Vaya con la caló en NY

sábado, febrero 27, 2010

~Los hombres que no amaban a las mujeres~

El otro día, Ángel, el coordinador de esta aventura que es contar nuestras vivencias como malagueños en el exterior, nos envió un correo en el que nos preguntaba si podíamos escribir algo para el Día de Andalucía: qué echábamos de menos como andaluces, o nuestras primeras impresiones al vernos fuera de Andalucía... Me tiré un viaje de metro preparando un listado de las muchísimas cosas que echo de menos de nuestra Málaga la bombonera (probablemente un listado reiterativo, ya que la mayoría os conocéis de sobra muchas de las cosas que echo de menos) y estaba pensando como darle forma a un listado tan nostálgico y poco original.

No pensaba que el título de un bestseller sueco fuese el detonante de una experiencia como andaluza y os preguntaréis que qué tiene que ver la velocidad con el tocino porque, vamos, no hay nada más lejano que la misteriosa desaparición durante 40 años de una joven en el norte de Suecia y nuestra preciosa ciudad.

Resulta que una amiga nuestra me comentó que la Scandinavia House, el centro cultural escandinavo en Nueva York, mostraba el pre-estreno en Estados Unidos de la producción escandinava de The Girl With The Dragon Tattoo, la pelicula basada en la novela de Stieg Larsson, que es el título en inglés de Los hombres que no amaban a las mujeres.

Lo cierto es que este verano vi en el aeropuerto la portada oscura de uno de los libros de la trilogía de Larsson y me llamó la atención. Me gustó el diseño de la misma y el título picó mi curiosidad. Como siempre, las prisas y el exceso de equipaje (la versión española de estas novelas no son precisamente ediciones de bolsillo) hicieron que el ejemplar que me hubiese llevado, se quedase en la estantería de Barajas a la espera de otro lector.

Nada más llegar a Nueva York, busqué el libro por internet y vi que no hacía mucho que se había publicado la versión en inglés, titulada "The Girl with the Dragon Tattoo" (La chica con el tatuaje de dragón)... Uff, como señalaría Umberto Eco: traduttore, traditore (traductor, traidor), porque del título del original sueco "Män som hatar kvinno" (Los hombres que odian a las mujeres), al un poco más poético castellano "Los hombres que no amaban a las mujeres" (no me diréis que no hay un matiz y una diferencia abismal entre "odiar" y "no amar") a la versión anglosajona de "The Girl with the Dragon Tattoo" hay un camino.

Lo dicho, que me fui a Book Court, la librería de mi barrio, y me compré mi ejemplar de bolsillo de "The Girl with the Dragoon Tattoo". Durante 4 días, apenas dormí porque la novela, a pesar de lo enfermiza que es, me enganchó y no podía dejar de pasar páginas hasta altas horas de la madrugada por saber cómo se resuelve el misterio de la desaparición y posible asesinato de Harriet Vagner.

El segundo de la trilogia, The Girl Who Played With Fire, se acababa de publicar este verano pasado en Estados Unidos y mis amigos lo compraron, tras devorarse mi copia de la primera parte, así que me pasaron la segunda entrega de las aventuras de Lisbeth Salander y Mikael Blomkvist. Lo mismo, durante una semana y media no me relacioné con nadie. Ponía a la enana a dormir, cenaba y dejaba al pobre David delante del ordenador porque lo único que quería hacer era desvelar el misterio de Lisbeth.

Total, que el jueves quedé con una amiga para ir al pre-estreno de la película (que me comentan se estrenará en mayo). Llegamos a la Scandinavia House a eso de las 6, con una tormenta de nieve increíble. Nuestros amigos, los que tenían las entradas, aún no habían llegado, y el restaurante que hay a la entrada, Smörgås Chef, parecía estar lleno, así que nos pusimos a ver las chucherías escandinavas que vendían a la puerta: zuecos, mitones, dulces, objetos de decoración y admiramos el diseño limpio y minimalista (tengo que reconocer, un poco estilo Ikea, para mi gusto) de la entrada. Al rato llegaron nuestros amigos y como todavía nos quedaba algo de tiempo, conseguimos una mesa compartida en el restaurante (un poquillo menos minimalista que la entrada, con un árbol en medio del que colgaban jaulas con pájaros de mentira) y nos pedimos una botella de vino blanco.

