... aunque, eso sí, disfrutamos de un gazpacho bien fresquito.

Así que ahí van un par de fotos de Brooklyn disfrutando el puente.



viernes, mayo 21, 2010

~Henry Public~

Ya sé que he andado bastante perdida. Mi excusa: esta semana pasada he estado sola con la enana, ya que David estaba en LA, the City of Angels, rodando. Así que el sábado, que hacía un día estupendo, vino mi primo a rescatarme y salimos a dar una vuelta por le barrio. Montamos a la enana en el cochecito y allá que nos fuimos de excursión.

Empezamos la mañana pasando por Carroll Park, el parque de mi barrio, en el que últimamente pasamos muchas horas con Alaia, a la que le encantan los columpios. El sábado tenían el It's My Park Day, en el que voluntarios del barrio estaban plantando y limpiando el parque. El regalo por dar 2 horas de tu tiempo a mejorar el parque era una copa gratis en Abilene (esta vez porque estaba sola con la niña, pero creo que a la próxima me apunto, a ver si aprendo algo de jardinería y, de paso, me regalan una cerveza fresquita). Charlamos un rato con un par de amigos, que andaban pintando verjas y podando plantas, y a los que les llevamos un iced coffee para agradecerles su esfuerzo y seguimos nuestro paseo por Smith Street. Decidimos probar el brunch en Verde, un restaurante italiano que acaban de abrir y del que sabía poco excepto por el post de mi amiga Katia en su blog, en el comentaba que dicho restaurante tenía a la hostess (figura que no sé si existe en España, pero que en los restaurantes de por aquí se lleva mucho y que es la persona que normalmente te suele coger la reserva y que cuando llegas al restaurante te lleva a tu mesa y te da el menú) prácticamente en la calle, post que, por lo visto, levantó ampollas.

No fue la hostess lo que nos hizo entrar en el local, sino un cartel en el que anunciaban un Brunch Special: All you can drink (champagne, mimosas, bellinis, screwdrivers & bloody mary) for $13.95. Vamos, un beba todo lo que pueda por $13.95. Para como está la economía, esto es una ganga. Así que allá que fuimos y nos sentamos en un patio muy tranquilo, con el solecito de mayo, y al que le hacían falta los azulejos para ser uno de nuestros patios. Total, que cuando preguntamos por el brunch special resulta que sólo eran las copas, y no incluía la comida, como habíamos entendido (ilusos, ja, como diría mi madre, que nadie te da cinco duros por 20 pesetas). Vamos, esto me pasa con David, y seguro que levanta el campamento y se va, alegando falsa publicidad o qué sé yo (y con toda razón), pero como mi primo y yo somos un poco más cortados, decidimos quedarnos. A decir verdad, el brunch no me impresionó demasiado: los Eggs Benedict estaban decentes, pero tampoco para echar cohetes, y he tomado Bloody Marys mucho mejores. Como comprobaréis, no soy nada original en mi elección de brunch. Eso sí, se estaba de gloria en el patio y el camarero era todo atenciones.

Total, que después del brunch seguimos con nuestro paseo, sin rumbo fijo, y acabamos a la puerta de Henry Public, un local que lo abrieron este otoño pasado y que hacía ya tiempo que quería ir a probar, pero que por esas cosas de la vida, no he podido ir hasta ahora. Resulta que mi primo tampoco había estado, así que nos miramos el uno al otro, y sin decir palabra, p'a dentro que fuimos. Tengo que reconocer que a mí las cosas me entran por los ojos. Tengo la mala costumbre de pedir de más en los restaurantes, sólo porque es que el menú parece tan bueno, y se ha dado el caso de haberme acercado a Sephora en busca de un perfume y haberme quedado atontada con el diseño del bote (y hasta igual el perfume no me gustaba nada, pero el bote era tan mono...) y acabar con el botecito de marras, convenciéndome a mí misma que el perfume era estupendo y era toda yo... Es lo que tiene el gusto por el diseño.

Pues lo dicho, que Henry Public había despertado mi curiosidad por el diseño de su ventanal. No tenía ni idea del menú, pero esas ventanas esmeriladas me tenían intrigada. Y no defraudaron: nada más entrar, te da la sensación de que estás en otra época y hasta los camareros van vestidos a juego con el local: pantalones negros, camisas blancas y corbatas negras (excepto que una sabe que, en realidad, son hipsters: les delatan los bigotes hirsutos, tirantes con skinny jeans y las gafas de pasta; sí, ésas que tuvimos que llevar puestas aquéllos que vivimos nuestra infancia en los 80, no porque fuesen lo last, sino porque no quedaba otra). Los cócteles, un poquillo caros para ser Brooklyn (unos $10.00), aunque parece ser que esta zona de Brooklyn se está poniendo así de cara. Las birras a $6.00, la media de una cerveza por estos lares, así que por ahí no te arruinas.

