Vaya con la caló en NY

domingo, septiembre 28, 2008

~A por las sábanas~

No es que los centros comerciales me pongan mucho. Es más, creo que me ponen nerviosa. Admito la comodidad que tiene el ir a un solo sitio que esté abierto de 10 a 10 y que te permita comprar todo lo que necesitas de una sola vez. Pero para mí, no sé, como que tiene más encanto pasearte por la calle, entrar en una tienda, ver, charlar, comprar o no comprar y salir y volver a hacer lo mismo: pasearte, mirar escaparate, entrar, ver, charlar...

Como hay gente que quiere saber si al final me compré las famosas sábanas, la respuesta es sí, y encima en un centro comercial... El domingo, como también hacía bueno y había fracasado el día anterior en mi intento de comprar sábanas, ni corta ni perezosa, decidí darme un paseo y subir andando hasta Atlantic Avenue, una de las arterias principales de Brooklyn, que la recorre de oeste a este. Vivimos cerca del inicio de Atlantic Avenue y es muy interesante ver como se van cambiando los barrios y las tiendas a medida que vas paseando. En la parte cerca del río, Atlantic Avenue está llena de restaurantes de Oriente Próximo y tiendas de especias (por cierto, hay un bareto llamado Hadramout, que tiene unos shawarmas que quitan el sentío), para pasar en otra manzana a tener boutiques muy monas y muy modernas, restaurantes de tipo francés o de comida New American, luego tienes un tramo que está lleno de anticuarios, para pasar a otro tramo de tiendas árabes, pero esta vez de perfumes, ropa y libros del Corán.

Total que después de pasear como media hora por Atlantic Avenue, llegas al cruce de Atlantic con Flatbush y te encuentras con el famoso Williamsburg Savings Bank, el edificio más alto de Brooklyn, con su torre, que era un edificio de oficinas y que ahora lo están convirtiendo en apartamentos de lujo, y justo al lado está el Atlantic Terminal Mall, uno de los centros comerciales mejor comunicados que he visto en mi vida. En el sótano hay acceso a los trenes de Long Island, el Long Island Rail Road y una cantidad de líneas de metro que te llevan a todas partes. Lo bueno que tiene esto es que al estar tan bien comunicado, el ir al Atlantic Terminal Mall es como hacer un estudio sociológico de la comunidad tan diversa que vive en Brooklyn. Vas a comprar cosas con familias asiáticas, afro-americanas, latinas y judías ortodoxas, porque al fin y al cabo, todos tenemos las mismas necesidades de toallas, sartenes y aspiradoras. Cada vez que voy al Atlantic Terminal, la verdad es que me distraigo muchísimo observando a la gente, vamos, que lo disfruto más que hacer el mandao en cuestión que tuviera que hacer. Pero sí, al final me metí en Target, que es como nuestro Carrefour, y me compré 2 juegos de sábanas por $20.00 cada uno y una alfombrilla para el baño, ya que los gatos me habían destrozado la que teníamos.

La vuelta la volví a hacer paseando por Atlantic y me encontré con Blue Marble, una heladería que se me hizo irresistible en el último fin de semana de verano. Primero, porque no puede evitar el sonreir al ver a un perro en la puerta esperando a su dueñ@, alguien al que le deben de gustar los helados tanto como a mí. Y luego, porque soy de esas personas que se puede comer un helado hasta en el día más frío de invierno, con plumón, bufanda y guantes, pero disfrutando del helado...


Entré y vi que los helados son caseros, así que me decidí por un sorbete de mandarina con un waffle cone (un cucucurucho, pero un poquito diferente de los que tenemos en Málaga) y me volví a casa, paseando y sonriendo, mientras saboreaba el último fin de semana del verano en Brooklyn.