Entramos en la sala a las 7 y nos presentaron al director de la pelicula, Niels Arden Oplev, un danés con un sentido del humor ácido que nos dio la bienvenida a ver una pelicula "nada familiar", según sus propias palabras. Nos avisó de que duraba 2 horas y media y, en broma, comentó que los títulos de crédito solo se habían superado (por largos) por The Lord of the Rings. Tras la película, habría una sesión de Q&A con el director.

No voy a reventar la película, pero para aquellos que hayan leído el libro y no la hayan visto, creo que le hace bastante justicia, a pesar de que añade algunas partes de la segunda entrega. Es bastante fiel al libro (a tener en cuenta que en inglés, la edición de bolsillo tiene 590 páginas) y creo que la han condensado muy bien en 2 horas y media, que no se hacen largas, si acaso sólo por la necesidad de ir al baño. Es muy explícita y algunas escenas son bastante fuertes, pero, claro, el libro y la temática que toca también lo son. Hay otras partes de la novela que se dejan en el tintero: algunos pensaban que la parte inicial de la novela podía haberse desarrollado más (la parte de la investigación de Blomvkist que le pone en el ojo del huracán), pero es cierto que entonces, hubiésemos tenido una película de las proporciones de Lo que el viento se llevó (al menos en duración).

El casting de los personajes es excelente: Noomi Rapace como Lisbeth Salander es totalmente creíble y tanto mis amigos como yo opinamos que era la persona que teníamos en mente. El actor que hace el papel de Mikael Blomvkist, Michael Nyqvist, al principio me lo imaginaba como un tipo más atractivo (creo que por los escarceos amorosos que tiene a lo largo de la novela), pero a medida que se desarrolla la película, te acaba resultando atractivo (aunque no tanto como para tener un lío con él, pero igual es porque no es mi estilo). Tengo que reconocer que al principio no me hacía al sueco (he de admitir que nunca he visto a Bergman, a pesar de que he aquilado la famosa Det sjunde inseglet, en Netflix, y al final la devolví tras tener el DVD 2 meses en casa), pero al final de la película es casi natural a la misma: con el paisaje, con la manera de sentir de los personajes, con lo que ha pasado. No sé, un crimen pasional à l'Almodóvar, no me lo imagino en sueco; sin embargo, la misteriosa desaparición y la trama retorcida de esta rica familia con multitud de secretos escondidos por varias generaciones le pega más el expresarse en un idioma escandinavo.

Lo que más me emocionó de la película (y de ahí que haya elegido esta experiencia como mi post sobre el día de Andalucía), es que al final del todo (como he dicho, no os voy a reventar la trama para aquéllos que no lo hayais leído o visto) aparece una escena de un telediario sueco en el que la reportera anuncia que se ha hallado muerto a uno de los personajes en un apartamento de Marbella y sale un plano del susodicho edificio... y ¡toma! Si ese edificio lo conozco ¡y no está en Marbella! ¡Si es el edificio marrón al lado de la La Malagueta! Y al final del todo, hay una escena de un lugar exótico... que no es otro que nuestro Paseo Marítimo.

No os podéis ni imaginar lo orgullosa que estaba de ver a nuestra Málaga en cine, aunque fuese camuflada como otro lugar. No podía esperar a que se terminasen los títulos de crédito, se encendiesen las luces y decirles a mi amigos que ¡ésa es Málaga! Y sin venir al caso, de repente, en una tarde nevada de febrero en Nueva York, en el pequeño auditorio de la Scandinavia House, creo que se pudo sentir ese orgullo andaluz llenar la sala. Mis amigos, que ninguno ha estado en Málaga, eran todo: "¡Ohhhh! ¡Qué bonito! Me encantaría ir."