Lo que me encantó del local es el look antiguo que tiene. Nada más entrar, pisas el suelo de madera hecho polvo, y te encuentras, a mano derecha, con una barra de madera y metal, con sus banquetas de madera y tras ella, botellas junto a una caja registradora del año de la Maricastaña, que parece ser que todavía funciona. Era como si, de repente, hubiésemos retrocedido en el tiempo. Las mesitas de mármol y sus silloncitos de madera me recordaron, no sé porqué, al Café Central o al Café Madrid, aunque ya sé que no tienen nada que ver (y ahora que lo pienso, lo que daría yo por un café con churros). Me encantó la pared blanca en la que te ponen el menú del día y los percheritos de madera junto a las mesitas.


El bar está dividido en dos habitaciones, el bar, nada más entrar, y una especie de salón con mesas y sillas de madera al fondo, con un look un poco de lejano Oeste. Lo que más me llamó la atención fue el baño, con sus azulejos blancos y una lámpara y una pila antiguas, que sí que parecían que la habían rescatado de algún saloon. Como friki que soy, allá que me metí en el baño a documentar con una foto para la posteridad.



Una lástima haber tomado el brunch en Verde, porque los cócteles tenían muy buena pinta y tenían ostras... Al final, nos pedimos una birritas, para no abusar, y unas patatas fritas, por enredar, pero el mac and cheese anunciado en la pared a mis espaldas no hacía más que llamarme. Al final, ignoré el canto de la sirena, no sólo porque es que iba a reventar, sino porque ésta es la excusa perfecta para volver.


Henry Public
329 Henry Street
Brooklyn, NY 11201
Tel: (718) 852-8630

domingo, mayo 02, 2010

~Vuelva usted mañana~

En general, no me va el rollo de criticar por criticar, como cantaría Alaska, y menos cuando se trata de mi país, pero hay cosas de esta España de charanga y pandereta, que diría Antonio Machado, que me ponen de los nervios y es que hay veces que los tópicos están ahí por algo. Y uno de ellos es la parsimonia con la que trabaja nuestra burocarcia, al menos allende los mares. No por ello quiero indicar que no haya funcionarios que no realicen su labor eficaz y correctamente, pero en este caso, lo que es con eficacia, mucha me temo que no he encontrado.

Paso a describir los hechos. Servidora es ciudadana española y vive, como bien saben, en la demarcación consular de Nueva York y que comprende varios estados: Connecticut, Delaware, New Jersey, New York y Pennsylvania. En cuanto llegué aquí, me di de alta en el Consulado como residente de esta demarcación. Técnicamente, me tendría que llegar toda la información electoral y de interés administrativo a casa (también he ido actualizando mis datos cada vez que me cambiaba de dirección). Mi primera sorpresa fue ver como alguna información me llegaba y como otra o no me llegaba o me llegaba tarde, pero bueno, me estoy yendo por los cerros de Úbeda.

La ciudadana española va, se enamora y decide contraer nupcias con un ciudadano estadounidense y dan de alta el matrimonio, celebrado en Brooklyn, con la consiguiente expedición del Libro de Familia (que la ciudadana española guarda como oro en paño. Cosas sentimentales que tiene una, ya que tengo entendido que es un documento en vía de extinción. De lo que se entera una...). Hasta aquí todo bien.

Pasan los años, y este matrimonio decide tener una familia y a finales de abril de 2009, les nace una niña en la ciudad de Nueva York, por lo que es ciudadana americana de pleno derecho, ya que en Estados Unidos rige la ius soli, o derecho del suelo, con la que uno adquiere ciudadanía estadounidense por el simple hecho de haber nacido en territorio americano, sin importar de donde sean los padres de la criatura.

La ciudadana española quiere (y debe) dar de alta a su hija antes las autoridades españolas. Busca en la pagina web del Consulado los documentos necesarios:

*Libro de Familia (perfecto);
*Certificado de nacimiento del nacido (el expedido por el Departamento de Salud, no el del hospital, donde aparezca el nombre de los padres; bien, la vamos a recibir en unos días);
*Certificados de nacimiento literales recientes (de menos de seis meses de antigüedad) españoles de ambos padres, o el certificado literal español reciente y el extranjero en caso de no ser uno de los padres de nacionalidad española (el del padre, el americano, lo tenemos; el de la madre, la española, uff, pues vaya, el que tenemos es bastatnet antiguo, bueno, pues para eso se le da un toque a la familia en Málaga y en un par de días lo tienen listo y nos lo mandan por correo);
*Pasaporte vigente de ambos padres (los tenemos) y tarjeta de residencia, visado o sello de entrada del padre o madre español (o de ambos si son los dos españoles) (También los tenemos).