Blue Marble
420 Atlantic Avenue
Brooklyn, NY 11217
Tel: (718) 858-1100
~Sin rumbo fijo~

Ya nos ha llegado la fresquita a Nueva York. Se acabaron los días largos, en los que el sol se ponía a las 9 de la noche y la gente se quejaba de calor. Estos 3 últimos días han sido grises y lluviosos, sí, de esos días en los que lo único que te apetece es ponerte el pijama, cogerte un buen libro y un ColaCao calentito y ver llover por la ventana.

El fin de semana pasado aún hacía bueno (será que el clima sigue, por una vez, el calendario) y en vistas a la feesquita que me espera los próximos meses, aproveché para bajar el sábado a darme una vuelta sin rumbo fijo por SoHo. Si hay algo que me gusta de Nueva York, es poder pasearme sin agobios los fines de semana, casi como si fuese una turista más, sin tener que ir con prisas a todas partes.

Me bajé en Broadway Lafayette, con mi F del alma, y bajé por Broadway, que estaba, como siempre, petaíto de gente. Parecía como que la crisis no le había afectado a nadie porque las calles y las tiendas estaban llenas de gente comprando, charlando, como si los acontecimientos de hacía un par de días no fuesen con ellos.

Mi primera parada fue a buscar un juego de sábanas en Pearl River Market, una tienda de tres plantas que vende de todo, con un toque oriental y a precios asequibles. Se puede encontrar desde galletas chinas y caramelos japoneses, pasando por lámparas hasta telas con dragones bordados y budas sonrientes tallados en madera. Bajé al sótano, donde tienen los productos de hogar y de 風水 (Feng Shui) y me puse a buscar sábanas a la vez que me entretenía en observar a la clientela, la mayoría creo que turistas y a los dependientes chinos, tomándose las cosas con cierta parsimonia. Vamos, que la bulla del sábado por la tarde no iba con ellos. Mira que buesqué sábanas, pero no encontré nada de mi estilo. Vamos, por mucha ascendencia china que tenga, la verdad es que no me apetecía tener una colcha con dragones bordados o con (Xi), por muy bien que me vaya la vida. Así que decidí buscar las dichosas sábanas en otra parte, pero eso no evitó que acabara comprando un par de regalos para mis vecinos que acaban de tener una niña.

Salí de Pearl River y me paseé sin rumbo por SoHo, mirando escaparates con precios imposibles y gente que se paseaba con sus bolsas de compra de marca. De Broadway, me fui por diferentes callejuelas hasta que aterricé, no sé cómo (me imagino que me guió un rádar interno), en D'España, una de mis tiendas favoritas de Nueva York, sobre todo cuando me entra la morriña. D'España es una tienda de ultramarinos a la antigua usanza, como puede ser Ultramarinos Zoilo en C/ Granada, en la que puedes encontrar de todo tipo de productos españoles, desde el ColaCao de toda la vida, pasando por aceitunas La Española, chorizos y morcillas, y hasta jamón serrano.

D'España lleva tiempo ofreciendo productos españoles en Nueva York, primero desde su tienda en Jackson Heights, Queens, en la que ir a comprar los sábados es toda una fiesta, ya que te ofrecen productos para que los pruebes (aparte de que te recuerda a casa un montón), y ahora se acercan a más público con su tienda en SoHo, en la que aparte de ser una tienda de ultramarinos, te venden tapas, bocatas (¡hasta tienen bocatas de Nocilla!), chocolate a la taza y cafés bombón en la barra que tienen al fondo.

A pesar de que los dueños de esta tienda son asturianos (y no os podéis imaginar las fabadas que preparan), el toro que tienen en la pared, Pepe, es un toro que lidió Francisco Rivera Ordoñez en La Malagueta el 22 de agosto de 2004. Parece ser que hay trocitos de Málaga por todas partes.


Si estáis en SoHo, merece la pena pasarse por D'España a por esa tapita o ese café después de una tarde de compras:


D'España
408 Broome Street
New York, NY 10013
Tel: (212) 219-5050

D'España
86-17 Northern Boulevard
Jackson Heights, NY 11372
Tel: (718) 779-4971

Pearl River
477 Broadway
New York, NY 10013
Tel: (800) 878-2446

sábado, septiembre 27, 2008

~El debate~

Como la mayoría habreis leído en los periódicos, anoche se televisaba el primer debate entre los dos candidatos a la presidencia de los Estados Unidos: por un lado, el demócrata Barack Obama y por otro, el republicano John McCain.