Llegó la parte de preguntas del público, que Niels Arden Oplev contestó con mucha gracia y nos presentó al diseñador de producción,Niels Sejer, que estaba sentado entre el público. Tras la sesión de preguntas (la verdad es que el público, entre los que había varios periodistas, se volcó bastante), una pequeña recepción con vino y algunas cosillas de picar.

Uno de mis amigos se quedó entre los rezagados, charlando con el Sr. Oplev, así que aproveché para acercarme, pedirle si le importaba posar para la foto de rigor y preguntarle: "¿Qué tal le fue en Málaga? (Era lo mínimo que podía preguntarle. Me moría de curiosidad). Es que soy malagueña y he visto que había algunas escenas rodadas allí..." Me sonrió y me dijo: "Málaga fue estupenda. Rodamos todo en 2 días". Le pregunté que si ya habían estrenado la película en España y me comentó que sí y que, de hecho, España había sido el país de Europa en el que su película ha tenido mayor aceptación por parte del público, vendiendo más entradas que en los países escandinavos.


¿Quién hubiera dicho que Málaga saldría a relucir en Nueva York como final de una película sueca? No creo que haya estado más cerca de casa, a pesar de los kilómetros de distancia que nos separan. ¡Feliz Día de Andalucía!

Scandinavia House
58 Park Avenue
New York, NY 10016
Tel: (212)879-9779

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sábado, febrero 20, 2010

~Char No.4~

Y ya que hablamos de nostalgias, si hay algo que echo de menos de Nueva York cuando estoy en Málaga es el brunch, un concepto tan americano como españolas son nuestras tapas. Es la mejor manera de empezar el fin de semana con buen pie: te levantas tarde el sábado, te arreglas y quedas con amigos a tomar el brunch, o vas solo con el New York Times y lo alargas hasta la tarde. Vamos, si al final aprenderán algo de nosotros y todo.

A pesar de que hay cantidad de restaurantes estupendos en nuestro barrio, la verdad es que la oferta de brunch es un poco pobre (o al menos, ésa es nuestra humilde opinión). Hace años había un sitio con un brunch estupendo, Banania Café, de ésos de la triple B: bueno, bonito, barato; pero lo cerraron y nos quedamos sin brunch. Han ido abriendo sitios nuevos en el barrio, que parece ser que no están mal: Buttermilk Channel, al que no he ido todavía, pero que lo tengo en mi rádar y en el que hasta hay cola para entrar (hablaremos de lo que les gusta hacer cola a esta gente en otro momento) y Char No.4.

Char No.4 se abrió como un bar/restaurante dedicado al bourbon y qué mejor acompañante a esta bebida distinctive product of the United States que comida autóctona, con un toque del sur del país. Los diferentes tonos marrones de la decoración del local te dan la sensación de que casi estás dentro de una botella de buen bourbon.


Este verano pasado quede allí con una amiga para tomar el brunch y me encantó (y si le añades que nos sentamos en la terracita, os podéis imaginar el lujazo). Como la especialidad es el bourbon, mi Bloody Mary no era el zumo de tomate y vodka al uso, sino una mezcla de bourbon, zumo de tomate y un poquito de pique... Buenísimo (y un poquillo fuerte, a decir verdad). La segunda vez fui con Josele, cuando vino de Málaga en julio. Como él sí que es un conocedor de lo bueno, allá que fuimos (ya que había quedado con la misma amiga, mira que nos gusta repetir, para tomar algo) y creo que le gustó bastante. Por lo menos saboreó un buen bourbon como todo un señor. Y ya a la tercera, fui con David , Alaia y Max, un amigo, a tomar brunch un sábado por la mañana.

Llegamos a eso de las 12.30 y aunque el local tenía vidilla, nos sentaron enseguida. Creo que llegamos a la hora justa, porque al ratillo ya había gente esperando para que les diesen mesa. El menú era increíble y se nos antojaba pedirlo todo. Los que no podían faltar eran los smoked & fried pork nuggets with Char No.4 hot sauce... Ya los probé la primera vez que estuve y puedo aseguraros que he soñado con ellos. Son parecidos a nuestras croquetas, por ponerle algún parecido, pero más crujientes y que van con una salsita picante que no tiene desperdicio.