Cuando están todos los documentos listos, sevidora llama al consulado. No han pasado ni dos semanas del nacimiento de la criatura y una está loquita porque la niña de sus ojos sea tan española como ella (aunque esté tan lejos de casa). El calendario marca el 11 de mayo de 2009. Llamada al Consulado y habla con centralita, con un señor muy amable al que la española le cuenta toda la jugada: Hola, soy española casada con un americano. Acabamos de tener una niña y la queremos dar de alta en el Consulado. Respuesta del agradable funcionario: Señora, tiene usted que pedir cita para eso. ¿Me la podría dar usted? No, le paso con Registro Civil. Pasa un rato y me pasa con una señora, muy amable también, a la que le volvemos a contar la jugada... Una espera que le den cita, qué sé yo, ¿en dos/tres semanas? Silencio... Uy, pues no tenemos nada hasta el 26 de octubre. ¿Quééééé me está contando??? ¡¡¡Si estamos a 11 de mayo!!! ¿5 meses y medio para que te den cita? Y una se pregunta si la comunidad de españoles residentes en la demarcación consular de Nueva York es tan grande y si se reproduce con tanta rapidez que el Registro Civil de NY no dé abasto. Desde luego si somos tantos residentes, se han debido esconder bastante bien, al menos los de Nueva York, porque una no conoce a tantísimo español como para colapsar el registro de ese modo y eso que estuve apuntada durante una temporada al Meetup de españoles en NY.

A lo que íbamos, como no vale la protesta y una no tiene enchufe para colarse en la fila, esperamos pacientemente hasta octubre. Una semana antes de la cita, se nos ocurre llamar para confirmar: Hola, tengo cita el 26 de octubre a la 1 de la tarde para dar de alta en el Registro Civil a mi hija. Uy (a mí esto de los uy, me están empezando a poner un tanto nerviosa), pues le tengo apuntada para las 9.30. Mire, pues yo tengo aquí para la 1.00, que me dio usted cita allá por mayo y no puedo ir a las 9.30 de la mañana porque me he pedido el día libre y tengo cita con el pediatra. Bueno, vale, pues pásase a la 1 y no se olvide de toda la documentación que necesita. Si tiene alguna duda, mire en nuestra página web.

El día de marras, vamos el padre, la madre, la critura, el cochecito y los papeles y llegamos a la planta 30 del 150 East 58 Street, territorio español en la ciudad de Nueva York. Pasamos el detector de metales, y admiramos unas vistas del East River y la ciudad de Nueva York impresionantes en un día claro y sin una nube. Nos hacen pasar detrás del mostrador, y nos sentamos con la encargada de Registro Civil, que saca documento a documento y los va cotejando con el formulario que nos habían pedido que rellenásemos. Bueno, si los coteja con tanto cuidado, igual le resulta más eficaz imputar esa informacion directamente en un ordenador, dice una para sus adentros. Me imagino que estarán informatizados. Pero una se queda callada a la espera de que le den su Libro de Familia actualizado y que por fin pueda decir que su niña es española de pleno derecho. No caerá esa breva. La agradable (y fiel amanuense) funcionaria nos dice que debemos dejar el Libro de Familia en el Consulado para que actualicen todos nuestros datos y que nos lo enviarán por correo. A la española no le hace mucha gracia dejar tan preciado documento en manos ajenas, aunque sean las manos del gobierno español, que es el que lo ha expedido, pero como no queda otra, pues se calla y rellena un sobre con su dirección para que le manden el preciado Libro a su casa una vez lo actualicen.

Pasan las semanas, se acercan las Navidades y la española llama por teléfono al Consulado. Le pasan con Registro Civil, que debe andar tomándose un café, y deja un mensaje porque ya ha pasado casi un mes y medio y no ha recibido el susodicho Libro ni nada por el estilo. Muy agradables, le llaman del Consulado, dejándole saber que andan muy atrasados, ya sabe, mucho trabajo y muy poco personal. Todavía estamos tramitando las partidas de nacimiento de julio. Dios Santo, si estamos a mediados de diciembre, lo cual quiere decir que a este ritmo, mi niña no es española hasta marzo de 2010.