El debate prometía, por muchos motivos, entre ellos porque McCain había pedido que se cancelara el debate para que ambos candidatos se centrasen en la crisis económica que se ha desatado en el país, especialmente estas últimas semanas, con la caída de Lehman Brothers y la compra de Merrill Lynch por Bank of America.

Fuimos a casa de nuestros amigos Richard y Karen a ver el debate, ya que no tenemos televisión en casa (por voluntad propia. Sí, ya sé que suena raro, pero es cierto, no tenemos tele, aparato que no echamos de menos en nuestra vida diaria, excepto en momentos como éstos o para ver la Eurocopa). Total, que nos sentamos con nuestras birras (más llamada al take-out de los dominicanos) y nos pusimos a ver el debate.

Sinceramente, para ser un debate tan esperado no me llamó mucho la atención. El moderador, Jim Lehrer, abrió el debate preguntando a los candidatos cuál era su postura ante el "plan de rescate". A todos nos dio la sensación de que ambos candidatos se anduvieron por las ramas y se dedicaron más a hablar de su política de impuestos en el futuro que sobre los problemas económicos del presente. Parecía que les preocupasen más Afganistán e Irak que los problemas internos que realmente preocupan a la mayoría de los americanos (¿tendremos un puesto de trabajo mañana? ¿qué pasará con nuestras hipotecas? ¿mejorará el sistema sanitario?). También parecía que ambos candidatos estuviesen seriamente mosqueados: McCain no le dirigió la mirada a su oponente ni una sola vez y Obama trataba de ocultar su mosqueo con sonrisas forzadas.

El próximo debate será el jueves 2 de octubre, con los candidatos a la vicepresidencia, el demócrata Joe Biden, senador por el estado de Delaware, y la republicana Sarah Palin, gobernadora del estado de Alaska. A ver que es lo que nos cuentan.

Tal vez sea cierta la frase de Guy Mollet sobre la política: es el arte de llevar el zapato derecho en el pie izquierdo sin que salgan callos.

Para aquéllos que querais ver el debate de anoche completo, aquí lo teneis en el New York Times.

domingo, septiembre 14, 2008

~Santa Maria Addolorata~

Al final no bajé a Chinatown a buscar mis pastelillos. Hacía demasiado calor (el veranillo de San Martín o el Indian Summer como le llaman aquí). Así que David y yo seguimos con la tradición de los domingos que ya conocéis: bocata vietnamita y birrita en el Brooklyn Inn. ¿Para qué ser originales si podemos hacer lo de costumbre?

A la vuelta a nuestra casa, de repente oímos unos tambores, como si fuese Semana Santa de Málaga, y nos encontramos con una procesión en condiciones, paseando por las calles de Carroll Gardens. Es la procesión de Santa Maria Addolorata, la patrona de la ciudad meridional italiana de Mola di Bari, lugar de origen de muchos de los primeros habitantes de mi barrio. Cuando la vi, casi me recordó a una versión un poco descafeinada de mi Virgen de los Servitas, pero que no me pegaba nada por la fecha, porque aún no era de noche y porque no estábamos en el centro, encerrando el último trono de mi Semana Santa, si no en las calles de mi barrio de Brooklyn.

De todos modos, ahí van un par de fotos que le saqué. Faltaban el olor a incienso, a jazmines y a dama de noche:


~Festival de la luna~

Ayer sábado, la comunidad china celebró el Festival de la luna, también conocido como Festival del medio otoño. Este festival se celebra el décimoquinto día del mes octavo del calendario lunar, por lo que no siempre cae en la misma fecha y en este festival la familia se reúne para dar las gracias por la cosecha del verano que acaba de pasar, bajo la luna llena del principio del otoño.

