~¡Feliz Año Nuevo!~
Pues sí, tengo que confesaros que empecé este post hará un mes o así y, eso, que se ha tirado un mes como borrador en mi ordenador. Así que aprovecho el año nuevo chino para desearos un feliz año a tod@s. Espero que hayáis pasado unas buenas fiestas y que los Reyes se hayan portado bien (y aunque aquí no tengamos cabalgata, no nos podíamos perder el roscón, con excursión a Sunset Park, para ir a recogerlo en la Panadería Don Paco, como manda la tradición).
Llevo tiempo sin pasarme por aquí: entre algunas visitas que hemos tenido, el curre y la niña, la verdad es que una acaba el día para que la recojan con cucharilla y aunque se tengan muy buenas intenciones, ya se sabe, un día por otro y la casa sin barrer. Es lo que tiene esto de ser madre proletaria. Y es que hay momentos en los que me da la sensación de ser la versión hiper-cafeinada de Sísifo: cuando a una lo único que la saca de casa todas las mañanas es un café que se lo lleva puesto al metro, porque no te da tiempo de tomártelo sin bulla; se tira una hora de camino (al menos en el metro se puede leer); pasa unas pocas de horas en el trabajo; sale pitando tras terminar la jornada laboral para ir a recoger a la niña; le da la cena; la baña y la acuesta (que se duerma es otro cantar); ha terminado de recoger la casa y se cree que puede pegarse un respiro, la piedrita de marras vuelve a rodar para que repitas la jugada al día siguiente. Pero no vamos a quejarnos que, como dice el refrán, sarna con gusto no pica.
Por aquí lo que llevamos peor (al menos, los que no somos de estos lares) son los días de nieve y de frío que nos están tocando pasar. La primera nevada fue para Navidad y nos quedamos un día encerrados en casa, porque había tanta nieve que no se podía salir a la calle. Sin ir más lejos, en mi calle, una máquina quitanieves se quedó atascada durante más de 24 horas. Parece ser que la ciudad de Nueva York no estaba preparada en esta ocasión y el escándalo de principios de año fue que el responsable del Departamento de Limpieza de la ciudad de Nueva York, John Doherty, tuvo los pantalones de darle una puntuación de sobresaliente (A+) a los empleados de dicho departamento (opinión que no compartía ni el mismo alcalde, Michael Bloomberg), cabreando monumentalmente a los neoyorkinos (que estamos (mal)acostumbrados a que todo funcione en la ciudad que nunca duerme, sin importar las inclemencias del tiempo) por la cantidad que había tanto de basura como de nieve en las calles, después de que hubiesen pasado más de 24 horas tras la nevada.
Las nevadas han seguido desde entonces, la basura se ha recogido algo y la nieve se amontona como pequeños muros a ambos lados de las carreteras. Esta semana, como ha hecho más frío, hemos pasado de nieve a hielo, con los consiguientes patinazos y la sensación de que se nos va a quedar cara de pingüino.
Con este frío, sinceramente, lo que le apetece a una es hibernar y tirarse todo el día en casa con un Cola Cao calentito, la mesa camilla (invento que desconocen en estas tierras) y no tener que salir a la calle p'a ná. Pero no os creáis que este frío impide que salgamos a explorar de vez en cuando, porque si no, apaga y vámonos, me tiraría todo el invierno en casa. Así que prometo que dentro de poco cuelgo algo de nuestras últimas excursiones por la Gran Manzana.
De momento, unas fotos de cómo estaban las calles de Brooklyn hace una semana. Y entenderéis que haya momentos en los que me pregunte si estaba en mi sano juicio cuando decidí quedarme a vivir en esta ciudad.
Pues sí, tengo que confesaros que empecé este post hará un mes o así y, eso, que se ha tirado un mes como borrador en mi ordenador. Así que aprovecho el año nuevo chino para desearos un feliz año a tod@s. Espero que hayáis pasado unas buenas fiestas y que los Reyes se hayan portado bien (y aunque aquí no tengamos cabalgata, no nos podíamos perder el roscón, con excursión a Sunset Park, para ir a recogerlo en la Panadería Don Paco, como manda la tradición).
Llevo tiempo sin pasarme por aquí: entre algunas visitas que hemos tenido, el curre y la niña, la verdad es que una acaba el día para que la recojan con cucharilla y aunque se tengan muy buenas intenciones, ya se sabe, un día por otro y la casa sin barrer. Es lo que tiene esto de ser madre proletaria. Y es que hay momentos en los que me da la sensación de ser la versión hiper-cafeinada de Sísifo: cuando a una lo único que la saca de casa todas las mañanas es un café que se lo lleva puesto al metro, porque no te da tiempo de tomártelo sin bulla; se tira una hora de camino (al menos en el metro se puede leer); pasa unas pocas de horas en el trabajo; sale pitando tras terminar la jornada laboral para ir a recoger a la niña; le da la cena; la baña y la acuesta (que se duerma es otro cantar); ha terminado de recoger la casa y se cree que puede pegarse un respiro, la piedrita de marras vuelve a rodar para que repitas la jugada al día siguiente. Pero no vamos a quejarnos que, como dice el refrán, sarna con gusto no pica.
Por aquí lo que llevamos peor (al menos, los que no somos de estos lares) son los días de nieve y de frío que nos están tocando pasar. La primera nevada fue para Navidad y nos quedamos un día encerrados en casa, porque había tanta nieve que no se podía salir a la calle. Sin ir más lejos, en mi calle, una máquina quitanieves se quedó atascada durante más de 24 horas. Parece ser que la ciudad de Nueva York no estaba preparada en esta ocasión y el escándalo de principios de año fue que el responsable del Departamento de Limpieza de la ciudad de Nueva York, John Doherty, tuvo los pantalones de darle una puntuación de sobresaliente (A+) a los empleados de dicho departamento (opinión que no compartía ni el mismo alcalde, Michael Bloomberg), cabreando monumentalmente a los neoyorkinos (que estamos (mal)acostumbrados a que todo funcione en la ciudad que nunca duerme, sin importar las inclemencias del tiempo) por la cantidad que había tanto de basura como de nieve en las calles, después de que hubiesen pasado más de 24 horas tras la nevada.
Las nevadas han seguido desde entonces, la basura se ha recogido algo y la nieve se amontona como pequeños muros a ambos lados de las carreteras. Esta semana, como ha hecho más frío, hemos pasado de nieve a hielo, con los consiguientes patinazos y la sensación de que se nos va a quedar cara de pingüino.
Con este frío, sinceramente, lo que le apetece a una es hibernar y tirarse todo el día en casa con un Cola Cao calentito, la mesa camilla (invento que desconocen en estas tierras) y no tener que salir a la calle p'a ná. Pero no os creáis que este frío impide que salgamos a explorar de vez en cuando, porque si no, apaga y vámonos, me tiraría todo el invierno en casa. Así que prometo que dentro de poco cuelgo algo de nuestras últimas excursiones por la Gran Manzana.
De momento, unas fotos de cómo estaban las calles de Brooklyn hace una semana. Y entenderéis que haya momentos en los que me pregunte si estaba en mi sano juicio cuando decidí quedarme a vivir en esta ciudad.