¡Imposible! Por lo cual, los dos primeros viajes de la pequeña a Malaga, a visitar a su familia (españoles todos ellos, les recuerdo), los hace como ciudadana americana. Vamos, que sólo faltaba que cuando aterrizase en el Pablo Ruiz Picasso hubiese tenido una recepción a la "Bienvenido Mr. Marshall":

Americanos,
vienen a España
guapos y sanos.
Viva el tronío
de ese gran pueblo con poderío.
Olé Virginia y Michigan
y viva Texas, que no está mal.
Os recibimos, americanos,
con alegría.
Olé mi mare, olé mi suegra
y olé mi tía
.

De vuelta a la vida neoyorkina tras un descanso navideño, al no tener noticias de Gurb, la española llama de nuevo al Consulado (que, a todo esto, deben pensar que es pesadísima) en el que dejó su documentación tres meses atrás. Contestan en la centralita: Sí, buenos días, ¿me podría pasar con Registro Civil? A lo que me dicen (textualmente), claro, a ver si hay suerte...Vaya, pues con esa presentación, chungo material. Me pasan a Registro Civil y parece ser que no hay suerte, ya que no contestan el teléfono, por lo que les dejo un mensaje y anoto la dirección de correo electrónico de la persona encargada. Aparte de dejarle un mensaje en su buzón de voz, le envío un correo y hete aquí la respuesta que me llega al cabo de unos días:

From:
Sent: Wednesday, February 03, 2010 10:29 AM
To:
Subject: RE: Libro de familia

Estimada Carolina.

Debido a la demanda en inscripciones de nacimiento y al poco personal con el que disponemos en este departamento, ahora mismo tenemos un retraso de varios meses. Por tanto lamento informarle que todavía tardaremos unos dos meses en enviarle la inscripción de nacimiento de su hija.

Reciba un cordial saludo,





De:
Enviado el: jueves, 28 de enero de 2010 11:27
To:
Subject: Libro de familia

Hola,

Lo primero de todo, feliz año.

Estuvimos en el consulado el 26 de octubre de 2009 para dar de alta como ciudadana española a nuestra hija. A fecha de hoy no hemos recibido el Libro de Familia, y me gustaría saber si se le ha dado ya de alta en el Registro Civil y si se nos ha enviado el mismo.

Le agradezco de antemano su ayuda.

Reciba un cordial saludo,


Entiendo que estén de trabajo hasta las cejas, y que tengan poco personal, pero me resulta bastante difícil creer que haya tantísimos españoles que hayan nacido en Nueva York, ni que haya tantos a los que les afecte la Ley de la Memoria Histórica (que es uno de los motivos por el que me dijeron que iban tan atrasados) y que tengan tan poquísimo personal, que les tarde en llegar su registro más de 6 meses. Si a esto le añadimos que en España rige la ius sanguinis, o derecho de sangre, es decir, uno es ciudadano español porque uno de sus padres lo sea, mi hija está sin un derecho fundamental. Me pongo a pensar en la suerte que ha tenido mi hija en nacer en los Estados Unidos y que por ese hecho sea ciudadana americana, porque si el resto de las secciones del Registro Civil de los consulados españoles en otros países funcionan a esta velocidad, pues menudo papelón para aquéllos que residan en un país que no les dé la nacionalidad por haber nacido allí.

Una no es jurista, pero pongamos, por enredar, que una pareja de ciudadanos españoles (ambos) tiene un hijo en un país en el que no rija la ius soli, es decir, que su hijo no sea ciudadano de ese país por haber nacido alli, por lo que automáticamente es sólo ciudadano español, nacido en territorio extranjero... y si tardan 6 meses en poder demostrarlo, técnicamente esa criatura durante esos 6 meses es apátrida, vamos, que como ciudadano se toma el biberón en tierra de nadie. No podría viajar, puesto que no tendría pasaporte (tendría que estar bajo el de uno de los padres y a ver lo que se tarda con eso) y no tendría ningún tipo de derechos como ciudadano, puesto que no aparece como ciudadano de ningún país, hasta que las autoridades competentes del país de origen de los padres (España) se decidan a considerarlo como ciudadano.

Al final, me llegó el preciado Libro de Familia en el que se veía el nombre de mi hija el 21 de abril de 2010, justo el día en el que cumplía un año. El mejor regalo de cumpleaños que ha recibido. Lo más interesante es que tanto en el Libro como en la copia de la partida de registro, la fecha en la que se le había inscrito era el 19 de abril de 2010, lo cual indica que toda nuestra documentación estuvo rulando por algún lugar del Consulado Español de Nueva York durante casi 6 meses y lo que es inscribirla inscribirla sólo tardaron 2 días.

Bueno, y ahora, a sacarle el pasaporte...