Hay varias leyendas sobre el origen de este festival. La que recuerdo que me contaron de pequeña es la siguiente:

Hace mucho tiempo había en la tierra diez soles que se turnaban para dar luz y vida al planeta. Un día, los diez soles decidieron salir todos a la vez, causando un gran estropicio: los campos se quemaban y la gente y el ganado se morían. En estas que llegó el arquero 后羿 (Hou Yi), decidido a salvar al mundo y con su arco y sus flechas elimina nueve de los diez soles que andaban fastidiando al planeta. Hou Yi se convirtió en emperador y se casó con 嫦娥 (Chang Er). A Hou Yi se le subieron los humos y en vez de ser un emperador benevolente, se convirtió en un tirano que andaba buscando un elixir para hacerse inmortal. Una vez consiguió el elixir, que debía compartirlo con su esposa, Chang Er se dio cuenta de la faena que sería para el pueblo si su marido se hacía inmortal, vamos, que tendría al pueblo esclavizado para siempre y decidió que para evitarlo en lugar de compartirlo con él, se lo tomaría entero ella solita y a ver lo que pasaba. Cuando se lo tomó, empezó a sentirse ligera y poco a poco llegó flotando a la luna, donde desde allí cuida a los mortales. Junto a ella hay un conejo de jade que le hace compañía.

En el festival de la luna se comen pasteles de luna o moon cakes, como les llaman aquí. Son unos pastelillos bastante densos que están rellenos de pasta de semilla de loto, pasta de habichuelas rojas, los más tradicionales, pero los hay también rellenos de piña (mis favoritos). La historia que más me llam la atención con referencia a estos pastelillos es la que cuenta que se utilizaron como "mensajeros" para luchar contra los mongoles de la dinastía Yuan (1271-1368). Los rebeldes metieron mensajes dentro de los pastelillos para iniciar una revuelta el décimoquinto día del mes octavo, que tuvo éxito y que destronó a la dinastía Yuan y empezó la dinastía Ming, que duraría hasta 1644.

Así que, aunque anoche me perdí el festival (lo celebraban en el jardín botánico de Flushing, Queens), creo que voy a celebrar el festival de la luna bajando a Chinatown, a ver el panorama, buscar pasteles y tomarme un bubble tea.

sábado, septiembre 13, 2008

~Hagi Sake Bar~

Viernes por la tarde-noche y David tiene un bolo en Midtown a partir de las 10.30pm, de fotógrafo. La verdad es que para alguien que vive y trabaja en Brooklyn, el venir a Midtown, es como sacarle de su elemento. Somos animales de costumbre, y a David, por favor, no le pidáis que venga más allá de la 14 en Manhattan a no ser que sea algo importante. Me dice que no entiende cómo puedo ir a Midtown todos los días, con el bullicio y el ruido que hay, pero bueno, curro allí y es lo que hay.

Personalmente, la zona de Times Square no es que me entusiasme. Reconozco que es algo que hay que ver si se viene a Nueva York por primera vez, pero una vez que has visto las luces de neón, los carteles, y te has chocado con los turistas que no paran de hacer fotos, ya lo tienes en tu lista como "Done", como dirían los americanos y hasta intentas evitar la zona. Cada vez que tengo que pasar por ahí, siempre intento buscar calles alternativas al meollo o una parada de metro que me haga cruzar todo ese bullicio de luces, de ruido y de gente.

Pero resulta que justo en ese bullicio está uno de nuestros bares favoritos, el Hagi Sake Bar. Es uno de esos descubrimientos de David, al que le encantan la estética y la comida japonesas. Es lo que se llama un izakaya, que en Japón son bares en los que se sirven cervecitas, sake y comida. Vamos, la versión japonesa de nuestro bar de tapas. Al principio pasa totalmente desapercibido entre la ristra de restaurantes japoneses que hay en la 49, y si a eso le añadimos que está en un sótano, despista mucho más. Abren a eso de las 5.30pm y no toman reservas, así que si uno no está allí a esa hora, fijo que te toca esperar al menos media hora, pero merece la pena.