El camarero nos recitó los especiales del día y al final nos decidimos por ellos: French toast (parecido a nuestras torrijas) con plátanos y una crema a base de bourbon, chili y .... Todo de primera. Aparte de la comida y el ambiente, lo que me gusta de este sitio es que te tratan muy bien, ya que hay locales en los que parecen que les dan puntos si tratan mal a los clientes, y que los camareros y sobre todo, los bartenders saben de lo que hablan: les apasiona el bourbon.

Ya estoy planeando otra escapada de brunch con unas amigas y estoy en la duda de si ir a probar Buttermilk Channel o repetir con Char No.4. Algo difícil, porque me gusta probar sitios nuevos, pero a la vez, me encanta volver a sitios que sé con certeza que son un acierto.

Char No.4
196 Smith Street
Brooklyn, NY 11201
Tel: (718)643-2106

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miércoles, febrero 10, 2010

~La colada~


Probablemente se pregunten el porqué de la foto que he colgado hoy. Es algo de lo más normal ver en Málaga la colada secándose al aire, a veces como alegres banderitas de colores, otras como notas disonantes dentro del paisaje urbano. En Nueva York, me imagino que debido al clima (o quizás a la falta de lavadoras dentro de los minúsculos hogares neoyorkinos), esta imagen de ropa secándose al sol no es muy normal.

Aquí todo va a (y se encoge en) la secadora. Y como la mayoría no tiene lavadora en casa, acaban haciendo la colada en el laundromat. Sí, como aquél del famoso anuncio de hace años de los Levi's 501 , en el que un chico con un aire a Elvis en sus años de buen ver, se quita los vaqueros para lavarlos "a la piedra" ante la mirada atónica (y se intuye que un tanto lasciva) de unas amas de casa vintage, a las que la imagen del mozo de buen parecer les ha alegrado la que hubiese sido una aburrida colada. Os puedo asegurar que en mis varios años de uso de los servicios de diversos laundromats, mis coladas nunca han sido tan entretenidas como las del anuncio. Una lástima.

Recuerdo una anécdota divertida sobre mi colada. Llevaba ya un año en Nueva York y me acababa de mudar a Brooklyn. Por fin tenía apartamento (compartido con un chico y una chica, americanos ambos) y bueno, tras una experiencia con las lavadoras y las secadoras del laundromat de la esquina (y es que aquí lugares para hacer la colada hay a punta pala), en la que me cargué varias prendas de vestir, decidí lavar a mano un vestido muy mono para no cargármelo de un centrifugado mosqueado. Además, como teníamos jardín, mejor todavía porque lo podría poner a secar al aire. ¡Qué me gusta a mí el olor a fresquito de una colada tendida al sol! Así que ni corta ni perezosa, tralaralarita, soy una marujita y a mano lavo mi ropita... Con mucho esmero la escurro lo mejor posible, cojo una percha y me voy al porche del jardín (que mis roommates tenían bastante abandonado) donde cuelgo el vestido de una rama de un árbol un poquillo mustio, porque ya estábamos en otoño. Me olvido del vestido y al par de horas, como noto que hace un poco de rasca, vuelvo a por él, y me lo encuentro ¡totalmente congelado! Vamos, que mi vestido era una placa de hielo.

Nunca le conté a mis roommates mi desastre doméstico. Os puedo asegurar que no he repetido el experimento.

sábado, febrero 06, 2010

~Nostalgia~

Y ya casi un mes de vuelta en casa... ¡Qué rápido se me han pasado las dos semanitas en nuestra Málaga! La verdad es que cuando haces la reserva del billete de avión, dos semanas parecen una burrada de tiempo, pero cuando una está de vuelta en casa... ¡se me ha pasado el tiempo volando!

