Vaya con la caló en NY

sábado, abril 24, 2010

~Beatus Ille~

Recuerdo lo espontánea que era la gente en Málaga para quedar a tomar algo. Estabas haciendo algo y alguien te llamaba: Mira, que estoy aquí abajo, ¿por qué no bajas y nos tomamos un café (o una cervecita o una tapita o lo que encarte)? Y entonces iba una, se arreglaba en dos minutos y bajaba a tomar algo y normalmente le acababan dando las mil, pero bueno, eso es lo que era quedar en Málaga.

Me temo que en Nueva York, no sé si por las distancias o por el ritmo de vida o tal vez porque ya no soy una cría y me he convertido en un adulto medianamente responsable, eso de quedar así, por las buenas, no se lleva mucho. Todo va en la agenda (electrónica, los más, y de papel, estilo Moleskine, para los que nos gusta considerarnos estilosillos) y la agenda, sin darse una cuenta, se va llenando con semanas de antelación. Que quieres quedar a tomar un cafe, hmmm... espera que mire en mi agenda. Uy, esta semana me viene fatal, ¿te parece que quedemos el martes que viene? ¿A qué hora? ¿Te va bien a las 6? Tengo hueco entre la manicura y mi psicoanalista. ¿Te va bien a las 5? Es que el niño sale a las 6 de clases de piano y no tengo quien me la recoja. Bueno, a ver, cancelo la manicura y quedamos para vernos... Y no me estoy inventando este tipo de diálogos. De hecho, tengo una muy buena amiga que vivía en Manhattan, pero que se mudó a las afueras y ahora quedar con ella podría ser una escena de despedida de Casablanca: siempre acabamos quedando en el Cipriani de Grand Central, tomándonos una copa, mientras esperamos a que salga su tren. Desde luego que ha sido parte del decorado de nuestra gran amistad, como le diría Rick al Capitán Renault.

Es una manera totalmente diferente de socializar y al principio me parecía totalmente ridícula. ¿Cómo que no se puede quedar después del trabajo para tomarse una cervecita? ¿Cómo es posible que para ver una amiga tengamos que planear las dos una cita con semanas de antelación y luego, a ver si una de las dos no tiene que cancelarla porque se le ha puesto un niño malo, o porque surgen temas de trabajo y te tienes que quedar hasta tarde?

Echo mucho de menos eso de quedar sin tanto lío, de quedar espontáneamente. Y como animal de costumbre que soy, con mas de 10 años en esta gran ciudad, también llevo mi Moleskine (este año ha tocado separada por meses en atractivos colores) con garabatos para recordarme citas con el pediatra, llamadas telefónicas, pago de facturas, citas de trabajo y citas con amigas con más de dos semanas de antelación, a las que dentro de poco tendré que añadir citas sociales de mi hija, que con un año, ya empieza a tenerlas. A eso añádele, que hay gente que lo hace, el tiempo que tardas en ir de un sitio para otro (en mi desorganización, a tanto no llego). Y encima, para colmo, hay veces que hago overbooking, como si fuese una compañía aérea cualquiera. ¿Será un problema de agenda?

martes, abril 13, 2010

~Sidecar~

La línea que separa el norte del sur de este país no se llama Despeñaperros, sino Mason-Dixon line, que en 1820 con el Missouri Compromise pasó a ser la frontera entre los estados a favor y en contra de la esclavitud. Según me dicen, la comida típica del sur (soul food, la comida creada por los esclavos de las plantaciones del sur de los Estados Unidos, que combina alimentos que trajeron de las costas africanas junto con alimentos propios del lugar con cualquier cosa que tuviesen a mano los esclavos) no consigue tener ese sabor auténtico que tiene una vez se pasa la famosa línea. En Nueva York hay varios sitios que lo intentan con más o menos éxito y con más o menos fama, como el conocido Sylvia's en Harlem o Five Spot Soul en Fort Greene.

Tengo que reconocer que el plato más conocido de la soul food, el fried chicken (pollo frito), no es algo que me vuelva loca. Debo corregirme y decir que, a pesar de que como de todo y me gusta la mayoría de la comida, no siento especial predilección por la carne de esta ave. No sé, como que me aburre (según David es que no tengo alma, juego de palabras con soul). Otros platos típicos del sur son collard greens (diferentes tipos de berzas), mac and cheese (una versión interesante donde las haya de los macarrones (generalmente de los finitos) con cantidades industriales de queso... esto sí que tengo que reconocer que me gusta, para el horror de mi cintura y de David que lo asocia a sus días de estudiante, cuando uno era más pobre que las ratas, y su dieta consistía básicamente de arroz o mac and cheese), y chitlins (tripas), entre otros.