Habrá más de uno que lea este blog y que piense, no veas, Carola, cómo te pones de comer y de beber (y encima luego te quejas de que no te entra la ropa)... Lo cierto es, que aparte de que me encanta probar todo tipo de comida (con ciertas excepciones, pero en general son pocas), si algo bueno tiene Nueva York es la comida. No he encontrado tapas como las de Málaga, pero la cantidad y la calidad de restaurantes de todo el mundo, hacen que esta ciudad sea una cosmópolis gastronómica. ¿En dónde puedes comer comida etíope, polaca, japonesa, ucraniana, coreana, salvadoreña, italiana, brasileira, tapitas, china, mexicana, francesa, senegalesa, comida soul, y todo esto a paseo de metro? Así que trato de aprovechar lo que se me presenta.

Total, que como anoche a David le tocaba venirse a Midtown, decidimos quedar en Hagi, a tomarnos unas tapas japonesas. Nos tocó poner nuestro nombre en la lista y esperar una buena media hora. Se nota que es un lugar auténtico porque el idioma que más se oye entre la clientela es el japonés (y ya los camareros, ni os cuento). Me hace gracia observar el estilo tan diferente que tienen a la hora de vestir, tanto ellos como ellas, muy innovador, y como, a la vez, en su cultura y su manera de relacionarse, son bastante más conservadores. Una vez entras en Hagi, es como si estuvieses en un izakaya. No he tenido la suerte que ha tenido David de poder ir varias veces a Japón, pero estuvimos en Tokio el año pasado, de vuelta de Beijing. Fueron sólo 24 horas para mí, pero claro, nos dio tiempo de ir a comer sushi y a ir a uno de los bares y sí que Hagi te hace pensar por un minuto que estás en Japón.

El menú se basa en pequeños platos típicos japoneses y una amplia carta de sakes. Tienen pinchitos, alitas de pollo, sashimi, platos de fideos, gyoza e incluso unos platos, que no son para nada japoneses, pero que también los vi en mi viaje a Tokio: spaghetti a los que les ponen ketchup y luego queso rallado. No me preguntéis, pero eso también está en el menú. Me imagino que será un plato que gusta mucho por allí.


A los que vengáis de visita y os guste la comida japonesa, este sitio merece la pena. Os sentireis como en Japón, sin haber salido de Nueva York... la sensación de ser un extra en la escena del restaurante de Blade Runner.

Hagi
152 West 49 Street, sótano
New York, NY 10019
Tel: (212) 764-8549

sábado, septiembre 06, 2008

~Boat Basin Café~

Hace un par de domingos decidimos saltarnos la tradición de bajar al Brooklyn Inn con nuestros bocatas, y decidimos ir a Manhattan. David se fue en bici desde Brooklyn con unos amigos y yo había quedado en el Upper West Side con una gente que estaba aquí de visita. Total, que después de darnos una vuelta por el Upper West y tomarnos un café, quedé con David y los ciclistas en un bar que me llamó bastante la atención, el Boat Basin Café, bastante conocido, pero al que nunca había ido, porque a mí no se me ha perdido nada tan lejos de Brooklyn...

Diría que el Boat Basin Café es la versión Upper West Side de los chiringuitos y las terrazas del paseo marítimo de Pedregalejo. El Boat Basin Café anda oculto bajo una rotonda de la West 79 con el Henry Hudson Parkway. Total que para llegar allí, o bien llegas en bici (tienen para aparcarlas) o bien llegas andando por la 79, cruzas salidas de autopista, te crees que te han dado la dirección equivocada, porque lo único que ves son coches y más coches y llegas a la rotonda, en la que siguen circulando coches a toda pastilla. Entonces te encuentras con unas escaleras muy amplias, que bajan hacia el río y te planteas si estás en la versión neoyorkina de El laberinto del fauno. Para nada, te encuentras la misma rotonda con mesas, sillas y sombrillas. Pasas la parte que está bajo la autpista, con unas bóvedas de ladrillo preciosas y llegas a la terraza, desde la que se ve el río Hudson y New Jersey.