Lo primero, perdón por andar tan desaparecida del ciberespacio y a mis amig@s por haberles visto tan poco (a algun@s) o por no haberles visto nada (a much@s de ell@s). He de confesar que me tiré las Navidades perreando bastante en el sofá de casa de mi madre (me hacía falta no hacer rien de rien) y entre que Alaia ya venía tocada con un resfriado, que me lo pegó y el estar toda la familia junta (que hacía casi 2 años que no estábamos todos), pues eso, que se pasó el tiempo volando y para cuando quise darme cuenta ya estábamos otra vez por aquí. También me dio mucha pena el haberme perdido la cena con otros malagueños que, como servidora, andan por esos mundos de Dios.

La vuelta ha sido un poco accidentada, es lo que diría el viejo refrán: "quien con niños se acuesta, cagado alborea", y hemos pasado por virus estomacal y un buen resfriado del que espero queden ya los últimos coletazos. ¿Qué le vamos a hacer? Es lo que tiene esto de tener niños.

Y como ya estamos de vuelta y me encuentro un poquillo nostálgica (hoy ha sido día de estar en casa, tras la anunciada nevada "del año", que al final no ha sido para tanto), voy a colgar algunas fotos de nuestro viaje. Me imagino que para muchos serán escenas familiares, un poco sin ton ni son, para mí son recuerdos de Málaga vista desde la nieve.

Por cierto, flipé con la cantidad de lluvia. Y una que se esperaba algunos días de sol para escapar del frío y la nieve, va y se encuentra con escenas como ésta. No recuerdo cuando fue la última vez que he visto el arroyo Jaboneros con agua (o con sofá):

Otra imagen que me hizo gracia fue la de los Papá Noëles haciendo escalada libre por El Palo. Esto no lo he visto por aquí todavía, aunque me da a mí que con la paranoia sobre la seguridad que tienen por aquí, igual hay más de uno que da la voz de alarma porque cree que le andan robando al vecino. Ya me veo la escena con los coches de policía, las luces, el jaleo... y que no falten las demandas judiciales a la empresa que importe a los Papá Noëles escaladores. En comparación con la decoración navideña que abunda en mi barrio, sinceramente, me hace más gracia ver a estos tipos gorditos intentando no despeñarse, tarea un poco difícil con el viento que hacía en Málaga estas Navidades, que un calendario digital de Snoopy contando cuantos días faltan para Navidad.

También me resultó interesante la campaña del ayuntamiento para el día mundial de las migraciones. Da qué pensar.


En este viaje aprovechamos un día para ir a Álora, de donde es Caro, mi cuñada. Mira que antes de venirme para Nueva York me había recorrido la geografía malagueña, siempre y cuando se presentase una buena feria o una romería... y se me quedó Álora en el tintero. Caro nos llevó a ver el Caminito del Rey y también nos dimos un paseo por el pueblo. Ahora tengo que ingeniarmelas para ver cómo me las apaño para ir a la romería.


¡Qué bonitas que son esas calles blancas, con sus rejas! Tan distintas de las calles de por aquí.

Y bueno, como ya apenas conozco Málaga (no sé a dónde ir de copas, ni de tapeo, ni ná de ná), resulta que una noche coincidimos con Josele, Kike, Sandro y las niñas en el Café del Viajero. Hacía siglos que no veía a Sandro. ¡Qué ilusión! Además, guías de primera... Acabamos de tapeo en La Vendimia y de copas en un bar que nos encantó y que bien podría estar en Nueva York, con la única excepción de que los ventanales delataban edificio histórico, de ésos que no tienen aquí, El Casino. Bueno, misión cumplida, ya le hemos demostrado a David, que Málaga también tiene su glamour. Me encantó el paseo por la judería, que está mucho más bonita que cuando me fui. Y es que aquí, un edifico de 200 años es una reliquia.


Así que empiezo el año (aunque ya estemos a febrero, bueno, pues el año nuevo chino) con propósito de enmienda y trataré de no teneros abandonados tanto tiempo. Me he agenciado un portatil minúsculo para poder escribir en mi commute diario. Que por lo menos me cundan la hora de ida y la otra hora de vuelta, digo yo.

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