Hace un par de sábados nos fuimos dando un paseo a la parte de South Slope (un poco al sur de Park Slope, en Brooklyn) y como iba haciendo algo de frío y bastante hambre, acabamos en un restaurante en el que David ya había estado un par de veces, Sidecar. Con grandes ventanales, toque retro, paredes de ladrillo descubierto y un gran cartel al fondo rescatado de la farmacia que ocupaba inicialmente el lugar de este restaurante y que lo han utilizado como parte de su logo ""Food & Drink Cures All Pain" (la comida y la bebida cura todos los males), Sidecar se especializa en cocina americana, con un toque del sur de los Estados Unidos. Según David, el pollo frito aquí está muy muy bueno, uno de los mejores que ha probado sin tener que cruzar la Mason-Dixon line. No puedo opinar porque como mi único viaje hacia el sur de este país fue hace años a una boda en New Orleans, y allí comimos la comida típica de la zona, cajun, y luego he estado en Miami, que tampoco creo que sea el exponente del sur de este país, pues la verdad es que no tengo mucha idea de cómo es el pollo frito por esas tierras.

Nos dimos cuenta de que llegamos a la hora justa, ya que nos sentaron enseguida, pero al cabo de un ratillo, estaba de bote en bote y había gente haciendo cola. Había un ambientazo, con mucha gente joven y por otro lado familias con niños (algo en lo que nos fijamos desde que estamos con la enana).

Total, que nos sentamos y un camarero muy amable nos atendió en seguida, primero nuestras bebidas... No lo pude evitar, había que probar el Bloody Mary, aunque me pareció un poco caro para ser Brooklyn: $9.00 el cocktail, aunque sea en tamaño pint. Eso sí, tengo que reconocer que amorticé los $9.00 y que el Bloody Mary estaba espectacular. Para comer, David se pidió el pollo frito, que venía con mashed potatoes (puré de patatas) y kale (berzas), que se supone que es una verdura súper sana (y que definitivamente tiene un nombre mucho más hippy en inglés que en español), pero que en este caso, el tema salud se contrarrestaba con unos trozos de bacon impresionantes (como comprobaréis, igualito que la dieta mediterránea, llena de grasas saludables) y yo me pedí un especial que tenían: su versión de los moules frites franceses: un plato de mejillones cocidos en vino con cebollita, y con patatas fritas. El toque Sidecar: aparte de la cebollita y el vino, trocitos de chorizo y una salsita picante. Muy buenos, la verdad. El único fallo que pude sacarle (y no creo que sea sólo de Sidecar, sino de muchos restaurantes en Nueva York) es la agonía que tienen a la hora de ponerte pan. A ver, con un cuenco del porte del de la foto, no se hace nada con 2 míseras rodajitas de pan. No sé, igual es que al venir de Málaga, estoy sensibilizada al tema pan y me toca las narices que siempre tenga que acabar pidiendo más pan en cualquier sitio al que vamos (y de vez en cuando me ponen cada cara...).


Al rato, vino mi primo a tomarse una caña con nosotros y como este local está en su barrio nos contó que le encantaba y que venía a cenar aquí más de lo que él quisiera. Nos tuvimos que reir cuando nos contó que un par de veces que se pidió el pollo frito, acabó ligando con varias chicas, y que el pollo acababa siendo tema de conversación. Parece que aquí se ha pasado del "¿Estudias o trabajas?" al "¿Y qué tal está el pollo?" Por la foto veréis que tiene bastante buena pinta, pero a decir verdad, no creo que servidora iniciase conversación con un desconocido cualquiera por el pollo (aunque si está de buen ver..., el desconocido, digo, pues hasta igual se le dice un algo).


Ahora, el postre... Eso es otro cantar... Le preguntamos al camarero que nos recomendase postre y nos dijo que el chocolate bread pudding era lo que él se tomaría, así que allá que fuimos y, madre mía, estaba de escándalo. No es el típico bread pudding que rezuma crema, pero tampoco era un secarral. Tiene la consistencia y la humedad adecuadas y la cantidad de chocolate perfecta sin llegar a atosigar. Y si encima te lo presentan de esta manera... ¡Eso sí que es motivo de iniciar conversacion con cualquier desconocido que se tercie!



Sidecar Bar & Grill
560 5th Avenue
Brooklyn, NY 11215-5435
Tel: (718)369-0077

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domingo, abril 04, 2010

~Pesach~

Y mientras el Lunes Santo las calles de Málaga se llenaban de gente que salía a ver El Cautivo, Gitanos y Estudiantes, en Nueva York estábamos celebrando el inicio de Pesach, o la Pascua judía, con el primer seder.

En Pesach, durante una semana, se celebra el éxodo del pueblo judío de Egipto y el consiguiente viaje con Moisés hasta la llegada a la Tierra Prometida. Durante las semanas anteriores, aquellas familias que son religiosas se dedican a limpiar sus hogares de cualquier tipo de comida que no esté permitida durante esta festividad (chametz) y algunos los venden o se las dan a aquéllos que no son judíos. Durante Pesach, al conmemorarse que el pueblo judío tuvo que salir de bulla y corriendo de Egipto, no se permite tomar ningún alimento que contenga levadura (ya que se tuvieron que ir tan deprisa que no les dio tiempo a que el pan creciese) ni tampoco granos, así que nada de pan, cerveza o arroz, entre otros.