Como os podéis imaginar, este sitio se llena hasta la bandera en verano. Me comentan que la comida no está muy allá: hamburguesas, ensaladas y bocatas. No puedo opinar, ya que sólo me tomé la cervecita de rigor bajo la sombrilla mientras contemplaba el río Hudson. Más que nada, uno va aquí a disfrutar de las vistas con una cervecita fría, tras haber sorteado todo tipo de obstáculos, y no son sólo los de la carretera, si no que tiene pinta que encontrar mesa y/o camamero que te atienda aquí también es parte de los obstáculos a sortear.



En los chiringuitos de Pedregalejo, al menos te comes un buen espeto con la cervecita mientras disfrutas del Mediterráneo.

Boat Basin Café
West 79 Street & the Hudson River
New York, NY 10024
Tel: (212) 496-5542

viernes, septiembre 05, 2008

~El puente de...~

Algo que echo muchísimo de menos de Málaga, sobre todo en mi vida laboral, es la cantidad de puentes que tenemos: que si día de Andalucía, que si puente (o acueducto) de la Constitución, que si Viernes Santo, que si día de la Victoria... o tal vez se vean más lucidas en la distancia.

Aquí los puentes se cuentan con los dedos de una mano (el único que conozco es Thanksgiving, que es el Día de acción de gracias, con el pavo y too lo más, que cae en el cuarto jueves de noviembre. La mayoría de la gente se coge el viernes de puente, pero no os creais que todo el mundo lo tiene...) y creo que es el espíritu puritano de este país el que hace que las fiestas sean escasas y regidas por lo que hagan los bancos (de hecho, se llaman Bank Holidays) y que sea la Reserva Federal la que diga las fiestas que hay en el año. Como os digo, casi casi que se cuentan con una mano... y encima no las tienen en un día en concreto, si no el primer lunes de septiembre o el último lunes de mayo... ¿Así cómo se acuerda uno de cuando toca puente?

Las fiestas religiosas, a excepción del día de Navidad, no se llevan demasiado con eso de que en este país hay de todo y hay que tener a todo el mundo contento. Sinceramente, en lo que se refiere a festividades, lo que más mola es ser judío, o trabajar para ellos, porque son los que más fiestas tienen y encima las celebran todas (aparte de las que les tocan por banking): Rosh Hashanah, o el año nuevo; Yom Kippur; Purim, que es casi como nuestros carnavales, pero que se celebra dentro de la sinagoga y es sólo una noche; Pesach, la Pascua judía, y así un montón más...

Hablando de puentes, este lunes pasado fue Labor Day, que es el último puente del verano. En verano tenemos 3 días de vacaciones: Memorial Day, que se celebra el último lunes de mayo y en el que recuerda a todos los caídos en servicio militar; el 4 de julio, que sí que se celebra el 4 de julio y en el que recuerdan, con barbacoas y fuegos artificiales, la independecia de los Estados Unidos del Reino Unido, y por último Labor Day, que se celebra el primer lunes de septiembre, y que sería como el día del trabajador.

Nuestro Labor Day fue tranquilo, sin barbacoa esta vez, y con nuestro amigo Greg, que pasó el fin de semana con nosotros, no porque viniese de lejos, si no porque él y David se pasaron el fin de semana de juerga con otro amigo por los bares de la zona, y le daba bastante palo cogerse el metro de noche. Así que el lunes por la mañana, David, con buen espíritu americano, nos preparó blueberry pancakes (una especie de crêpe, pero más gorda, con arándanos), para celebrar el fin del verano.


No es lo mismo que un chocolate con churros de Casa Aranda, pero tampoco está tan mal la cosa... Eso sí, con el Santa Cristina para acompañar.