Normalmente nos invitan a celebrarlo en casa de amigos, ya que nuestro apartamento es muy chico (de broma, lo llamamos la casa tetris, en la que todo tiene un lugar determinado para que quepan el resto de las cosas), pero este año, con la niña, se nos hacía más complicado el ir de un lado para otro para cenar y acabamos celebrándolo con unos cuantos amigos en la oficina de David, donde cabíamos todos, sentados alrededor de la mesa de conferencias, con un catering de Passover de Fairway (que estaba muy bueno y, sorprendentemente, sabía a comida casera, y que hasta venía con el Ka'arah, el plato que se pone en el centro de la mesa con todos los elementos de esta cena).

Normalmente la gente se reune en torno a la mesa (¿Qué tipo de fiesta sería si no hay buena comida, buena compañía y buen vino?), y se lee la Haggadah, que es un librito que se le pasa a todos los comensales en el que se explica la historia del éxodo de Egipto. En el centro de la mesa hay una bandeja con tres matzoh, el "pan" sin levadura que se toma para esta ocasión, cubiertas con un mantelito ; el Ka'arah, el plato tiene varios alimentos simbólicos: Z'roa, un trozo de pollo asado con hueso; Beitzah, un huevo duro; Maror, rábano picante fresco, o hierbas amargas, que representan la amargura de la esclavitud en Egipto; Haroset, una pasta hecha a base de manzanas, nueces y vino; Karpas, que es una verdura o hierba de sabor amargo, generalmente perejil, y que se sumerge en vinagre o en agua salada, este alimento representa la pena de los esclavos judíos en Egipto y hace que los niños de la mesa pregunten por el significado de los alimentos que se comen en el seder; y un cuenco con agua salada o vinagre, para mojar las hierbas.

La cena empieza con el kiddush, o la bendición del vino, posteriormente, se lavan las manos y se pasa a bendecir y comer la verdura verde (Karpas) mojada en vinagre o agua salada. Tras esto, el dueño de la casa, rompe la matzah del centro y la mitad la esconden para el afikoman, o la porción de matzoh que se comerá tras la cena de Pascua. Hay costumbre de esconderla para que los más pequeños de la casa lo busquen. Después se empieza a contar la historia del éxodo de Egipto, haciendo las cuatro preguntas que al contestarse explicarán el porqué está noche es diferente al resto de las noches. Tras leer por turnos la historia del éxodo de Egipto, se bendice las matzoh; se come el maror, o hierbas amargas, y se come las hierbas amargas con matzoh. Tras esto, se pasa a comer la cena y tras la misma se come el afikoman. La cena termina con una bendición de gracias.


Como ninguno de nosotros era demasiado religioso, y además hacía hambre, ya que empezamos la cena tardecillo para estas tierras, la verdad es que no seguimos el rito al completo. Explicamos el simbolismo de los alimentos y luego empezamos la cena brindando y contestando las cuatro preguntas para pasar a comer matzoh ball soup, un consomé de pollo con bolas gigantes hechas a base de matzoh, que es un plato típico de sitios como 2nd Avenue Deli y que entra de bien en un día de frío... Después pasamos a comer platos típicos de estas fechas como brisket, carne de ternera en salsa; batatas; gefilte fish, que son como albóndigas de pescado con cebolla, huevos y matzoh, con rábano picante (este plato normalmente no me hace demasiada gracia, pero tengo que confesar que Fairway hizo un trabajo bastante decente), latkes (unas tortitas de patatas, propias de Hanukkah, que generalmente se sirven con sour cream y crema de manzana cocidas) y judías verdes. Vamos, todo un festival. De postre había una tarta de chocolate hecha sin harina, así que, os imaginaréis que era puro chocolate... Estupendo acompañante del vino tinto que estábamos tomando. Tras la cena, un poco más civilizados y con el hambre calmada, pasamos a leer la Haggadah por turnos, y terminamos la cena con el afikoman y la bendición de la cena. La enana participó en todo como si hubiese estado celebrando Pesach toda su vida. Comió de todo (vamos, en eso ha salido a su madre y cualquiera se come algo delante de ella sin ofrecerle... un poco más y se me tira de cabeza a por la sopa) y hasta cogio la Haggadah y la estudió detenidamente.


Y sí, echo muchísimo de menos esas calles de Málaga por estas fechas, el olor a incienso y azahar, el ruido de los tambores, el escuchar una saeta mientras pasa un trono. Echo de menos el ir corriendo por la Tribuna de los Pobres, callejear por Málaga y meterte por calles que no pisas en todo el año, sólo en Semana Santa y Feria. Echo de menos los encierros, el escuchar cantar a las monjas de clausura a los Dolores de San Juan, el ver pasar al Cautivo por el puente de la Aurora, el cruce de Esperanza con el Cristo de la Buena Muerte en la Alameda, como se van apagando las luces con la Virgen de Servitas a golpe de tambor.

Hace ya 10 años que no vivo la Semana Santa de Málaga en sus calles y con su gente, pero no me olvido de ella. Para los que estáis alli, espero que la hayáis disfrutado mucho. Mientras, en la distancia, me alegro de poder celebrar y aprender otras costumbres con familia y amigos.